El tonto esférico (I)

El tonto esférico es el tonto global, el que lo es desde cualquier punto de vista, sin matices, sin aristas, redondo.

Hasta hoy siempre había sostenido que me bastaban tres palabras para definir a Rodríguez: sectario, irresponsable y mendaz. Con el tiempo he ido dándome cuenta que estaba equivocado, y que estaba dejando fuera un rasgo definitorio esencial para describir al personaje; descripción que sin él quedaba incompleta: Zapatero es ante todo tonto, muy tonto.

Creo que era Raúl del Pozo quien definía a Felipe González como un “gatazo tontiastuto”. Seguramente la astucia (la marrullería si prefieren) no esté reñida con la estupidez. Es un complemento perfecto de ella: la enmascara, incluso permite al tonto profundizar y perfeccionarse en la práctica de la estupidez, autoconvencerse de que es dueño de una inteligencia que no tiene, y que sólo es astucia.

Los errores, cuando tienen consecuencias sobre quien los comete, obligan a rectificar, escarmientan a su autor, incentivan la autocrítica y la reflexión… Pero si quien comete esos errores es astuto, no sufrirá esas consecuencias adversas ni se verá obligado a enmendarse.

Porque la astucia no sirve para acertar, sino para salir indemne de los errores.

(Y ni siquiera es preciso que Rodríguez sea astuto: basta con que lo sean quienes le rodean)

Observen que no ha habido ni un solo aspecto de su política (con la única excepción, creo, de la seguridad vial) que en estos cuatro años no haya tenido efectos demoledores: políticas educativa, energética, de exteriores, de defensa, de inmigración, de la memoria histórica, autonómica, antiterrorista, de vivienda, económica… Se ha metido en todos los charcos, ha enconado y polarizado la convivencia en todos los ámbitos y a todos los niveles, ha mentido a todos y todo el tiempo, se ha equivocado siempre…

Ya al principio de su mandato debería habernos alertado de la banalidad del personaje el que se prestara a aquel montaje fotográfico en el que aparecía corriendo por la playa de Doñana sin dejar huella de su paso.

Pero sin duda el episodio más significativo, pero por supuesto no el más importante ni el más grave, fue el de su visita a Obama. Un simple viaje sin trascendencia, dentro de los contactos habituales que todo presidente debe mantener con otros mandatarios mundiales y al que desde la Moncloa se quiso revestir de una importancia que no tenía, fue objeto de un patinazo antológico de Rodríguez y de su familia, que todos recordamos.

Es incapaz de representarnos sin hacer el ridículo y sin avergonzarnos colectivamente como nación.

Y encima posa, convencido de su trascendencia. Ridículo.

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