Mi admirada Esperanza Aguirre lo dijo bien claro: “que es deixin de collonades”. En los subtítulos se traduce piadosamente por “que se dejen de tonterías”. En el castellano de la calle, el término sería más expresivo: “que se dejen de gilipolleces”.
“…Un gobierno que ponga la libertad de los ciudadanos por encima de todo”.
Pues bien, he aquí la respuesta:
¿Y las libertades empresariales y ciudadanas? ¿Qué legitimidad cree tener un gobierno para regular incluso los desayunos que deben ofrecer los establecimientos hoteleros a sus clientes? ¿No hay problemas más importantes en Cataluña, donde tienen nada menos que setecientos mil parados?
¿Hay algún otro lugar de Europa o del mundo libre donde se llegue a esos niveles de imposición por parte de un gobierno?
Este ejemplo confirma lo que yo siempre he sostenido: que ser nacionalista es una de las cosas más estúpidas que se pueden ser en esta vida. Fíjense qué estupideces obliga a hacer.
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6 comentarios:
Yo nunca he ocultado que estoy a favor de la intervención estatal, pero sólo en aquellos casos en que sea necesaria para corregir abusos, desigualdades manifiestas o para garantizar la libertad (aunque pueda sonar paradójico) y los derechos de los ciudadanos.
Esto empieza a ser muy delirante. Empiezan a obligar a los hoteles a servirlo. ¿Llegarán a obligar a los clientes a comerlo?
¿Llegarán a obligar a los clientes a comerlo?
Eso mismo me estaba preguntando yo.
Verdaderamente estais enfermos.
Querida Voz de la Conciencia:
¿Enfermos?
Amigo Oroel:
Pues tened cuidado allí en Aragón, no sea que a Mas se le ocurra que no le gusta vuestro cachirulo y os cambie las riquísimas migas por pantumaca ("pa amb tomàquet") y el cachirulo por la barretina. Que es que se empieza por la Ley de Lenguas, a la que Marcelino no dijo ni pío, y se acaba por... bueno, ya sabes xDDDD
(la Grosskatalonien de toda la vida, vamos)
En cuanto a la "voz de la conciencia", no sería de extrañar que se tratara de algún Rubyto reconvertido...
Saludos,
Aguador.
Amigo Aguador:
Hace ya unos años, con motivo de los debates iniciales de la Ley de Lenguas -que ha tenido una tramitación larga, con apariciones y desapariciones, como el Guadiana-, un representante de una asociación cultural del Aragón oriental habló en la tribuna de las Cortes de las declaraciones de un conocido activista catalán (Guillem Chacón, que se puede rastrear en la web) que habría afirmado que Marcelino Iglesias fue en su momento el fundador de la rama ribagorzana de Omnium Cultural. Un rumor, en definitiva, que no hubiera merecido respuesta de no ser por el hecho altamente significativo de haberse hecho público en la propia tribuna de las Cortes. Sólo eso ya le concede una trascendencia especial, y si no mayor credibilidad, sí la obligación moral o política del mencionado de pronunciarse sobre el tema y confirmar o desmentir la noticia (el rumor).
Así pues, aquella afirmación se halla en el Diario de Sesiones de las Cortes de Aragón.
Sé que con posterioridad se le ha preguntado directamente a Marcelino Iglesias, quien siempre ha dado la callada por respuesta.
Y todos sabemos qué es y qué pretende Omnium Cultural. La imputación, por tanto, no es inocente ni intrascendente, sino que tiene implicaciones graves.
Conozco bastante bien la trayectoria política de Marcelino Iglesias, y conozco muy bien sus silencios. Sé de su postura en temas como el agua (ante las reclamaciones valencianas y ante las catalanas) o los bienes eclesiásticos aragoneses retenidos en Lérida. Y es en base a todo ello por lo que puedo manifestar mi convicción de que la primera lealtad de Marcelino es catalana y de que su papel al frente del Gobierno de Aragón ha sido trabajar por y para Cataluña. Yo personalmente lo considero un infiltrado, un verdadero catalanista.
Su nombramiento al frente del Gobierno aragonés fue un auténtico triunfo para Cataluña.
Así lo pienso, y como lo pienso, lo digo.
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