domingo, febrero 11, 2007

El futuro nos va a arrollar.

En una conferencia reciente en Zaragoza, Jaime Mayor Oreja se refirió en el coloquio a tres importantes desafíos (dos de ellos expuestos brillantemente por uno de los asistentes al acto) planteados ya -actualmente, no en el futuro- por los países que hasta ahora conocíamos como emergentes, y que ya han emergido: sus impresionantes diferenciales de crecimiento económico y demográfico con respecto a Europa, y los niveles de formación que están alcanzando. Mayor Oreja hizo especial énfasis en éste último.

Un articulista (Eduardo San Martín) señala cómo en el último año y medio, en que nos hemos aplicado en España -o mejor dicho, se ha aplicado el Presidente del Gobierno- a sacar adelante un proceso de paz mediante la arriesgada, moralmente discutible y seguramente inútil negociación con los terroristas, a discutir sobre la memoria histórica y a modificar irresponsablemente los estatutos de autonomía, en la India se han graduado 400.000 ingenieros. En ese tiempo nuevas universidades asiáticas se han incorporado a la lista de las veinte mejores del mundo. Hay que señalar a este respecto que entre las cien mejores no figura ninguna universidad española.

Entre los grandes países europeos el gasto en enseñanza superior oscila entre los 5.900 euros por estudiante en España a los 9.000 en el Reino Unido. El porcentaje del PIB dedicado a la enseñanza superior, pública y privada, en los mismos países asciende al 1’1%. El gasto por estudiante en Estados Unidos asciende a 20.000 euros y el porcentaje de su PIB al 2’6%.

En los países de la OCDE el 42% de la población concluye la enseñanza secundaria, mientras que en Corea el 97 por ciento de los coreanos entre 25 y 34 años ha concluido la enseñanza secundaria, que ha alcanzado ese nivel en tan solo dos generaciones, pasando en ese periodo de tiempo desde unos niveles educativos similares a los de Afganistán. Observen a qué dedican sus esfuerzos. En ese país, el 80% de los hogares tienen línea ADSL.

Y aquí, reformando estatutos y discutiendo sobre la II República y la Guerra Civil. Como hoy señala Álvaro Delgado Gal, “el que experimente curiosidad por saber cómo se deshace un Estado, está teniendo la oportunidad de presenciarlo en vivo”. Mientras otros construyen, nuestro Presidente ha decidido dedicar sus esfuerzos a la demolición. Y cuando esté la faena concluida, el futuro nos pasará por encima. De nosotros y de nuestros hijos. La Historia juzgará muy severamente a esta generación de españoles.

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