viernes, octubre 22, 2010

Misiones españolas en Norteamérica

Imagino que esa fachada churrigueresca les resultará más o menos familiar, aunque no la conozcan. Indudablemente tiene sello español.

Se encuentra en San Antonio de Texas, Estados Unidos, una ciudad que en su área metropolitana cuenta con dos millones de habitantes. Es la antigua Misión de San José. 

Sin duda alguna, la huella española en Norteamérica no es tan abundante como lo es en el sur del continente, pero a lo largo de aquel extensísimo territorio hay importantes testimonios de nuestra presencia allí, que se prolongó por más de trescientos años. Aquí tienen algunos ejemplos, desde el castillo de San Marcos en Florida hasta la Misión de San José.

Durante todo el siglo XVI, prácticamente los únicos europeos que recorrieron aquellos inmensos territorios norteamericanos fueron los españoles, y sólo a principios del siglo XVII los ingleses consiguieron establecer sus primeras colonias permanentes en las costas de Virginia y Nueva Inglaterra. Sin embargo, el distinto emplazamiento de sus colonias y las diferencias del territorio en que unos y otros se asentaron permitieron que los ingleses aumentaran rápidamente su población, mientras que en el caso de los españoles nunca se consiguió una colonización efectiva y numerosa, más que en unos pocos lugares. Algunos de ellos hoy son ciudades pujantes: San Antonio de Texas, Los Ángeles, San Francisco y San Diego en California, Santa Fe en Nuevo Mexico, San Agustín en Florida. Esta última es la ciudad más antigua del territorio continental de los Estados Unidos. Sin embargo, en la isla de Puerto Rico, San Juan es aún más antigua.

Cabe destacar que la colonización española se orientó preferentemente hacia el sur. De hecho, se alcanzaron mucho antes territorios notablemente más alejados de España que la costa norteamericana. El hecho de que los barcos zarparan desde Cádiz e hicieran escala en las islas Canarias aprovechando luego los vientos alisios, tuvo mucho que ver con ello. El sur quedaba más cerca.

Fíjense que los españoles llegaron a la Patagonia y al estrecho de Magallanes y no a las costas de Nueva York o a los Grandes Lagos. Y se conquistó antes Paraguay que la Florida y Chile mucho antes que California. Además empezamos la conquista por “la espalda”. Antes Chile que el río de la Plata, antes Perú que la cuenca del Orinoco, y el Amazonas desde los Andes, tan lejanos, antes que por su desembocadura, muchísimo más próxima.

En segundo lugar, España durante aquellos siglos nunca tuvo un peso demográfico importante que le permitiera ocupar todo aquel extenso territorio. Nunca tuvo un número suficiente de colonos para poblar las tierras del norte.

La presencia, por otra parte, de indios hostiles y nómadas, con técnicas de combate no convencional, restaba eficacia a la supuesta superioridad armamentística de los europeos. Las armas de fuego de un solo disparo eran notablemente ineficaces frente a las flechas, y la ventaja del caballo fue anulada cuando también los indios del Medio Oeste aprendieron a montar. Por el contrario, ni los indios de Florida ni los de California incorporaron el caballo a su cultura. También los ingleses sufrieron en el primer siglo de colonización bajas muy abundantes en sus enfrentamientos con los indios, que indudablemente frenaron la expansión hacia el oeste. De hecho, las aplastantes victorias sobre los indios que muestran las películas del Oeste sólo se produjeron cuando se inventaron las armas de repetición.

Mientras que la colonización inglesa tuvo lugar mediante una ocupación efectiva del terreno, su cultivo y la posterior fundación de pueblos y ciudades, los franceses, que se extendieron desde los Grandes Lagos hasta el Golfo de Mexico por el Misisipi, fundaron fuertes y puestos comerciales, dedicados fundamentalmente al comercio de pieles. Por su parte, los españoles basaron su colonización en la fundación de presidios y misiones, y sólo ocasionalmente mediante colonias, que tuvieron un éxito relativo. Los presidios no eran cárceles, como parece indicar el nombre, sino fortificaciones. Fuertes, como los de los franceses. Pero nunca lograron, como ya he dicho, significativos asentamientos de población.

Durante casi dos siglos el territorio de Texas careció de interés para los españoles, por las dificultades del establecimiento en aquel territorio inhóspito. Sin embargo, la constatación de la presencia francesa en el Misisipi y Golfo de México incentivó su interés por contener su presencia. Fruto de ello fue la fundación de presidios, misiones y el intento de colonización, que se basó en la emigración forzada de colonos, preferentemente de origen canario. El hecho de que fueran básicamente canarios también vino motivado por las crisis alimentarias de los primeros años del siglo XVIII en el archipiélago.


Es por eso que en la catedral de San Antonio de Texas, la más antigua de los Estados Unidos, se venera una imagen de la Virgen de la Candelaria.

En marzo de 1730, los primeros colonos, quince familias, con un total de cincuenta y siete miembros, de las que la mayoría procedían de Lanzarote, partieron del puerto de Santa Cruz de Tenerife, a bordo del navío “Nuestra Señora de la Trinidad y del Rosario”, y tras un largo periplo por Cuba y Veracruz llegaron al presidio de San Antonio de Béjar el 9 de marzo de 1731, donde se unieron a la guarnición presente en esas tierras desde 1718.

Los colonos canarios introdujeron las técnicas de cultivo y regadío de su lugar de origen y fundaron una pequeña población a la que llamaron San Femando de Béxar junto al río San Antonio, entre ese río y el San Pedro, frente a la Misión franciscana de San Antonio de Valero. Con el tiempo la villa creció, convirtiéndose en 1772 en la capital de Texas.

Más tarde, Texas formó, junto a Coahuila, uno de los Estados de México. Durante el periodo de existencia de la República independiente de Texas (1836-1845) se estableció el condado de Béxar, y la ciudad recibió su actual nombre de San Antonio de Texas y, finalmente, a partir de 1846, todo aquel extenso territorio, con una superficie superior a la de España, se integró en los Estados Unidos de América.

El Parque Nacional Histórico de las Misiones de San Antonio incluye cuatro de esas misiones españolas, construidas a lo largo del río del mismo nombre, y que ahora se encuentran incluidas en el interior de la metrópoli. De norte a sur son las siguientes:

Misión Nuestra Señora de la Purísima Concepción de Acuña


Misión San Francisco de la Espada
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Misión San José y San Miguel de Aguayo. Esta es llamada, por su tamaño y estado de conservación, la reina de las misiones.


Misión San Juan Capistrano


La que es posiblemente la más famosa, la misión franciscana de San Antonio de Valero, más conocida como El Álamo, no forma parte del Parque, y se encuentra igualmente integrada en el interior de la ciudad, unos pocos kilómetros más al norte de la Misión de San José. En ella tuvo lugar, más de cien años después de su fundación, la batalla por la que pasó a la Historia, entre tejanos de origen anglosajón y las tropas mexicanas del general Santa Anna.



La historia de la presencia de España en lo que hoy es el territorio de los Estados Unidos es apasionante y, sin duda alguna, dejó una huella imperecedera que deberíamos conocer.
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