sábado, abril 03, 2010

Tenias y lombrices

Hoy vamos a hablar de parásitos. ¿Porque, qué otra cosa son los corruptos?

Hay muchas clases y formas de corrupción, y aunque puede haber personas que se especialicen en una de ellas, no es descartable que el que le coge gusto y observa el provecho que se obtiene, las pruebe y ejerza todas o buena parte de ellas, y sus múltiples posibilidades y variantes: cohecho, soborno, prevaricación, nepotismo, información privilegiada, malversación de caudales públicos… Los asesores que cobran del presupuesto público pero trabajan para el partido tal como ocurre en Andalucía y Aragón, la colocación de familiares en las empresas públicas, la condonación de las deudas de un partido por parte de una afamada caja de ahorros catalana…, todo ello es, a mi juicio, corrupción, aunque la Fiscalía mire hacia otro lado. Posiblemente, también ese desvío de la mirada por parte de la Fiscalía sea corrupción.

Pero si con los parásitos se pueden hacer clasificaciones taxonómicas, también deben poder hacerse con los corruptos. La taxonomía, empero, requiere un grado de rigor al que yo no pretendo llegar en este blog, aunque tampoco me permitiré descuidarlo demasiado. Es por eso que me voy a limitar a, y les ruego me permitan, una observación superficial y quizás subjetiva.

Estoy convencido, y perdónenme la parcialidad, de que el PSOE ha robado tradicionalmente mucho más que la derecha. Los lectores más jóvenes quizás no guarden memoria del largo periodo en que gobernó Felipe González y que acabó como el rosario de la aurora: Fondos reservados, FILESA, el despacho de Guerra

Sólo hay que revisar el famoso Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International y superponerlo con la serie anual de los gobiernos de uno y otro signo.

Pero hay una diferencia notable entre el PSOE y el PP. Éste último no es inmune, por supuesto, a la corrupción. La tentación y el factor humano existen. Y existen para ambos.

Pero mientras que la corrupción en el PSOE es más amplia, generalizada y, llamémosla, participativa, la del PP está protagonizada -siempre, por supuesto, desde mi particularísimo punto de vista- por lo que llamaríamos “trincones”: unos tíos listos y, digamos, bastante más egoístas que los corruptos socialistas. Es decir, en el PP la gran mayoría de la militancia es honrada, mientras los corruptos son unos pocos, pero que se enriquecen mucho y de forma desproporcionada, y por ello mismo, cuando son descubiertos, sus casos tienen una gran repercusión mediática. No se puede generalizar, por supuesto. El caso Roldán sería en este contexto una excepción a la regla.

Pero la ventaja de la corrupción participativa es que al ser más extendida no genera tantas envidias; es más difusa y se nota menos; cuando se desvela genera menos escándalo, porque el botín individual es comparativamente exiguo -aunque el montante global sea ingente-; y permite crear una trama clientelar fuertemente motivada y casi, casi incondicional, al menos mientras dure el reparto. El presupuesto global de las empresas públicas aragonesas es astronómico, pero repartido entre familiares y militantes, a los que se coloca de forma preferente y privilegiada, no suscita tanto escándalo como si todo ello se lo repartieran entre tres. La injusticia no es menor para las decenas de miles de parados que, a lo mejor con más méritos y preparación, en Aragón no disponen de la información y contactos requeridos para obtener trabajo. Pero a pesar de ser un secreto a voces, con miles de agraviados, todavía no se ha producido el escándalo que haga caer al Gobierno. Ni es previsible que se produzca.

Sin embargo, estoy convencido que el daño global causado en Aragón, o en Andalucía, por poner otro ejemplo conocido, por las tramas clientelares de las empresas y comarcas es muchísimo más grave que si aquí nos hubiera surgido un Jaume Matas, a fecha de hoy sólo presunto. 

El ejemplo de este personaje es exactamente el opuesto. Mientras que las tramas clientelares, extensas y a la vez difusas, suscitan una especie de resignada aceptación social, la existencia de un solo protagonista principal y su desmesurado enriquecimiento provoca un comprensible escándalo.

Aplicada esta reflexión al mundo de los parásitos intestinales, estaríamos hablando de la importante diferencia entre las tenias y las lombrices. La más famosa de las tenias es la solitaria, que alcanza gran tamaño. Sólo ella se basta para debilitar al hospedador.

Las lombrices en cambio parasitan al hospedador por miles.

Lejos de mi ánimo sugerir que el PP debiera cambiar de metodología en la práctica de la corrupción. Al revés, debe librarse de los trincones sin vacilación.

Pero es la sociedad la que debería aprender a distinguir ambos tipos de parasitosis y reaccionar con idéntica energía ante ellas. Hay que ser intolerante ante ambas. Porque quizás aquella que tolera más, es precisamente la más extendida y por ello mismo la más grave y lesiva.
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2 comentarios:

nika dijo...

Siguiendo con la metáfora, no sé yo si el PP no sufre también de lombrices, pero lo que es evidente es que en el PSOE tienen evidentes solitarias. Te aseguro que el patrimonio de Matas no le llega a la suela al de Bono, por `poner un ejemplo.

saludos

Oroel dijo...

Algo he leído estos días sobre el patrimonio de Bono. Que es católico practicante, dice, y socialista y, supuestamente por todo ello, solidario. E inmensamente rico. Pero sobre el origen de su patrimonio nadie investigará. Quizás tampoco haya motivos para hacerlo. No sé.


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