No es casual que aparezca Marcelino Iglesias en la foto que ilustra este artículo. Juega su papel en la estrategia de Zapatero. Y por nuestra proximidad, tenemos mucho que ceder a Cataluña.
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Decía uno de estos días Martín Ferrand que Rodríguez Zapatero tiene un proyecto para España que se llama precisamente así: José Luís Rodríguez Zapatero. Sólo se trata de perpetuarse en el poder, por todos los medios. Todos sus actos desde el inicio de la legislatura, aparte de imponernos sus obsesiones, han tenido como objetivo la destrucción o descalificación del Partido Popular como alternativa, tratando incluso de negarle toda legitimidad democrática. Y aislarlo.
En ese proyecto de Zapatero, Cataluña juega un papel fundamental, complementado en parte, aunque con menos eficacia, por Andalucía.
Hay algunos datos tremendamente significativos:
En las elecciones generales del 2004, el PSOE obtuvo 11.026.163 votos de los que 1.586.748 procedían de Cataluña y 2.377.455 de Andalucía. Sin estas dos comunidades el PSOE sólo hubiera obtenido 7.061.960.
En esos mismos comicios, el PP obtuvo 9.763.144 votos de los que 626.107 procedían de Cataluña y 1.514.987 de Andalucía. Sin ellos, el PP hubiera obtenido 7.622.050, superando al PSOE en el resto de España.
Obsérvese que los votos del PSOE en Cataluña casi triplican a los del PP, mientras que en Andalucía no llega a doblarle.
En las pasadas y recientes elecciones municipales, el PSOE obtuvo 7.752.635 votos de los que 865.498 procedieron de Cataluña. El PP obtuvo 7.909.939 de los que sólo 291.867 procedieron de esa comunidad. Las diferencias sin ellos todavía hubieran sido más acusadas: 6.887.137 el PSOE por 7.618.072 el PP.
Queda clara la relevancia de esa comunidad para Zapatero. Es la pieza clave de su proyecto. Siempre lo ha sido. Es por eso que no tuvo ningún empacho en romper el Archivo de Salamanca para atender las reivindicaciones catalanas. Y es por eso que prometió la imprudente reforma estatutaria que conocemos, y con esa excusa se modificó de la forma más favorable posible su sistema de financiación, en base a su aportación en el PIB nacional. (Para Andalucía también se eligió el criterio más favorable, su población: ambos métodos contradictorios configuran un sistema de financiación de imposible encaje, como sabe cualquier estudiante de matemáticas, y por supuesto no ampliable al resto de España). La determinación del caudal ecológico del Delta del Ebro también ha roto con una de las instituciones más características de los últimos setenta y tantos años: las confederaciones hidrográficas. Como una singularidad, la determinación del caudal ecológico del Delta se hará de forma bilateral, al margen del órgano de gestión de cuenca. El anuncio de la creación de una comisión de seguimiento de las inversiones en Cataluña da una nueva medida del trato preferencial que Zapatero otorga a esta comunidad. ¿Por qué sólo en Cataluña? ¿Por qué no en Aragón o en Madrid?
Obsérvese cómo para dar un trato preferente y singularizado a Cataluña, propio de una confederación de facto, Zapatero no ha tenido ningún escrúpulo en romper un archivo nacional, los principios constitucionales de solidaridad interterritorial y convergencia económica o el principio de unidad de gestión de cuenca. Ninguno de los grandes principios en los que se asienta nuestra convivencia o nuestra propia existencia como nación parece oponerse a los superiores designios o a la carencia de escrúpulos de Zapatero.
Con esos antecedentes, es claro que Aragón tiene todas las de perder en los contenciosos con la comunidad vecina. El caudal ecológico del Delta supone un peligro para nuestros intereses hidráulicos de una entidad incomparablemente mayor que la que pudo suponer en su momento el Trasvase. Este nunca comprometió la Reserva Hidráulica, mientras que las reivindicaciones catalanas sí. Y éstas se mantienen legalmente vivas. Y el gobierno de Zapatero jamás intervendrá, o si lo hace nunca será a nuestro favor, en el tema de las obras de arte sacro de las parroquias orientales.
