lunes, julio 13, 2015

La traición de Tsipras


Como era previsible, el referéndum que convocó Alexis Tsipras para reforzar su posición negociadora frente a Bruselas se le ha vuelto en contra.  

Un referéndum, como una asamblea, no es garantía ni expresión máxima de democracia. Franco mismo convocó, y ganó por amplísima mayoría, alguno.  

Y no es siempre una expresión de democracia por varias razones. Porque los referenda -como las asambleas- los carga el diablo. Porque son manipulables en extremo. Porque las cuestiones que se plantean a consulta son a veces, como lo han sido en el caso griego, de una enorme complejidad técnica, que escapa a la comprensión de la mayoría de los votantes. Y porque la democracia representativa se basa precisamente en la delegación de la representación política, para que quien decida sobre arduas y complejas cuestiones de política económica, monetaria, fiscal… lo haga con profesionalidad, dedicación exclusiva y conocimiento de causa, sin la posibilidad de manipulación a la que está expuesto un cuerpo social desinformado. Que es lo que ha pasado en Grecia. Allí ganó el “no” porque se antepuso la emoción a la razón y la lógica, y la dignidad nacional frente a las necesidades objetivas de financiación de una nación quebrada.  

La pregunta del referéndum era la siguiente:  

¿Debe ser aceptado el borrador de acuerdo que presentaron la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en el Eurogrupo del 25 de junio y que consta de dos partes, que conforman su propuesta unitaria?

El primer documento se titula “Reformas para la finalización del vigente programa y después” (Reforms for the completition of the current program and beyond) y el segundo, “Análisis preliminar de la sostenibilidad de la deuda” (Preliminary Debt Sustainability Analysis).

No se aprueba / NO

Se aprueba / SI 

Que el referéndum fue una grosera manipulación lo demuestra el hecho de que los documentos de la propuesta comunitaria, con 45 páginas de un texto técnico y extremadamente complejo, apenas fue objeto de difusión. Sólo la televisión pública (ERT) difundió en sus programas informativos el listado de las principales medidas propuestas por los socios, pero no todas. 

Ganó el “no” y nuestros demagogos nacionales -estoy pensando en Pablo Iglesias- celebraron la victoria de la democracia. ¿Si hubiera ganado el “sí” no hubiera sido un resultado democrático? Pero ganó el “no” frente a la lógica y las necesidades objetivas de financiación, insoslayables. Y ni siquiera la emoción puede sobreponerse a la ley de la gravedad. Ni la dignidad tampoco.

Pablo Iglesias celebra en Twitter la victoria del 'no' en el referéndum griego


Tsipras se ha encontrado frente al dilema, en el que él mismo se colocó, de incumplir el mandato del referéndum o la responsabilidad de arrastrar a su pueblo a la ruina. Con un agravante: los socios europeos, quebrada la confianza, han exigido ahora garantías adicionales. El corralito de las últimas semanas ha hundido el sistema financiero griego, precisamente por la desconfianza generalizada que ha suscitado. Ahora hay, además, que sanearlo. O sea, 30.000 millones de euros adicionales, además de las urgentes necesidades de financiación del país.  

A la vista de los últimos acontecimientos, el diagnóstico de Pablo Iglesias no ha podido ser más erróneo: "el resultado del referéndum va a contribuir de manera inequívoca a reforzar la posición del Gobierno griego". Al revés, lo ha dejado en la cuerda floja, frente a un dilema envenenado e irresoluble.   

En consecuencia, Tsipras va a incumplir el resultado del referéndum. Es decir, va a traicionar al pueblo griego al que engañó con el señuelo de una soberanía que no tienen. La pertenencia a la Unión Europea supone una voluntaria cesión de soberanía, pero esta cesión es mayor, inevitable, en una nación quebrada, que incluso ha perdido la soberanía económica. 

La consulta fue inoportuna, tramposa, con información insuficiente, presentada a un electorado manipulado y desinformado. Pero además, no se va respetar el resultado. 

Tsipras: Se acabó el juego 



Si he nombrado varias veces a Pablo Iglesias en un artículo sobre Grecia es, ya lo imaginan ustedes, porque el político español nos ha presentado al gobierno griego como modelo. Pues bien, el modelo griego, como mucho antes el modelo venezolano, han resultado ser pavoroso.  

Porque, en serio, ¿ese es el modelo de gobierno y de democracia que queremos para España?

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