Tanto Rodríguez como Rajoy manejan esas cuatro alternativas, las han analizado y sopesado. Porque no hay más.
La ingenua propuesta de Rajoy (ingenua, más por la forma de proponerla que por el fondo, absolutamente sensato) en el reciente debate del día 17 de febrero, de que fueran los propios diputados socialistas quienes descabalgaran al presidente y lo sustituyeran por otro es el escenario 3 de los que yo analizaba. Un escenario que los propios socialistas han analizado en voz baja, y que no descartan.
Está claro qué es lo que va a pasar, al menos desde la perspectiva de hoy: llegaremos al 2012 con Rodríguez en la Moncloa y el país exangüe.
Quienes aseguran que Rajoy no dio la talla se equivocan: su discurso, dejando al margen esa ingenuidad que he señalado, fue magnífico.
Quienes dicen que no dio alternativas, mienten igualmente. Las dio:
"Anuncie ahora que quedan sin efecto las subidas de impuestos anunciadas. Anuncie aquí y ahora que se pone en marcha de manera inmediata lo acordado la semana pasada en esta cámara de que no se exija el pago del IVA hasta la factura esté cobrada. Comprométase a reducir el gasto de funcionamiento del Estado en 10.000 millones, empezando por la reducción del 25% en altos cargos aprobada también aquí. Anuncie aquí y ahora, lo más importante, que va a modificar la Ley General Presupuestaria para establecer límites de gasto a las Administraciones Públicas. Vuelva a la Ley de Estabilidad Presupuestaria que usted derogó porque quiso. Anuncie una auténtica ley contra la morosidad".
Pero esas no son todas las alternativas, por supuesto. Quedan las más importantes, las más impopulares, las que Rodríguez no quiere tomar solo, y que preferiría que fuera el PP quien las enunciara públicamente y en voz alta. Las que ambos, Rodríguez y Rajoy, y todos los expertos saben que no va a quedar más remedio que tomar más pronto que tarde. No se aplicó el tratamiento adecuado cuando era conveniente hacerlo, y ahora hay que recurrir a la cirugía. Y a Rodríguez le tiembla el pulso.
Rajoy ha ofrecido pactos en seis ocasiones, y las seis ha sido rechazado. Rodríguez tendió la legislatura pasada en torno al PP un cinturón sanitario y hace apenas un mes anunciaba la imposibilidad de llegar a pactos con el PP por sus profundas divergencias ideológicas. Y hoy solicita pactos. “El PP no arrima el hombro”, dicen. ¿Qué significa arrimar el hombro? ¿Aceptar el Plan E de hace unos meses o el insuficiente plan de supuesta austeridad anunciado ahora, tan contradictorios ambos?
Rodríguez no ha tenido ningún problema en lograr respaldo parlamentario a todas sus iniciativas económicas, aunque hayan sido clamorosamente contradictorias e improvisadas. ¿Para qué necesita entonces al PP?
Hay que tomar medidas drásticas, dramáticas, muy duras e impopulares, que afectarán a los sueldos, a las pensiones, a las políticas sociales... No se sale de las crisis sin sacrificios. Lo sabe. Y los sacrificios exigibles a la sociedad en esta ocasión son consecuencia directa y exclusiva de su incompetencia, de su sectarismo. El ha gobernado: él es responsable. Sigue gobernando: suya sigue siendo la responsabilidad.
Y no la quiere asumir sólo. Es un irresponsable patológico. Lo hemos sabido siempre. Ahora llega el momento de la confirmación.
Quiere (1) que sea el PP quien enuncie todas esas medidas impopulares y (2) que el PP se corresponsabilice de esa impopularidad y a ser posible poder imputársela íntegramente.
El dilema que se le plantea al PP es cómo eludir la trampa nada sutil que le tiende Rodríguez sin que cale en la sociedad la insidia de que “el PP no quiere arrimar el hombro”.
Fácil: explicándose claramente ante la sociedad, explicando que las duras políticas de ajuste que nos esperan, y que son inevitables, son consecuencia directa de la irresponsabilidad de Rodríguez, e imponer unas drásticas condiciones que dejen en evidencia su sectarismo e inanidad: ¿es capaz Rodríguez de suprimir, como gesto, no sólo de buena voluntad, sino como prueba de su determinación en la lucha contra el despilfarro, los ministerios de Igualdad y Vivienda?
Póngasele esa primera condición como prueba de su sinceridad. Y veamos qué hace. Mi pronóstico sigue siendo el mismo: el Hundimiento.
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1 comentario:
Excelente post.
La postura del PP es delicada, tanto si acude a ese despropósito como si no. Sale mal de las dos maneras, es una invitación envenenada. Si va y acepta lo que allí se decida, se hará cómplice de lo antipopular (suponiendo que se haga algo útil... pero si se hace todo este paripé es para hacer medidas dolorosas pero necesarias), y si se niega, le acusarán de no ayudar en estos duros momentos. Veremos qué le compensa al PP. En cualquier caso, pagará la factura de la irresponsabilidad e incapacidad de Zapatero y de todo su gobierno.
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