Marcelino Iglesias forma parte de esa estrategia, con su presencia silente y atemperadora de conflictos, siempre inclinando de forma inadvertida y tramposa la balanza donde se juegan nuestros intereses hacia Cataluña.
En ese proyecto de Zapatero, Cataluña juega un papel fundamental, complementado en parte, aunque con menos eficacia, por Andalucía.
Hay algunos datos tremendamente significativos:
En las elecciones generales del 2004, el PSOE obtuvo 11.026.163 votos de los que 1.586.748 procedían de Cataluña y 2.377.455 de Andalucía. Sin estas dos comunidades el PSOE sólo hubiera obtenido 7.061.960.
En esos mismos comicios, el PP obtuvo 9.763.144 votos de los que 626.107 procedían de Cataluña y 1.514.987 de Andalucía. Sin ellos, el PP hubiera obtenido 7.622.050, superando al PSOE en el resto de España.
Obsérvese que los votos del PSOE en Cataluña casi triplican a los del PP, mientras que en Andalucía no llega a doblarle.
En las pasadas y recientes elecciones municipales, el PSOE obtuvo 7.752.635 votos de los que 865.498 procedieron de Cataluña. El PP obtuvo 7.909.939 de los que sólo 291.867 procedieron de esa comunidad. Las diferencias sin ellos todavía hubieran sido más acusadas: 6.887.137 el PSOE por 7.618.072 el PP.
Queda clara la relevancia de esa comunidad para Zapatero. Es la pieza clave de su proyecto. Siempre lo ha sido. Es por eso que no tuvo ningún empacho en romper el Archivo de Salamanca para atender las reivindicaciones catalanas. Y es por eso que prometió la imprudente reforma estatutaria que conocemos, y con esa excusa se modificó de la forma más favorable posible su sistema de financiación, en base a su aportación en el PIB nacional. (Para Andalucía también se eligió el criterio más favorable, su población: ambos métodos contradictorios configuran un sistema de financiación de imposible encaje, como sabe cualquier estudiante de matemáticas, y por supuesto no ampliable al resto de España). La determinación del caudal ecológico del Delta del Ebro también ha roto con una de las instituciones más características de los últimos setenta y tantos años: las confederaciones hidrográficas. Como una singularidad, la determinación del caudal ecológico del Delta se hará de forma bilateral, al margen del órgano de gestión de cuenca. El anuncio de la creación de una comisión de seguimiento de las inversiones en Cataluña da una nueva medida del trato preferencial que Zapatero otorga a esta comunidad. ¿Por qué sólo en Cataluña? ¿Por qué no en Aragón o en Madrid?
Obsérvese cómo para dar un trato preferente y singularizado a Cataluña, propio de una confederación de facto, Zapatero no ha tenido ningún escrúpulo en romper un archivo nacional, los principios constitucionales de solidaridad interterritorial y convergencia económica o el principio de unidad de gestión de cuenca. Ninguno de los grandes principios en los que se asienta nuestra convivencia o nuestra propia existencia como nación parece oponerse a los superiores designios o a la carencia de escrúpulos de Zapatero.
Con esos antecedentes, es claro que Aragón tiene todas las de perder en los contenciosos con la comunidad vecina. El caudal ecológico del Delta supone un peligro para nuestros intereses hidráulicos de una entidad incomparablemente mayor que la que pudo suponer en su momento el Trasvase. Este nunca comprometió la Reserva Hidráulica, mientras que las reivindicaciones catalanas sí. Y éstas se mantienen legalmente vivas. Y el gobierno de Zapatero jamás intervendrá, o si lo hace nunca será a nuestro favor, en el tema de las obras de arte sacro de las parroquias orientales.
Marcelino Iglesias forma parte de esa estrategia, con su presencia silente y atemperadora de conflictos, siempre inclinando de forma inadvertida y tramposa la balanza donde se juegan nuestros intereses hacia Cataluña.
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