jueves, marzo 20, 2008

El último que apague la luz

Isabel San Sebastián publica hoy, jueves santo, en El Mundo un artículo clarividente titulado “Feudalización”.

Nos dirigimos, dice, a un “Estado feudal”. Del “proyecto común y compartido” de Ortega, hemos pasado al “sálvese quien pueda” o al -esto lo digo yo- “tonto el último”. Las comunidades se han lanzado en una loca carrera por arramblar con los últimos jirones, cuanto más mejor, del Estado y de lo que antaño fue una Nación.

Para mí estaba claro desde hace años que el imperfecto modelo autonómico alumbrado por la Constitución, abierto a nuevas e ilimitadas transferencias y delegaciones de competencias, indefinido, asimétrico, contradictorio con los principios de igualdad y solidaridad proclamados en ese mismo texto constitucional, sólo podía acabar en esta orgía de buitres hambrientos disputándose el cadáver nacional: la financiación, el patrimonio histórico y documental, el agua... Hasta el principal partido de la oposición ha claudicado ante la marea imparable de las reformas estatutarias que nadie quiere, nadie necesita y nadie vota, cuando la lógica y el sentido común deberían estar haciendo que recapacitáramos sobre la vigencia, utilidad y conveniencia de lo que hemos alcanzado y su eventual reversión y desmantelamiento.

El modelo autonómico era un modelo “cuasi federal”, muy imperfecto, pero en cualquier caso distinto del confederal, más imperfecto aún, que se ha abierto con la reforma del Estatuto catalán, en donde una parte de esa confederación de facto queda sometida a los dictámenes de la otra: los representantes catalanes intervienen en los órganos de gobierno del Estado, pero éste ha perdido cualquier posibilidad de intervención o control en Cataluña.

Y se abre ahora la posibilidad de modificar el Estatuto del País Vasco, que no será menos autonomista que el catalán recién reformado, a cambio de aparcar el referéndum de Ibarreche, que con esta reforma ya no hará falta. Si a ello sumamos el régimen fiscal de que disfruta como consecuencia del cupo vasco, ¿en qué se diferenciará el País Vasco de un Estado soberano independiente? En una sola cosa, muy favorable para ellos: en que además estará financiado y mantenido por el resto de España, como ya lo está en la actualidad.

Si el PP, secuestrado por los barones regionales, sucumbe a esta tentación disgregadora, como ha hecho en esta última legislatura, sólo quedará un pequeño partido estrictamente nacional: UPyD, con fuerzas de momento insuficientes para influir contra estos impulsos autodestructivos tan poderosos como los que parecen habernos invadido colectivamente.

Concluyo con una frase de Isabel San Sebastián, premonitoria: “Veremos lo que dan de sí las taifas cuando lleguen las vacas flacas”.


Resulta descorazonador pensar que quizás sólo la crisis económica, sólo la necesidad, nos persuada de lo conveniente que resulta seguir unidos. Y quizás ni eso.

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