Nunca en los treinta años de democracia, es decir desde que tenemos la posibilidad de elegir gobierno, habíamos disfrutado en periodo preelectoral de tal pedrea de ayudas sociales como en esta ocasión: alquiler de vivienda, incremento de las pensiones, natalidad, dentista para los niños… Aunque serán pocos ya los que supongan que tantos premios los paga el Presidente, y muchos los que dudamos de su viabilidad e incluso de su conveniencia.
Zapatero anda desde hace una temporada envuelto en la bandera de España. De hecho, el lema “Gobierno de España” parece haberse vuelto omnipresente, cuando al empezar su mandato el Presidente parecía descreer de la Nación, concepto para él discutido y discutible. ¿Sigue siéndolo? Quédense con la duda porque es difícil que Zapatero se pronuncie con claridad. Nunca lo ha hecho. ¿Cabe fiarse de quien nunca lo hace?
Después de haber dicho no hace tanto que volvería a luchar por la paz como el primer día, a la pregunta directa de si volvería a dialogar con ETA -¿por qué no negarlo o afirmarlo con rotundidad?-, ahora se detiene a la cúpula de Batasuna, cuando ha habido a lo largo de toda la legislatura múltiples razones y ocasiones para hacerlo. ¿Por qué ahora? ¿Y qué significa eso que ha dicho el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, de que se actuará contra Acción Nacionalista Vasca cuando la “jugada lo aconseje”? ¿La jugada de quién? ¿Del Gobierno? ¿La vigencia del Estado de Derecho es una cuestión de conveniencia? Si unos de los pilares de la Democracia son el imperio de la Ley y la independencia de poderes, cabe dudar seriamente de las convicciones democráticas de Zapatero, de su escudero Bermejo y de Garzón, ese abyecto meritorio que les ronda.
Pero volviendo a la pedrea de ayudas, invertir, como está haciendo Zapatero, buena parte del superávit del Estado -obtenido, por cierto, mediante un salvaje incremento de la presión fiscal- en gasto electoral improductivo, en vez de destinarlo a las necesarias reformas estructurales (investigación, innovación, mercado de trabajo, educación, tecnología…) para que España gane en competitividad, que es nuestro gran problema, nos refleja un Presidente muy alejado de la imagen de estadista que nos dicen que quiere mostrar en campaña y sí, por el contrario, un político con una ambición extrema, muy escasos escrúpulos y con una visión limitada al corto plazo.
Todo ello confirmado, por si hubiera alguna duda, con la gestión del estatuto de Cataluña, las negociaciones con ETA y, ahora, la descarada distribución de las inversiones publicas previstas en los Presupuestos del Estado para el año que viene a favor de las comunidades en donde el PSOE obtiene el mayor número de votos, y en donde ha laminado los más sagrados principios socialistas a favor de la convergencia económica y la solidaridad interterritorial.
Zapatero anda desde hace una temporada envuelto en la bandera de España. De hecho, el lema “Gobierno de España” parece haberse vuelto omnipresente, cuando al empezar su mandato el Presidente parecía descreer de la Nación, concepto para él discutido y discutible. ¿Sigue siéndolo? Quédense con la duda porque es difícil que Zapatero se pronuncie con claridad. Nunca lo ha hecho. ¿Cabe fiarse de quien nunca lo hace?
Después de haber dicho no hace tanto que volvería a luchar por la paz como el primer día, a la pregunta directa de si volvería a dialogar con ETA -¿por qué no negarlo o afirmarlo con rotundidad?-, ahora se detiene a la cúpula de Batasuna, cuando ha habido a lo largo de toda la legislatura múltiples razones y ocasiones para hacerlo. ¿Por qué ahora? ¿Y qué significa eso que ha dicho el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, de que se actuará contra Acción Nacionalista Vasca cuando la “jugada lo aconseje”? ¿La jugada de quién? ¿Del Gobierno? ¿La vigencia del Estado de Derecho es una cuestión de conveniencia? Si unos de los pilares de la Democracia son el imperio de la Ley y la independencia de poderes, cabe dudar seriamente de las convicciones democráticas de Zapatero, de su escudero Bermejo y de Garzón, ese abyecto meritorio que les ronda.
Pero volviendo a la pedrea de ayudas, invertir, como está haciendo Zapatero, buena parte del superávit del Estado -obtenido, por cierto, mediante un salvaje incremento de la presión fiscal- en gasto electoral improductivo, en vez de destinarlo a las necesarias reformas estructurales (investigación, innovación, mercado de trabajo, educación, tecnología…) para que España gane en competitividad, que es nuestro gran problema, nos refleja un Presidente muy alejado de la imagen de estadista que nos dicen que quiere mostrar en campaña y sí, por el contrario, un político con una ambición extrema, muy escasos escrúpulos y con una visión limitada al corto plazo.
Todo ello confirmado, por si hubiera alguna duda, con la gestión del estatuto de Cataluña, las negociaciones con ETA y, ahora, la descarada distribución de las inversiones publicas previstas en los Presupuestos del Estado para el año que viene a favor de las comunidades en donde el PSOE obtiene el mayor número de votos, y en donde ha laminado los más sagrados principios socialistas a favor de la convergencia económica y la solidaridad interterritorial.
1 comentario:
Buen blog el suyo también. Lo recomendaré. Y gracias por el consejo de lectura: interesante.
¿Le interesa mi inteligencia? A mí la suya también.
Publicar un comentario