La retórica tradicional diferencia entre el fondo y la forma. Pero la tradición se ha quedado obsoleta en esta época mediática, donde la información y la opinión nos saturan. La retórica actual se ha visto sacudida por un hallazgo desolador para los puristas, para los pensadores escrupulosos de la esencia a quienes no importa el envoltorio: “el medio es el mensaje”.
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Rajoy se equivocó en el último debate sobre política antiterrorista celebrado el pasado día 15 de enero. Estuvo riguroso e implacable, irrebatible en el fondo. Tenía razón, toda la razón en lo que dijo. Pero se equivocó en cómo lo dijo. Podía haber estado incluso más duro, haber utilizado argumentos que piadosamente omitió; que yo no hubiera omitido de haber estado en su lugar (¿cómo creer, por ejemplo, a un presidente que predica confianza a los ciudadanos, mientras los altos cargos de su partido reclaman, ya un mes antes, el reintegro del servicio de escolta?) Pero pareció ser él, Rajoy, quien demoliera uno tras otro los puentes tendidos por el Presidente. Y el Presidente no ha tendido ninguno, ni entonces, ni luego. Pero consiguió aparentarlo.
Las formas, las formas... El medio es el mensaje. Ganará quien ocupe el centro, y en los tiempos que corren el centro no se gana con un mensaje centrista, sino con unas formas moderadas. Se puede ser incluso duro, implacable, pero sabiamente moderado. Inteligencia emocional. ZP no es centrista, ni siquiera socialdemócrata, sino de extrema izquierda. No es homologable a Blair, Schroeder o Prodi. ZP está abandonando el centro, hace tiempo que lo ha hecho. Y el PP no debiera reaccionar radicalizando su mensaje, sino apresurándose a ocupar los espacios que va abandonando el PSOE: la nación, la dignidad frente a la violencia terrorista, el apoyo a las víctimas, la sensatez y la ortodoxia económica, incluso -como en Aragón- la honradez en la gestión frente a la corrupción... Pero todo ello de forma sosegada. Sin necesidad de abdicar -especial y precisamente sin abdicar- de uno solo de sus principios. Sin renunciar a nada.
Porque el PSOE nunca tuvo que hacer ninguna renuncia ideológica cuando firmó el Pacto Antiterrorista. Es más, lo propuso él. Pero ese pacto le obligaba a aceptar la iniciativa del Gobierno en la lucha antiterrorista, sin renunciar a sus principios. Pero ahora exige al PP una clara abdicación de principios. ¿Cómo puede pretender con una lógica estricta que pacten juntos quienes solicitan el reconocimiento del derecho de autodeterminación, la liberación de De Juana Chaos, la legalización de Batasuna o la derogación de la Ley de Partidos con el PP? ZP sabe lo que se hace. No sabe gobernar, pero su habilidad para aislar al PP es innegable. Especialmente si cuenta con la colaboración del PP.
¿Quién cruzó el puente a la otra orilla? El PSOE claramente. Pues, siendo así, Rajoy debía haberle invitado una y mil veces a lo largo del debate a cruzarlo de nuevo, dulcemente, melifluamente incluso, sin renunciar por ello a espetarle ni uno solo de los argumentos que empleó e incluso de los que renunció a emplear, aderezando cada invitación con un reproche, para que al final quedara claro que el que había abandonado la orilla de la sensatez, del rigor antiterrorista y de la dignidad nacional había sido ZP; que quien se negaba a cruzar los puentes que se le tendían era él.
Reconozco que es fácil hablar a debate pasado, pero estas son las impresiones que tuve durante el mismo, y que las lecturas y análisis posteriores confirmaron. No puede admitirse que alguien tan radicalizado como Zapatero se permita decir que “El PP cada día se aleja más del centro político con su actitud” sin que estalle un clamor de carcajadas incrédulas.
Las formas, las formas... El medio es el mensaje. Ganará quien ocupe el centro, y en los tiempos que corren el centro no se gana con un mensaje centrista, sino con unas formas moderadas. Se puede ser incluso duro, implacable, pero sabiamente moderado. Inteligencia emocional. ZP no es centrista, ni siquiera socialdemócrata, sino de extrema izquierda. No es homologable a Blair, Schroeder o Prodi. ZP está abandonando el centro, hace tiempo que lo ha hecho. Y el PP no debiera reaccionar radicalizando su mensaje, sino apresurándose a ocupar los espacios que va abandonando el PSOE: la nación, la dignidad frente a la violencia terrorista, el apoyo a las víctimas, la sensatez y la ortodoxia económica, incluso -como en Aragón- la honradez en la gestión frente a la corrupción... Pero todo ello de forma sosegada. Sin necesidad de abdicar -especial y precisamente sin abdicar- de uno solo de sus principios. Sin renunciar a nada.
