Dice entre otras cosas lo siguiente: “Con José Bono al frente del PSOE no se hubiera producido el Estatuto secesionista de Cataluña. Con José Bono, la indigna negociación política de tú a tú con la banda terrorista ETA se habría quedado en el zaquizamí de la vida política española. Con José Bono, no hubiéramos asistido a los radicalismos zapatéticos que han empozoñado el desarrollo de nuestra sociedad. Con José Bono, la idea de España como nación se hubiera mantenido incólume y nadie en el PSOE se hubiera atrevido a cuestionarla. Con José Bono la Iglesia Católica no padecería las obsesivas persecuciones a las que está sometida. Con José Bono se mantendría el espíritu de la Transición, el pacto de Estado entre populares y socialistas para las grandes cuestiones nacionales como la territorialidad o el terrorismo. Con José Bono, el PSOE no hubiera cambiado de socio constituyente, no habría sustituido al PP por los voraces partidos nacionalistas. Con José Bono, en fin, que sólo perdió por un puñado de votos ante Zapatero, tendríamos los horizontes despejados”.
Todo esto es cierto sin duda, pero ¿convierte en falsedad todo lo que se sabe sobre el ingente crecimiento de su patrimonio, sea cual sea su origen, legal o ilegal?
Y hay otra cuestión: tengo para mí que de todas las personas que durante más o menos tiempo han tenido responsabilidades en el PSOE, han sido o se han postulado como candidatos, ninguna de ellas hubiera cedido a esas tentaciones radicales. Estoy pensando en líderes socialistas tales como Felipe González, Josep Borrell o Joaquín Almunia. ¡Qué mala suerte tuvimos los españoles en aquel congreso socialista en el que se eligió a Rodríguez!
No sé si en el PSOE son conscientes de haberse equivocado, pero su comportamiento colectivo parece tan gregario y obediente como el de un rebaño, siguiendo al pastor, cualquiera que sea y por cualquier senda por la que quiera conducirles. Les ha dado sí, dos victorias consecutivas, y eso significa puestos, prebendas, colocación para los hijos y mujeres, dinero en definitiva. Y con eso parece bastar. Pero hubieran seguido igualmente a Bono, sin rechistar, por sendas más razonables y menos peligrosas.
En definitiva, radicalismo o responsabilidad son indiferentes y secundarios ante la evidente mejora del estatus de la militancia socialista. Mejora de la que también parece haberse beneficiado Bono.
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