Ayer se cumplían los 25 años de la llegada de Felipe González al Gobierno. Éste celebró la efeméride de viaje por Iberoamérica, hay quien dice que poniendo tierra -en este caso un océano- por medio. Y Zapatero visitando los socavones de Barcelona, evitando aparecer acompañado de la ministra del ramo, como correspondía, a la que había enviado previamente a Sevilla.
Las comparaciones son odiosas, dicen, pero estos días son numerosos los medios de comunicación y los comentaristas que han incurrido en ellas, destacando el contraste entre el sentido de Estado que -a pesar de sus muchos errores- siempre demostró González y su ausencia en el caso de Zapatero.
No vi la entrevista que emitió el sábado el programa Informe Semanal de TVE, así que me tendré que fiar de lo que cuentan. Transcribo por tanto un fragmento de un artículo que firma José Enrique Rosendo en el periódico Negocio:
El propio González, en su entrevista para Informe Semanal de TVE, el sábado pasado, preguntado por lo que habría hecho si hubiera sido presidente cuando Pasqual Maragall presentó su polémico Estatuto catalán, se paró un momento, como si estuviera meditando la respuesta, y finalmente concluyó con una malévola sonrisa que “creo que a mí no me lo hubiera presentado”. Sin duda González estuvo fino, pero demoledor.
Las comparaciones son odiosas, dicen, pero estos días son numerosos los medios de comunicación y los comentaristas que han incurrido en ellas, destacando el contraste entre el sentido de Estado que -a pesar de sus muchos errores- siempre demostró González y su ausencia en el caso de Zapatero.
No vi la entrevista que emitió el sábado el programa Informe Semanal de TVE, así que me tendré que fiar de lo que cuentan. Transcribo por tanto un fragmento de un artículo que firma José Enrique Rosendo en el periódico Negocio:
El propio González, en su entrevista para Informe Semanal de TVE, el sábado pasado, preguntado por lo que habría hecho si hubiera sido presidente cuando Pasqual Maragall presentó su polémico Estatuto catalán, se paró un momento, como si estuviera meditando la respuesta, y finalmente concluyó con una malévola sonrisa que “creo que a mí no me lo hubiera presentado”. Sin duda González estuvo fino, pero demoledor.
Y es que con seguridad González nunca hubiera formulado la estúpida oferta de Zapatero en el Palau Sant Jordi.
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