Un amigo, posiblemente el que más me fustiga, me acusa de falta de imparcialidad. ¡Demonios! ¿Tengo obligación de serlo? Sí, sin duda, sobre todo si pretendo resultar creíble.
He criticado en mi anterior artículo las vacaciones de Montilla, que no ha interrumpido ni ante la comparecencia de Pizarro, o las de Zapatero (recuerden: ¿de qué descansará el hombre?) Pues ahora toca, efectivamente, preguntarse -críticamente- por las vacaciones de Rajoy Me apunta mi amigo un artículo de El Periodista Digital.
Y Mariano Rajoy de vacaciones
Hay varios argumentos interesantes:
Se cita en el artículo el españolismo sobrevenido de Zapatero, que ya otros comentaristas han advertido antes, sin creérselo, por supuesto. ¿Quién puede creer a estas alturas a Zapatero? Dos ejemplos:
España como burladero
¿Se ha vuelto patriota Rodríguez?
Pero, por otra parte, son muchos los que empiezan a cuestionarse la falta de iniciativa de Rajoy ante la inminencia de las elecciones, para las que, en el mejor de los casos, quedan ocho meses, y las malas expectativas que otorgan todas las encuestas al PP. Creo que debe andar el hombre desanimado. Ha hecho esfuerzos sinceros e ímprobos, ha formulado propuestas cargadas de razón y sentido común, ha tratado de articular una oposición leal y consistente ante un auténtico trujimán sin ideología, sin principios, artero y oportunista como no nos podíamos llegar a imaginar. Y no está cuajando. Tiene motivos para el desánimo.
En mi opinión, han sido los propios barones de su partido los que han erosionado su liderazgo y han dejado en evidencia una más que inquietante falta de coherencia interna en el PP. El tema de las reformas estatutarias ha dejado al descubierto la falta de consistencia de su liderazgo y la ausencia de un discurso coherente y unitario en su partido, que él, un hombre que huye ante todo de la confrontación, no ha sabido imponer. Inteligencia, convicción, y coherencia: ¿dispone el PP de ellas en cantidad suficiente para convencer a su electorado, para alzarse como el referente único y alternativo de una clase media que se siente ante todo española y que observa con alarma un horizonte de progresiva proletarización para ellos y para sus hijos?
Pedro J. Ramírez hacía un diagnostico preciso de la situación en su larga carta semanal del domingo, día 12 de agosto, en El Mundo. En ella proponía buscar el refuerzo de Rodrigo Rato, casi como último recurso.
Operación Roger Rabbit
Tiene razón, sin duda. Pero mal deben andar las cosas cuando sólo queda un último cartucho en la recámara.
He criticado en mi anterior artículo las vacaciones de Montilla, que no ha interrumpido ni ante la comparecencia de Pizarro, o las de Zapatero (recuerden: ¿de qué descansará el hombre?) Pues ahora toca, efectivamente, preguntarse -críticamente- por las vacaciones de Rajoy Me apunta mi amigo un artículo de El Periodista Digital.
Y Mariano Rajoy de vacaciones
Hay varios argumentos interesantes:
Se cita en el artículo el españolismo sobrevenido de Zapatero, que ya otros comentaristas han advertido antes, sin creérselo, por supuesto. ¿Quién puede creer a estas alturas a Zapatero? Dos ejemplos:
España como burladero
¿Se ha vuelto patriota Rodríguez?
Pero, por otra parte, son muchos los que empiezan a cuestionarse la falta de iniciativa de Rajoy ante la inminencia de las elecciones, para las que, en el mejor de los casos, quedan ocho meses, y las malas expectativas que otorgan todas las encuestas al PP. Creo que debe andar el hombre desanimado. Ha hecho esfuerzos sinceros e ímprobos, ha formulado propuestas cargadas de razón y sentido común, ha tratado de articular una oposición leal y consistente ante un auténtico trujimán sin ideología, sin principios, artero y oportunista como no nos podíamos llegar a imaginar. Y no está cuajando. Tiene motivos para el desánimo.
En mi opinión, han sido los propios barones de su partido los que han erosionado su liderazgo y han dejado en evidencia una más que inquietante falta de coherencia interna en el PP. El tema de las reformas estatutarias ha dejado al descubierto la falta de consistencia de su liderazgo y la ausencia de un discurso coherente y unitario en su partido, que él, un hombre que huye ante todo de la confrontación, no ha sabido imponer. Inteligencia, convicción, y coherencia: ¿dispone el PP de ellas en cantidad suficiente para convencer a su electorado, para alzarse como el referente único y alternativo de una clase media que se siente ante todo española y que observa con alarma un horizonte de progresiva proletarización para ellos y para sus hijos?
Pedro J. Ramírez hacía un diagnostico preciso de la situación en su larga carta semanal del domingo, día 12 de agosto, en El Mundo. En ella proponía buscar el refuerzo de Rodrigo Rato, casi como último recurso.
Operación Roger Rabbit
Tiene razón, sin duda. Pero mal deben andar las cosas cuando sólo queda un último cartucho en la recámara.
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