miércoles, diciembre 05, 2007

PISA 2006

El anterior informe fue el de 2003. Los datos del informe de este año dejan en muy mal lugar a España, con el puesto 31 en el área de Ciencias, entre 57 países.

Lo más grave a mi juicio es que entre los países que nos superan se encuentra muchos que están muy por debajo de nosotros en renta per cápita, lo que implicaría que el nivel de recursos que destinan a la enseñanza ha de ser necesariamente inferior al nuestro. Y sin embargo sus resultados son mejores que los nuestros. Ello supone que la filosofía que aplican a su sistema educativo es distinta y mejor, posiblemente más exigente que la nuestra, que a muchos nos parece irresponsablemente relajada.

Escala PISA 2006. Área de Ciencias

Pero los resultados en compresión lectora han sido inferiores a los de Ciencias, donde además sufrimos el descenso más acusado de todos los países analizados. Es decir, aunque han sido mayoría aquellos en los que se ha observado un deterioro en esta área, en ninguno de forma tan dramática como en el nuestro

Resultados en comprensión lectora

Y no sólo eso, sino que la atomización de modelos, currículos educativos y sistemas de gestión ha agudizado las diferencias entre comunidades autónomas

PISA 2006 confirma la existencia de varias velocidades en la Educación española

Particularmente grave parece la evolución que ha experimentado la educación en Cataluña, que muchos interpretan como una consecuencia indeseada pero lógica de la inmersión lingüística, que merma posibilidades de aprendizaje a todos aquellos alumnos, la mitad al menos del censo escolar catalán, que se ven imposibilitados de estudiar en su lengua materna.

El informe PISA 2006 constata el retroceso de la Educación catalana

Se abren por tanto dos campos de reflexión interesantes e ineludibles:

Primero, la necesidad de modificar el modelo educativo, preferiblemente de forma consensuada entre los dos grandes partidos, hacia un modelo donde primen valores hoy arrumbados como el esfuerzo, la exigencia y la responsabilidad. El fin ineludible del sistema educativo no puede ser la universidad, y mucho menos una universidad masificada y carente de calidad. A la universidad ha de llegarse con esfuerzo y no de forma inevitable, como consecuencia de un promoción automática. Pero para ello ha de haber alternativas de calidad y no desprestigiadas, adaptadas a las demandas del mercado de trabajo: claramente, la formación profesional.

Segundo: la necesidad de unificar los currículos educativos, evitando la manipulación nacionalista de la Historia y de la Geografía y garantizando que en todo el territorio nacional los alumnos puedan recibir la enseñanza en su lengua materna, cuando ésta sea al menos alguna de las lenguas oficiales de cada uno de los respectivos territorios.

Pero parece que uno de los propósitos del socialismo hispano sea el rebajar al máximo y de forma deliberada los estándares de calidad de la enseñanza, para formar unas generaciones poco exigentes, poco comprometidas y carentes de sentido crítico, capaces de admitir sin escándalo ni malestar a unos líderes sin formación académica. Unas generaciones manipulables, terreno abonado para una política populista.


Es curioso observar cómo es precisamente en las filas del socialismo (y también del nacionalismo) donde hay una mayor proporción de líderes sin formación: Marcelino Iglesias (estudios elementales), José Montilla, Benach (presidente del Parlamento catalán), José Blanco, Pachi López del País Vasco...

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