Porque el PSOE nunca tuvo que hacer ninguna renuncia ideológica cuando firmó el Pacto Antiterrorista. Es más, lo propuso él. Pero ese pacto le obligaba a aceptar la iniciativa del Gobierno en la lucha antiterrorista, sin renunciar a sus principios. Pero ahora exige al PP una clara abdicación de principios. ¿Cómo puede pretender con una lógica estricta que pacten juntos quienes solicitan el reconocimiento del derecho de autodeterminación, la liberación de De Juana Chaos, la legalización de Batasuna o la derogación de la Ley de Partidos con el PP? ZP sabe lo que se hace. No sabe gobernar, pero su habilidad para aislar al PP es innegable. Especialmente si cuenta con la colaboración del PP.
¿Quién cruzó el puente a la otra orilla? El PSOE claramente. Pues, siendo así, Rajoy debía haberle invitado una y mil veces a lo largo del debate a cruzarlo de nuevo, dulcemente, melifluamente incluso, sin renunciar por ello a espetarle ni uno solo de los argumentos que empleó e incluso de los que renunció a emplear, aderezando cada invitación con un reproche, para que al final quedara claro que el que había abandonado la orilla de la sensatez, del rigor antiterrorista y de la dignidad nacional había sido ZP; que quien se negaba a cruzar los puentes que se le tendían era él.
Reconozco que es fácil hablar a debate pasado, pero estas son las impresiones que tuve durante el mismo, y que las lecturas y análisis posteriores confirmaron. No puede admitirse que alguien tan radicalizado como Zapatero se permita decir que “El PP cada día se aleja más del centro político con su actitud” sin que estalle un clamor de carcajadas incrédulas.
El PP ha de hallar el punto de equilibrio entre el medio y el mensaje, entre el fondo y las formas. No puede, siendo un partido de centro moderado, aparecer como de extrema derecha. Y menos porque lo diga alguien tan insolvente como ZP.
2 comentarios:
Estimado amigo:
Lo siento, no puedo estar de acuerdo. No es el momento de “tactismo”. La situación es grave y como tal hay que presentarla al pueblo.
Afirmas que “No puede, siendo un partido de centro moderado, aparecer como de extrema derecha. Y menos porque lo diga alguien tan insolvente como ZP.” El problema es la apariencia, pero esta no depende del grado de moderación del partido. Son otros los factores.
El problema de Rajoy, del PP y de la derecha en general, es su pobre presencia en los medios de comunicación. Cualquier acción que acometa, sea A o bien no-A, será presentada por los medios de propaganda nacional-socialistas como B. Es ese un principio, hoy o por hoy, inconmovible. Adecuar el comportamiento a la posible reacción de los corifeos del pacto antiPP es, a mi modo de ver, un craso error.
Si el PP llegase a gobernar se verá obligado a proponer medidas muy serias: Investigación del 11M, connivencia del nacionalismo-periférico con ETA, depuración de los cuerpos y fuerzas de seguridad, reforma de la ley electoral, cambios en la Constitución… y si no lo hace una buena parte de su electorado le dará la espalda, a él y al sistema.
Pero para llegar a gobernar también necesita a esa misma parte de su electorado. Recuerda que ya hay mucho votante del PP arto de ciertas componendas (por ejemplo, Arenas y el estatuto Andaluz, por citar algo muy próximo en estas fechas). Ya hay muchos que, sin haber decidido cambiar su voto, miran a un lado y otro buscando posibles alternativas que pudieran representar una regeneración democrática.
El PSOE está quemando a sus votantes moderados, los empuja hacia la abstención. Estos no votarán NUNCA al PP. De ahí que el PP debe dirigirse a su electorado, intentar que no se desmovilice, para no perderlo.
