¿Quién conoce a Paulino Rivero? Bien, pues en la última encuesta del CIS, Paulino Rivero obtiene mejor puntuación que Mariano Rajoy.
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Éste último, Rajoy, es menos apreciado en dicha encuesta que Llamazares, Durán i Lleida o el propio D. Paulino. Algo que al parecer ha comentado el insigne estratega Pepiño Blanco -Pepiño desde que comprobé el sectarismo y ausencia de dignidad y elegancia con que gestiona su blog- con evidente satisfacción. ¿Quiere eso decir que Paulino Rivero obtendrá más votos que Rajoy?
El problema del PP es, como han señalado algunos de los interlocutores que han tenido la amabilidad de comentar mi anterior intervención, la ausencia de estrategas, la preocupante contradicción entre la coherencia del discurso de Rajoy y la anárquica desbandada en que se han embarcado los líderes regionales ¡al pistoletazo de Zapatero! Pero, ¿quién es el líder de toda esta gente, Rajoy o Zapatero? ¿Quién debe dar el pistoletazo de salida y quién debe indicar la meta en las filas del PP?
Señalaba yo estos días pasados que el PP parece aquejado del vértigo de la victoria, del miedo a ganar. Y ello induce actos tan incomprensibles como el de responder a cada error del contrario con un disparo accidental en el propio pie. ¿Cuántos disparos, me preguntaba yo, se ha dado a sí mismo el PP en esta última legislatura?
Vistas así las cosas -a la luz del último informe del CIS-, ni los nacionalistas ni mucho menos IU van a apoyar al PP. Más aún, este PSOE radicalizado ha conseguido movilizar a una izquierda extrema que antes, con un Felipe corrupto y aburguesado, no le votaba. Cabría la posibilidad, a la vista del descrédito de Zapatero entre una parte de sus propios votantes, que el sector moderado prefiriera abstenerse o, algo más improbable, votar al PP. Y en esa posibilidad remota reside la única oportunidad del PP de recuperar el poder. Es esa posibilidad la que tiene que explorar y trabajar. El problema es que el PP está incurriendo en contradicciones que desmotivan a su electorado tradicional -véanse las reformas estatutarias- y emplea un tono excesivamente crispado como para convencer o atraer al voto moderado de centro o socialdemócrata. Ante la radicalización del PSOE, que causa una desafección que captan las encuestas, el PP debiera invadir mansa, suavemente, de forma natural y casi inadvertida ese amplio espacio central, sin cambiar siquiera su mensaje, sino sólo el tono.
Porque, ¿qué espera ganar el PP sumado a esa carrera de reformas estatutarias? ¿Espera que le vote alguien más? El reconocimiento de la Nación española es un tema prepolítico, que puede ser incluso compartido -que lo es seguramente- por muchos votantes de izquierdas. Sumarse a su desintegración no le va a atraer ningún voto que ya no tenga, porque esa desintegración no es centrista, ni moderada: es sencillamente estúpida. Más aún, sumarse a esa desintegración desconcierta e irrita a sus propios votantes. (Una de las primeras reglas de la política dice que hay que contentar a los propios antes que a nadie más)
Al PP le queda un año para reconstruir su discurso y recomponer su figura. Y en política el tiempo corre muy deprisa y los movimientos sociales se producen con mucha lentitud. Aunque a veces parezcan precipitarse (14-M).
Éste último, Rajoy, es menos apreciado en dicha encuesta que Llamazares, Durán i Lleida o el propio D. Paulino. Algo que al parecer ha comentado el insigne estratega Pepiño Blanco -Pepiño desde que comprobé el sectarismo y ausencia de dignidad y elegancia con que gestiona su blog- con evidente satisfacción. ¿Quiere eso decir que Paulino Rivero obtendrá más votos que Rajoy?
El problema del PP es, como han señalado algunos de los interlocutores que han tenido la amabilidad de comentar mi anterior intervención, la ausencia de estrategas, la preocupante contradicción entre la coherencia del discurso de Rajoy y la anárquica desbandada en que se han embarcado los líderes regionales ¡al pistoletazo de Zapatero! Pero, ¿quién es el líder de toda esta gente, Rajoy o Zapatero? ¿Quién debe dar el pistoletazo de salida y quién debe indicar la meta en las filas del PP?
