lunes, mayo 14, 2007

El pulso de ETA

Hace pocos días la Asociación de Fiscales reunida en asamblea solicitó la dimisión del Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido: 160 votos a favor de la dimisión y 2 en contra. ¿Está justificada esa petición?

La Confederación Española de Policía ha acusado a Conde Pumpido de una "presunta dejación de funciones" por no instar a la ilegalización de ANV.

Son ya muchas las asociaciones, como reflejo de una opinión pública cada vez más extendida, las que cuestionan el desairado papel que está jugando este personaje. No cabe duda de que Conde Pumpido pasará a la Historia, y no será precisamente bien valorado.

Basta que el Fiscal haya apuntado a El País la posibilidad de instar la ilegalización de ANV si los líderes de Batasuna la apoyan, para que éstos se hayan apresurado a hacerlo. Su seguridad resultaría pasmosa en otras circunstancias. En las actuales, son tantas las certezas de la claudicación del Estado que ya no sorprende otra más. Conde Pumpido se ha tenido que desdecir: es claro que no piensa, ni lo pensaba cuando lo dijo, ilegalizar a ANV.

Estos días se ha sabido, por una noticia de ABC, que fue el propio Gobierno el que indicó a ETA la forma en que podría bordear la Ley de Partidos. La reunión en que se pactó la estrategia a seguir se celebró en una ciudad europea a primeros de abril. El Gobierno ha desmentido la noticia, pero incluso la prensa extranjera da más credibilidad a la noticia que al desmentido del Gobierno.

ETA sabe que puede echar todos los pulsos que quiera al Gobierno. Éste se está poniendo progresivamente en sus manos. Le bastaría ahora confirmar esa noticia, hacer saber que efectivamente fue el Gobierno quien le indicó la forma en podría perpetrar un fraude de ley para concurrir a las elecciones, para que las expectativas del PSOE se hundieran. ETA puede echar todos los pulsos que quiera porque sabe que los tiene ganados. No se recata en hacerlo y disfruta demostrando su fuerza, humillando al Gobierno, y con él al Estado. Y con ellos, a la Nación.

Lo extraño, lo terrible, es que existiendo ya esa certeza moral, la
cesión, la entrega absoluta del Gobierno, una parte importante de la población siga manteniendo su apoyo. Nunca la sociedad española en los últimos treinta años había estado tan abotargada y rendida. Una pena.




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