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Fraga acaba de hacer unas declaraciones en las que recomienda a Rajoy abordar o prever su recambio. Un apoyo indisimulado a Gallardón. Posiblemente, aparte de su condición de fundador del partido, que le otorga una cierta autoridad moral, no hay persona que la tenga menos -autoridad moral- para pronunciarse sobre este tema. Una persona que se ha resistido como un jabato, anciano y decrépito, pero jabato al cabo, a su jubilación política. Estoy convencido de que su última candidatura a la Xunta de Galicia, tras varias demostraciones de declive físico e intelectual, desmayos incluidos, fue la causa de la derrota de su partido -por una diferencia mínima, pero derrota-. Sus últimas generosas aportaciones a la causa popular han sido más bien negativas.
El País y el resto de medios que ejercen de corifeos del Gobierno se han apresurado a reseñar abundantemente sus declaraciones. Es curioso que ya ni estos medios presten apenas atención a las declaraciones de Felipe González o Alfonso Guerra y se la presten a las que pueda hacer el antiguo líder del PP. Fraga contribuye así, algo que de haber estado más joven y lúcido debería haber previsto, al deterioro de la imagen de Rajoy y de las expectativas electorales de su partido.
Su silencio ahora, y en lo sucesivo, sería el mayor favor que podría hacerle al PP.
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