Cuando tu enemigo te alaba debes empezar a preocuparte. Quizás hayas hecho algo mal.
He hablado mucho estos días del comunicado de ETA, con conocidos, compañeros, amigos y familiares. Se ha convertido en un tema casi tan socorrido como el tiempo: por fin llueve. Por fin ETA abandona la lucha armada. Parece. Sólo parece. Veremos si en esta ocasión las cosas son lo que parecen, porque en las once veces anteriores no ha sido así.
Hoy quiero hablar de las reacciones que ha provocado el comunicado de ETA y de las que han provocado los distintos comunicados que a su vez han glosado el de ETA.
En primer lugar quiero mostrar la entrada de un blog que siempre me ha admirado por su alto nivel literario y su documentación. Un blog muy recomendable.
Observen sus últimas frases: “La victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana. Por eso muchos celebran hoy lo que es nuestra derrota. Nos han ganado, lisa y llanamente. Que suene la campana”, y compárenlas con las del último párrafo de uno de mis artículos anteriores: “Es por eso, que una oportunidad histórica, que debería haber sido vivida como una victoria inapelable del Estado de Derecho y de la sociedad española ha dejado esta sensación amarga de claudicación, de componenda, de tregua pactada con quien nunca debería haberse pactado nada y, en definitiva, de derrota”.
¿Por qué Doblesobresencillo y yo mismo, sin conocernos de nada, sin habernos leído previamente el uno al otro, hemos escrito cosas tan parecidas? Quizás porque compartimos un sentimiento mucho más generalizado del que no somos los únicos exponentes. ¿Cuánto se ha extendido esa triste sensación en la sociedad española?
Hablando de esa triste sensación, lean este otro artículo de uno de mis blogs favoritos:
Y he aquí un interesante artículo que ofrece un punto de vista muy diferente de la cuestión. Podrá no estarse de acuerdo con él -yo mismo podría oponer objeciones que creo muy fundamentadas-, pero al menos ofrece argumentos (aunque no tan sólidos como parece):
Me detendré sólo en dos cuestiones: observen que insiste en que no ha habido concesiones políticas (algo con lo que un amplio sector de españoles no estamos de acuerdo) y aplaude con entusiasmo a Jesús Eguiguren: “Eguiguren, hace ya más de un año, fue el primero fuera de la izquierda abertzale que advirtió lo que estaba sucediendo en ese mundo: que esta vez sí se acababa. Ha sido Eguiguren quien tenía razón, y no Jaime Mayor Oreja”.
Pedro J. Ramírez no comparte ninguna de estas dos opiniones:
Fíjense qué dice de Eguiguren: “…la participación de este tal Txusito (se refiere a él, con el diminutivo con que al parecer lo llamaban sus interlocutores etarras), un hombre desequilibrado donde los haya, capaz de combinar las violencias celtíberas con el pacifismo político, garantizaba las más diversas automutilaciones y tropiezos, también proporcionaba la seguridad absoluta de que ninguna humillación o indignidad exigida por los destinatarios de la alfombra roja dejaría de ser satisfecha”.
Y respecto a las concesiones políticas: “…Rajoy se ha subido al carro oficialista y ha dicho que el anuncio de «cese definitivo de la actividad armada» no ha sido fruto de ninguna «concesión política». Será un movimiento todo lo astuto que se quiera -el favorito electoral no puede permitirse parecer aguafiestas a menos de un mes del 20-N- pero, sencillamente, eso no es verdad. (…) En esta hora límite de España Rajoy podrá pedirnos muchas cosas en aras del pragmatismo, pero no que nos creamos que la legalización de Bildu fue una ocurrencia personal de Pascual Sala y el patético Eugenio Gay”.
Pero posiblemente el párrafo más revelador, para mí, de todo ese largo artículo sea éste:
“Mal negocio haríamos si aceptáramos que a cambio de dejar de matar pudieran obtener por otros medios lo que pretendían con todos sus asesinatos anteriores, pero el colmo de los colmos sería ayudarles a alcanzarlo”.
Ese es el centro de la cuestión. Admitamos que siempre es preferible que opten por la vía política que por la vía de la violencia. Esa ha sido precisamente la concesión política que han negado Zapatero y Rajoy. Han concurrido a las elecciones y han obtenido una gran representación política e importantes gobiernos provinciales y municipales. ¿Es que no tienen derecho a defender el independentismo por vías pacíficas y políticas? Por supuesto. Porque, entre otras cosas, si se les niegan esas vías, que siempre, por cierto, han estado expeditas, se está legitimando el uso de la violencia. Pero ha habido concesión, por supuesto que la ha habido. Y la ha habido por una simple razón, porque se les han abierto esas vías sin que condenaran la violencia, sin que hubiera ninguna declaración de alto el fuego definitivo, ni entrega de las armas, ni ninguna garantía de que fuera a haberlas, con ETA activa y sin que quienes les apoyan se hayan desmarcado de ella.
Aquí sí que es importante el orden de factores, el que la concurrencia electoral se haya producido antes del abandono de la violencia y no después. Es el Estado, todo un Estado como España, el que ha cedido.
Pero al margen de esta disquisición mía, permítanme, por último, enlazar al inefable Enric Sopena:
Vean lo que dice de Rajoy:
“No queremos recortar elogios a la alocución de Rajoy. Ha hablado con templanza, serenidad, sentido de Estado, moderación y centrismo. Su exposición merece una cerrada ovación”.
Si yo fuera Rajoy, esta alabanza de Sopena me preocuparía en extremo.
Quizás por esas alabanzas de sus enemigos, de quienes nunca le votarán, y por la tristeza de sus amigos, de quienes le apoyan, pero que pueden estar reconsiderando (como Checho) su voto, es por lo que está clarificando su mensaje, dándole la apariencia de firmeza que le faltó en su primera valoración del comunicado de ETA:
Me alegro de ello.
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