La defensa de Garzón, imputado en tres causas distintas, está desatando todos los fantasmas guerracivilistas de una izquierda que, en España, nunca ha sido cabalmente demócrata.
Es posible -y sólo digo que es posible- que parte de los defensores de Garzón, y entre ellos particularmente los que están basando su defensa en el ataque y descalificación de sus denunciantes y del Tribunal Supremo, crean sinceramente lo que proclaman: no sólo que Garzón sea inocente de lo que se le imputa y que está siendo objeto de persecución política -algo a fin de cuentas legítimo e inocuo: pensarlo, digo-, sino que quienes le han acusado no tienen los derechos civiles que la Constitución consagra para todos y que el Tribunal Supremo está efectivamente contaminado de franquismo. Que alguien pueda pensar esto último es gravísimo. Me refiero a esa descalificación que se permiten quienes se sienten legitimados, sin estarlo, para repartir las credenciales de demócrata y antidemócrata, que es esa legitimación falsa que siempre se ha atribuido la izquierda de este país y que obviamente no tiene. Anteayer, por ejemplo, se dijeron cosas muy graves de los miembros del Supremo: que son “instrumentos del fascismo”, por ejemplo, y “cómplices de las torturas de la dictadura”. Y más grave aún, con presencia de miembros del Gobierno español, que todavía no han sido cesados. Pero lo más cachondo es que eso se dijo además por algún significado personaje con una larga y próspera trayectoria durante -y quizás gracias a- el franquismo.
Pero también es posible que parte de los defensores de Garzón, crean o no en su inocencia, en su persecución política o en la deslegitimación de quienes le acusan y de quienes habrán de juzgarle, estén realmente intentando -y esos sean sus verdaderos propósitos- desviar la atención de una crisis que todavía no ha dejado sentir todos sus efectos en la sociedad que la soporta, gracias a los mecanismos de solidaridad familiar que ella misma pone en marcha. Ya saben: los cuatro millones y medio de parados, ese cuarenta por ciento de paro entre los jóvenes, los problemas de integración de unos inmigrantes especialmente castigados por el paro, la inminente subida de impuestos, el abaratamiento de los despidos, esas cosas…: esos auténticos dramas humanos que alguien podría atribuir a las políticas de izquierdas de estos últimos seis años.
Lo primero pone en cuestión las convicciones democráticas de la izquierda española, que yo siempre les he supuesto muy escasas. Y lo segundo, su oportunismo, que yo siempre les he supuesto abundante y desvergonzado.
Las reglas del juego democrático y los grandes consensos en que hemos basado la convivencia de los últimos treinta años se están rompiendo,… y lo peor es que eso está ocurriendo con la satisfacción, anuencia y, quizás, inspiración del Gobierno.
Adenda 1:
Estoy totalmente de acuerdo con la conclusión de Checho:
La izquierda no es demócrata ni democrática. Al menos en España.
Adenda 2:
Estoy empezando a preocuparme seriamente por cual pueda ser el comportamiento de la izquierda ante la eventualidad de que el PP gane las próximas elecciones. Ya tenemos el antecedente de la actuación cuasi golpista del 13-M de 2004. Y ahora este acto claramente antidemocrático, junto con la convicción, creo que fundada en hechos suficientemente contrastados, de que los sindicatos se han convertido en un mero instrumento al servicio del PSOE, dispuestos a la movilización social, pero sólo por cuestiones políticas, abandonada ya la defensa de los trabajadores, que se ha convertido en una mera coartada para justificar su existencia y sus prebendas.
Adendda 3:
Salvadas las distancias y con todas las cautelas que sean precisas, la radicalización de la izquierda (y del nacionalismo) empieza a tomar un cariz que recuerda al que tuvo lugar durante la Segunda República. Quizás hoy la madurez social sea mayor, espero, y sólo eso nos salve.
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1 comentario:
Perfectamente expresado. Creo que es un tema muy grave para la convivencia de la sociedad española pero, creo, se le volverá en contra al PSOE. Ya le pasó con el doberman, cuando no hay argumentos hay insultos y política del miedo. Ah, y gracias por la cita.
Por cierto, saludos del compañero Toño...
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