Un compañero de trabajo asegura que a Biel no lo echarán los aragoneses, sino que se irá cuando él quiera. Y no lo dice con satisfacción precisamente.
Ahora, Biel aspira a culminar su carrera política como alcalde de la Expo. Yo, por el contrario, opino que debiéramos jubilarle ya. Este puede ser el momento, cuando Biel se presenta ante el electorado más sólido e informado, el de Zaragoza, aquel que no está sujeto a compromisos ni ataduras con él, como lo está el de ese inmenso pesebre en que ha convertido las comarcas.
José Ángel Biel ha hecho saber que considera lógico que si el PAR y el PP sumaran mayoría en el Ayuntamiento de Zaragoza, él, como presidente de su partido, reclamara para sí la alcaldía. Ha aportado sus razones. La primera ya está clara: es lógico que la pida, según él, por ser presidente de su partido. Una lógica extraña, en todo caso. Otras: “Según pactemos con unos u otros podemos cambiar de alcalde a 300 ó 400 ayuntamientos aragoneses, alguna Diputación y la mitad de las comarcas”. Eso no es política; eso es mercantilismo puro. Incluso podría llegar a plantearse si concurrir o no a las elecciones generales. Una estrategia inteligente: coloca esa opción como contraprestación para lograr la alcaldía y se ahorra los gastos de campaña de unas elecciones en las que últimamente no obtiene representación y en las que, por eso mismo, se desgasta, evidenciando su verdadera y pequeña dimensión.
Pero vamos a ver con más detalle: en las últimas elecciones municipales, 2003, el PP obtuvo 110.747 votos, con el 32’66%, mientras que el PAR obtuvo 23.690, con el 6’99% de los votos. Con esos resultados el PAR logró dos concejales. ¿Cuánto aspira a mejorar el PAR? Supongamos que doblara sus votos, cosa que no es probable, ni seguramente deseable. ¿Pretende alzarse con la alcaldía con ese exiguo apoyo ciudadano? Supongamos que sus resultados se encuentren en una horquilla de uno a tres concejales. Obtener con esos resultados la alcaldía no sería otra cosa que un inmenso fraude a la ciudadanía, como lo viene siendo su continuada vicepresidencia y el poder que ostenta en el Gobierno de Aragón, con un apoyo cada vez menor. La lógica que esgrime no lo es desde el punto de vista democrático. Lógica mercantil, en todo caso.
Y no olvidemos la otra cara de la moneda: con esos guiños al PP, eleva su precio ante el PSOE.
José Ángel Biel ha hecho saber que considera lógico que si el PAR y el PP sumaran mayoría en el Ayuntamiento de Zaragoza, él, como presidente de su partido, reclamara para sí la alcaldía. Ha aportado sus razones. La primera ya está clara: es lógico que la pida, según él, por ser presidente de su partido. Una lógica extraña, en todo caso. Otras: “Según pactemos con unos u otros podemos cambiar de alcalde a 300 ó 400 ayuntamientos aragoneses, alguna Diputación y la mitad de las comarcas”. Eso no es política; eso es mercantilismo puro. Incluso podría llegar a plantearse si concurrir o no a las elecciones generales. Una estrategia inteligente: coloca esa opción como contraprestación para lograr la alcaldía y se ahorra los gastos de campaña de unas elecciones en las que últimamente no obtiene representación y en las que, por eso mismo, se desgasta, evidenciando su verdadera y pequeña dimensión.
Pero vamos a ver con más detalle: en las últimas elecciones municipales, 2003, el PP obtuvo 110.747 votos, con el 32’66%, mientras que el PAR obtuvo 23.690, con el 6’99% de los votos. Con esos resultados el PAR logró dos concejales. ¿Cuánto aspira a mejorar el PAR? Supongamos que doblara sus votos, cosa que no es probable, ni seguramente deseable. ¿Pretende alzarse con la alcaldía con ese exiguo apoyo ciudadano? Supongamos que sus resultados se encuentren en una horquilla de uno a tres concejales. Obtener con esos resultados la alcaldía no sería otra cosa que un inmenso fraude a la ciudadanía, como lo viene siendo su continuada vicepresidencia y el poder que ostenta en el Gobierno de Aragón, con un apoyo cada vez menor. La lógica que esgrime no lo es desde el punto de vista democrático. Lógica mercantil, en todo caso.
Y no olvidemos la otra cara de la moneda: con esos guiños al PP, eleva su precio ante el PSOE.
Pero Biel ha olvidado hace tiempo lo que es la democracia. Gobierna retorciéndola. Su presencia en las instituciones, con el poco apoyo ciudadano de que disfruta es una burla a la democracia y al electorado. Su pretendido liderazgo, ese que esgrime inmodestamente en su cartel electoral, no es más que fruto de un hecho cierto e incontrovertible, sólo de ese: que a lo largo de veinte años no ha tenido oposición; que nadie ha criticado sus iniciativas por descabelladas que fueran ni se ha opuesto a ellas; y que nadie le ha pasado ni pedido cuentas por su gestión. Son las ventajas del papel de bisagra.
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Tantos años recibiendo un trato tan amable e inmerecido han debido laminar cualquier resto de humildad de su carácter. Quizás también de prudencia.
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