El electorado de centro-derecha no se identifica incondicionalmente con la actuación del partido, sino con un conjunto de principios en el que la dignidad y la claridad en las intenciones resultan irrenunciables. Tender puentes hacia el Sr. Rodríguez para que sea éste quien los rechace… es poner la cara para que se la abofeteen. Y cada bofetada al PP es sentida por su electorado como una bofetada en la propia cara. Son estas ocasiones cuando exclaman. “.. y es que estos del PP, además son tontos”
Cuando a nuestro alrededor votantes del PP o del PSOE empiezan a manifestarse desencantados con la clase política, son votos que se pierden. Donde no se pierden, es entre el electorado del los aliados del PSOE. Esa reserva estratégica que, en cualquier momento, auxiliará al PSOE, permite entrar a este partido en una guerra de desgaste, en la que el PP tiene las de perder. El centro derecha no puede aspirar a reclutar un votante de centro-izquierda, perdiendo para ello dos de sus votantes, de aquellos que le votaron en las últimas elecciones.
Un cordial saludo de Carlos56
Estimado Carlos56:
Observo consternado que no he debido explicarme bien, nada bien. En ningún momento he hablado de tactismo. Ni se me ocurriría, y menos con alguien que, como ZP, ha demostrado carecer de escrúpulos y de palabra. El ejemplo de Arenas no me sirve, porque ese sí es un ejemplo contrario a lo que yo propongo: ahí sí que ha habido a mi juicio abdicación de principios. ¿De qué nos sirve que luego salga criticando al PSOE acerbamente, si previamente se ha sumado a apoyar algo, la reforma del Estatuto de Andalucía, que espanta a nueve de cada diez de sus votantes? Y lo que digo de ese Estatuto es válido también para el de Aragón, donde el PP también está haciendo un papelón. Con el agravante de que aquí no podremos ni votar, porque ni lo van a someter a referéndum. (¡Qué oportunidad ha perdido el PP aragonés reclamando la consulta popular para apuntarse un tanto de oro! Aunque en mi opinión nunca debiera haberse sumado a ésta ni a ninguna otra reforma, ni con ni sin consulta. Pero ya que lo hace, al menos con consulta).
El centro en España es escaso. De hecho en otros países el voto es mucho más pragmático y menos ideologizado. Allí hay cambios electorales más importantes. Aquí no, aquí quienes provocan el cambio son apenas dos o tres millones de votantes que de unos comicios a otros cambian el sentido de su voto, o se abstienen. El secreto del éxito es ganar estos apoyos sin perder los propios. Y más concretamente ocupar el centro sin abdicar de los principios que aglutinan al cuerpo electoral propio.
Nunca tampoco cambiaría mi lenguaje para tratar de conseguir la indulgencia de los medios afines al PSOE, porque esa es tarea inútil y cargada de riesgos. Pero sí lo cambiaría para evitar esa imagen de intransigencia. Porque se puede ser intransigente, se debe serlo en defensa de lo que se cree, pero sin recurrir a un lenguaje tonante y apocalíptico; no al menos en un debate parlamentario, no en “ese” debate concretamente.
Me explicaré. Rajoy es un excelente parlamentario, mucho mejor que Zapatero y creo que hubiera hecho una mejor “faena” de haber empleado la sutileza, la ironía y, si me apuras, la burla: haber hecho quedar a Zapatero por tonto, pero no porque él, ¡por Dios, no!, se lo llamara, sino porque ETA le ha hecho quedar como un tonto; o peor aún, porque él mismo se había puesto en ese trance. Y a partir de ahí, instarle una y otra vez a cruzar en sentido inverso el puente que jamás debió cruzar a la orilla de la imprudencia. Hablarle desde la “lealtad”, desde la sabiduría de los años, de la experiencia y de la superior inteligencia. Que los españoles hubieran percibido en Rajoy esa generosidad que nace de quien es superior, más sabio, más experimentado, mejor preparado para gobernar. Eso sí hubiera dejado a Zapatero humillado. Y rechazar, como estaba dispuesto a hacer y ha hecho, la mano tendida, rechazar los puentes que se mantienen abiertos para que vuelva a la cordura le hubieran hecho quedar a él como intolerante y obcecado, a pesar de su fracaso reciente. Ese hubiera sido mi discurso y mi actitud. Y para eso no hubiera tenido que hacer dejación de ni uno solo de mis principios y argumentos, sino que hubiera tenido ocasión de reafirmarlos.
Más o menos, eso es lo que yo quería explicar y en lo que creo que Rajoy se equivocó.
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