Alberto Recarte nos presenta un análisis riguroso y lúcido de las autonomías españolas y de sus políticas de financiación y gasto.
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No obstante, y aún estando de acuerdo con su diagnóstico, discrepo de la solución que propone, pues él aboga por un sistema federal, corresponsabilizándolas de la recaudación. Yo por el contrario, creo que habría que recortar muchas de sus competencias y devolver al Estado central algunas indebidamente transferidas. La descentralización política y administrativa ha ido, a mi juicio, más lejos de lo que sería razonable. En mi opinión, muchos de los males que señala Recarte son fruto de ese exceso descentralizador.
Y discrepo de la solución que propone por dos razones: primera, porque creo que el sistema federal no es una demanda generalizada de la sociedad, ni forma parte de nuestro acervo cultural o histórico más próximo, aquel del que guardamos memoria. Nos es, por tanto, ajeno. Y segundo, porque un sistema federal sólo se sustenta sobre una sólida y acreditada lealtad institucional. Y lo que hoy está más que acreditada es precisamente la inmensa deslealtad de los nacionalismos periféricos. Un sistema federal sólo les satisfaría a ellos, pero no como solución de las disfunciones que señala Recarte, sino como un paso más en su camino hacia la independencia, como lo fue en su momento el título VIII de la Constitución -sólo un jalón más-, hoy superado por desbordamiento y no por su reforma reglada y conforme a Derecho.
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