Sólo los fascismos y los regímenes totalitarios tratan de dictar el comportamiento social de la gente.
Quien acepta estas campañas con normalidad -aparte del gasto obsceno que suponen en época de crisis- debería cuestionarse hasta qué punto está dispuesto a abdicar de su libertad y a dejar que le dirijan la conciencia y el comportamiento.
Quien acepta estas campañas con normalidad -aparte del gasto obsceno que suponen en época de crisis- debería cuestionarse hasta qué punto está dispuesto a abdicar de su libertad y a dejar que le dirijan la conciencia y el comportamiento.
Porque, ¿qué puede importarle a los poderes públicos que la gente hable lo que quiera y que aplique su propio criterio o su propio concepto de cortesía para dirigirse a su interlocutor?
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