viernes, octubre 01, 2010

Matones de mierda



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¿Cómo debe medirse el éxito o fracaso de la huelga general del pasado 29 de septiembre?

No creo, al revés de lo que pretenden hacernos creer los sindicatos, que el éxito de la huelga deba medirse por el seguimiento de la misma, sino por sus resultados tangibles. La protesta se realizaba en contra de la reforma laboral, anunciada hace ya cuatro meses. Es decir, hemos -han: yo no la secundé- celebrado una huelga general extemporánea y diferida. ¿Va a reconsiderar el Gobierno la reforma laboral? No, no puede. Nos viene impuesta por el resto de nuestros socios europeos, que, a la vista de la manifiesta incompetencia de Zapatero, nos tutelan.

Dense cuenta que uno de los grandes problemas de la economía española es la pérdida de competitividad.

Una buena parte de las medidas puestas en marcha por Zapatero durante su primer mandato no han hecho otra cosa que erosionar la competitividad española. Y todas ellas han sido aplaudidas por la progresía, que ahora se enfrenta a las consecuencias. La política antinuclear, tan celebrada por esa izquierda irresponsable, hace que nuestras empresas paguen la energía más cara que el resto de nuestros competidores europeos. La política educativa igualitaria y permisiva, retirando por la vía de urgencia las políticas de mejora de la calidad del Gobierno de Aznar, han hundido a la educación española y sus resultados por debajo de la media de los países desarrollados, como demuestran los informes de la OCDE. El incremento de las transferencias de competencias y el vaciamiento del Estado, en nombre de una fantasmagórica e inconcreta mejora del autogobierno, ha incrementado el gasto público, generado una maraña normativa y burocrática que asfixia a nuestras empresas y rompe el mercado único español.

Estas son las consecuencias:

La competitividad española ha perdido 19 puestos en el ranking mundial desde que gobierna Zapatero.

Ahora se trata de recuperar la competitividad, laminada con el aplauso y conformidad de la progresía, de la forma más reaccionaria posible: recortando los derechos laborales, en términos nunca igualados desde el inicio de la Transición. Por obra y gracia de Zapatero.

Los sindicatos saben que en términos de resultados, la huelga es un fracaso, porque no van a poder arrancar a Zapatero ninguna rectificación ni concesión, más allá de algunas escenas de sofá y buenas palabras. Habremos de conformarnos con eso porque nos lo venderán como un éxito. Un caramelito para que el niño se calle y deje de llorar. Ese es el concepto en que nos tienen.

Pero si medimos el éxito de la huelga por su participación, aún ha sido más rotundo su fracaso, aunque pretendan enmascarar los datos. Ni siquiera el Gobierno ha querido contribuir a la frustración sindical y por primera vez en la historia reciente, se ha negado a aportar datos oficiales. Y si la participación ha sido tan escasa como todos hemos visto, ¿cuál hubiera sido su impacto sin la presencia de piquetes y sus coacciones?

Valoración en la prensa

No hay nada que más me repugne del comportamiento humano que el matonismo, esa cobardía del individuo cuando ejerce la violencia que no se atrevería a demostrar en solitario, arropado por un grupo. Los ejemplos demostrados en esta huelga han sido abundantísimos y repugnantes.

Tomo algunas muestras del artículo de Carlos Herrera en el ABC:

Un piquete entró en un estanco de Sevilla y tras pedir tabaco para todos se marcharon sin pagar al grito de “esquirol de mierda”.

A un conductor de autobús de transporte escolar con pegatina de «servicio mínimos» le reventaron la luna delantera -con los niños dentro- mediante el consabido lanzamiento de bola de acero.

Los profesores de una escuela de Montellano tuvieron que aplacar la violencia de los mafiosos del SAT -Sindicato Andaluz de Trabajadores- que, con Diego Cañamero al frente, interrumpieron las clases y obligaron a sacar los niños a la calle.

Un rumano que recogía chatarra tuvo que abandonar su carro de supermercado lleno después de que un piquete se divirtiera lanzándole petardos a los pies.

El Mesón el Serranito fue destrozado por un piquete, en el que se encontraban destacados golfos de Izquierda Unida que le rompieron el mobiliario mientras conminaban al dueño a cerrar su negocio.

A lo largo de la geografía española ha habido cientos de casos similares, abusos, amenazas, vejaciones, coacciones…

Pero el Gobierno pretende apoyarse en ellos. Son de los suyos:

De la Vega califica el comportamiento de los huelguistas de "razonable" durante el 29-S

Estos son los que dicen representar y defender nuestros intereses. Y no, yo no quiero que esta gentuza miserable me represente ni me defienda. Yo quiero que esa gente sea procesada, juzgada y condenada, por cobardes, más que por delincuentes. Me alegro de que alguien, ya que no la Fiscalía, haya tomado la iniciativa:

Manos Limpias denuncia a Méndez y Toxo por las acciones violentas de los piquetes

Como señala Carlos Herrera, la gente suele llevar muy mal que la humillen. Hay un viejo dicho que aconseja matar a tu enemigo antes que humillarlo, porque humillado nunca olvidará. Ni perdonará.

Es con esos con los que el Gobierno va a iniciar ahora la fase de “tocamientos”. No han calculado la desafección que han acumulado en esa triste jornada, ni los votos que han hecho perder a su jefe, Zapatero, para el que creen trabajar. No le han hecho ningún favor.

Entrevista a Cándido Méndez y a María Teresa Fernández de la Vega

El Estado de Derecho no puede dejar de seguir vigente, ni siquiera en un día de huelga. Precisamente entonces, menos que nunca. Quizás haya que recordar que, por ejemplo, la Ley británica de Huelga no permite, según me han dicho, los piquetes informativos el día de paro. La información hay que darla, razonablemente, los días previos. Habré de confirmar este extremo.

En fin, como he leído en algún foro, este Gobierno nació asaltando la sedes del partido rival. Era el 13 de marzo de 2004. Estamos recogiendo los frutos. Hemos caído en manos de matones. ¿Venezuela es el ejemplo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los mismos que enarbolan la bandera de UGT y CCOO, y participan en este tipo de maniobras sindicales saliendo a la calle con el único fin de pisotear los derechos de los que no comparten su cazurrismo y su lobby de poder; éstos son los mismos que hace 50 años defilaban con la camisa azul de la falange...ahora son camisas rojas, la misma vergüenza y la misma calaña.

Una pena.


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