Señalaba yo estos días pasados que el PP parece aquejado del vértigo de la victoria, del miedo a ganar. Y ello induce actos tan incomprensibles como el de responder a cada error del contrario con un disparo accidental en el propio pie. ¿Cuántos disparos, me preguntaba yo, se ha dado a sí mismo el PP en esta última legislatura?
Vistas así las cosas -a la luz del último informe del CIS-, ni los nacionalistas ni mucho menos IU van a apoyar al PP. Más aún, este PSOE radicalizado ha conseguido movilizar a una izquierda extrema que antes, con un Felipe corrupto y aburguesado, no le votaba. Cabría la posibilidad, a la vista del descrédito de Zapatero entre una parte de sus propios votantes, que el sector moderado prefiriera abstenerse o, algo más improbable, votar al PP. Y en esa posibilidad remota reside la única oportunidad del PP de recuperar el poder. Es esa posibilidad la que tiene que explorar y trabajar. El problema es que el PP está incurriendo en contradicciones que desmotivan a su electorado tradicional -véanse las reformas estatutarias- y emplea un tono excesivamente crispado como para convencer o atraer al voto moderado de centro o socialdemócrata. Ante la radicalización del PSOE, que causa una desafección que captan las encuestas, el PP debiera invadir mansa, suavemente, de forma natural y casi inadvertida ese amplio espacio central, sin cambiar siquiera su mensaje, sino sólo el tono.
Porque, ¿qué espera ganar el PP sumado a esa carrera de reformas estatutarias? ¿Espera que le vote alguien más? El reconocimiento de la Nación española es un tema prepolítico, que puede ser incluso compartido -que lo es seguramente- por muchos votantes de izquierdas. Sumarse a su desintegración no le va a atraer ningún voto que ya no tenga, porque esa desintegración no es centrista, ni moderada: es sencillamente estúpida. Más aún, sumarse a esa desintegración desconcierta e irrita a sus propios votantes. (Una de las primeras reglas de la política dice que hay que contentar a los propios antes que a nadie más)
Al PP le queda un año para reconstruir su discurso y recomponer su figura. Y en política el tiempo corre muy deprisa y los movimientos sociales se producen con mucha lentitud. Aunque a veces parezcan precipitarse (14-M).
2 comentarios:
Creo que el penúltimo párrafo ilustra a la perfección la situación actual. El PP se ha refugiado en algo tan ridículo y gratuito como es el centrismo a fin de abarcar más terreno, cuando lo que está consiguiendo con ello es justamente lo contrario. El tema de las reformas estatutarias es para destornillarse de risa, simplemente. Huye de aquellos rasgos diferenciales que le hacían ser un partido con unos objetivos políticos claramente definidos y con los que era capaz de satisfaccer a sus votantes. Sin embargo -ahora- anda a la brega, sembrando la discordia en su propia casa, tal como lo hace el PSOE, sin saber aprovechar siquiera las oportunidades que la situación política actual le brinda, y lo que es más grave aún, cayendo en el juego infantil que le tiende la izquierda. Oposición de patio de colegio...
En cuanto al tema de las elecciones en sí de acuerdo a los resultados de la encuesta del CIS, pienso que el PP se encuentra en la misma situación en la que se hallaba el PSOE hasta días antes del atentado del 11-M: un partido descoyuntado y ante el cual los votantes, insatisfechos, han de verse ante la posibilidad de la abstención o el voto cruzado. Con razón el centro se está convirtiendo en la tabla de salvación en este país...
Estimado Samueldl:
En el PP hacen falta estrategas, sí, pero también confianza en sus propios argumentos y, sobre todo, vencer esos estúpidos complejos que parece tener por declararse de derechas o de centro-derecha. Es tan legítimo como ser de izquierdas, y con razones y valores tan dignos y válidos como los de ellos o, seguramente, más. Por eso yo mismo me declaro de derechas, porque creo que sus valores son más dignos que los de la izquierda.
Y participar o colaborar en la desintegración de España, en una descentralización política y administrativa que ya ha superado hace mucho los límites de lo razonable, no les convierte ni en centristas ni en moderados. Quizás sólo les haga más estúpidos y pusilánimes. Defender la unidad española no es de derechas, es de personas razonables, inteligentes, dignas y patriotas. El patriotismo no es algo vergonzoso. Ni debe ser algo exclusivo de la derecha. (Por cierto, ¿No existe una izquierda que se dice abertzale? ¿qué significa abertzale? Ese patriotismo parece que es el único que le parece comprensible al PSOE)
Un cordial saludo.
Oroel
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