En estos días en que se cumplen treinta años de las primeras elecciones democráticas en España; en que los grandes consensos que marcaron la transición a la democracia han saltado por los aires, se han oído discursos complacientes, que no me parecen los más adecuados. Nuestra democracia está en crisis, y con ella la Nación española.
Muy posiblemente sea aplicable a España la frase del escritor ruso Alexander Kobakov: “Ahora en mi país se da una situación extraña: hay libertad, pero no hay democracia”.
Ofrezco dos visiones distintas sobre la Transición, seguramente complementarias:
Discurso de Rajoy ante las Nuevas Generaciones del PP
Elogio y crítica de la Transición
“Porque, a medida que se ha ido instalando este sistema [el modelo partitocrático], los españoles más notorios en talento, profesión, aportación intelectual, cultural y más dotados para el ejercicio de la democracia y la gestión pública se han apartado de la política, generalmente mal pagada, como consecuencia de la obediencia debida al jefe del aparato del partido que gobierna, y a la pésima ley electoral con sus listas cerradas que suelen ocupar los funcionarios del partido.”
Yo, particularmente, suscribo el diagnóstico de Pablo Sebastián. Y comparto su pesimismo, porque precisamente habría de ser la clase política, beneficiaria de los privilegios que el actual sistema le otorga, quien debería encabezar las reformas para desmantelar esos privilegios. ¿Cómo esperar con optimismo que una amplia nómina de mediocres, sin otro horizonte profesional o económico en la vida, se inmolen voluntariamente para dejar paso a quienes son mejores que ellos?
He aquí un ejemplo aragonés, particularmente próximo:
Hermanos Moreno, S.L. (leer el penúltimo comentario firmado por Felipe de Z)
Comentarios a una entrevista en El Heraldo de Aragón
Así pues, las consideraciones de Pablo Sebastián no son formulaciones teóricas, sino muy reales.
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