domingo, febrero 28, 2010

La imposición del catalán (a los demás)

George Orwell: "Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros".

Una de las cosas que más me indignan de la sedicente (que se dice de sí misma) izquierda española, es la hipocresía. Tanto es así que estoy convencido de que el PSOE, que es el partido más numeroso de esa supuesta izquierda, no es socialista, sino peronista. Lo he dicho muchas veces.


En mi entrada anterior (Hagiografías de Luis García Nieto) hablaba yo de algunos históricos dirigentes del PSOE aragonés, que de socialistas tienen o han tenido muy poco: González Triviño, expulsado de la política y huido de Aragón (vive en Canarias con su retiro de eurodiputado), Antonio Piazuelo, a quien puede verse entrar en el recinto de la Aljafería (sede de las Cortes de Aragón) a bordo de su mercedes... También hemos tenido de presidente del Gobierno de Aragón a José Marco, empresario y tan socialista como pueda serlo Belloch: es decir, nada.

Pero ostentaciones económicas aparte, más indignante me resulta su permanente invocación a las libertades individuales, de las que pretenden hacernos creer que son sus únicos valedores, cuando no hay nadie que como ellos hayan protagonizado los intentos más burdos y evidentes de laminarlas. Los ejemplos más claros son los del Comité Audiovisual de Cataluña o el de la política de imposición lingüística en esa misma comunidad que está protagonizando el Partido Socialista catalán con la aquiescencia y silencio cómplice de José Luis Rodríguez Zapatero, un adalid de las libertades más falso que Judas.

Porque aunque la hipocresía del PSOE y de sus dirigentes siempre me ha parecido evidente y fuera de toda duda, reconozco que la de Montilla ha superado incluso mis peores expectativas. No sólo se aprovecha de la política de forma descarada para su beneficio y de su familia (Ana Hernández Bonancia) sino que no tienen ninguna vergüenza en imponer a la mitad castellanoparlante de la población de Cataluña la enseñanza obligatoria en catalán, mientras que se la evita a sus hijos, que se educan en alemán y que sólo reciben una hora de catalán a la semana. Impone a los demás lo que no quiere para él. Con un par.




Creo que no hay mejores apelativos que los que le dedica El Mundo en su editorial: “Menudo farsante”, o Pedro J. Ramírez en su breve intervención: “Sinvergüenza”.

A todos aquellos españoles que todavía les votan: ¿Estáis seguros de que esta gente son de los “vuestros”?
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