Zapatero dio por suspendido el diálogo con ETA en su comparecencia posterior al atentado, literalmente “hasta que se den las circunstancias exigidas por el Parlamento”; lo que implicaría -tal como se desprende del tenor literal- que si ETA vuelve a declarar otra tregua se volvería a abrir el proceso. Patético. Luego volvió a Doñana.
Pero han debido analizar las reacciones y han reconsiderado la “suspensión”. El editorial de El Mundo ha sido diáfano y cruel, cegador y estruendoso como un rayo: “los ciudadanos pueden llegar a la conclusión de que para acabar con ETA es imprescindible librarse antes de este Presidente”. Una posibilidad imposible de ignorar.
Consecuencia: el proceso ahora está roto. Pero lo han anunciado Blanco primero y Rubalcaba luego, dando la impresión de que desautorizaban al Presidente. Aunque quizás la mejor explicación es que éste se encuentra deprimido o, peor, abochornado por el evidente ridículo cometido. Algo, quedar en ridículo, que nunca jamás puede permitirse un gobernante, no al menos sin abrir inmediatamente un procedimiento, cualquiera de ellos, para su abandono del cargo.
El proceso, pues, está roto, nos dicen. Pero, ¡ojo!, que Zapatero o quienes han actuado en esta ocasión como portavoces acumulan un largo historial de mentiras.
Rubalcaba ha explicitado las dos alternativas posibles: el Pacto Antiterrorista y la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso. Y ha sugerido su preferencia por la segunda de ellas. El Pacto Antiterrorista le otorga al PP un nivel de interlocución y una legitimidad -más ahora en que ha demostrado ser quien tenía razón- que Zapatero siempre le ha negado. Algo a evitar, por tanto.
¿Y el nacionalismo vasco? Ibarreche insistió en que el proceso no debía romperse. Su fin acaba con la oportunidad de un nuevo Estatuto que concediera ahora lo que él solicitó en el Congreso con su proyecto y que fue entonces rechazado. Otegui explica que el proceso no está roto (ETA no pretendía que hubiera muertos). Y lo más grave es que Zapatero en su primera comparecencia coincidió con él.
Vamos a ver, quizás, un cambio de actitud del Fiscal General del Estado. La Justicia al servicio del Gobierno y no al revés. Un cambio de actitud poco edificante, pero que esta vez acierta el rumbo. Otegui, que no ha condenado el atentado, puede verse encausado de nuevo por apología del terrorismo: ha vuelto a reiterar que De Juana Chaos es un preso político.
Pero si el Gobierno quiere hacer un definitivo gesto de firmeza, habrá de comprobar que las nekanes del Partido Comunista de las Tierras Vascas condenan la violencia. Y aplicar, en su caso, la Ley de Partidos. ¿Cómo puede comprobarlo? Fácil: presente el PSE una moción de condena del atentado en el Parlamento Vasco. Y si no se atreve a hacerlo, por temor a las consecuencias que deriven y que el Gobierno habría que adoptar aunque no quiera, le puede ayudar el PP. María San Gil, esa mujer imprescindible, podría hacer un gesto de gran importancia clarificadora. Pero mientras las nekanes continúen presentes en las instituciones vascas, yo no me creo ninguna pretendida firmeza ni ningún cambio de actitud de Zapatero. Nos ha mentido mucho hasta la fecha.
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