El pasado mes de abril, Alberto Núñez Feijoo hacía estas declaraciones: "los populares deben trabajar para presentarse como un partido simpático de cara a los nacionalistas, que no hace política en contra de los intereses de los catalanes, vascos o gallegos".
Ya sé que debería haber escrito antes sobre estas palabras, cierto, pero no me sentía con ganas. Las estupideces de aquellos que considero -o consideraba- cercanos me deprimen.
Creo que a estas alturas el ideario y objetivos de los partidos nacionalistas están más que claros: o quieren directamente la independencia, o una relación extraordinariamente privilegiada dentro de una confederación asimétrica. Nada con lo que yo esté de acuerdo, precisamente.
¿Qué debería hacer el PP para resultar simpático a los nacionalistas? ¿Son compatibles el ideario de los nacionalistas con el del Partido Popular?
Pienso que los propios principios que dan sentido y razón de ser al Partido Popular son radicalmente opuestos a los que defienden o pretenden los nacionalistas. Precisamente la defensa de la Nación española es una de las razones de la existencia del PP, y la renuncia, aunque fuera parcial, para resultar “simpáticos”, a esa seña de identidad, a ese principio, más que programático, esencial, supone privar de la principal justificación de la existencia del PP como formación política.
Así pues, Feijoo: ¿qué debe hacer el PP para resultar simpático a los nacionalistas? ¿Debe renunciar a la defensa de la Nación española? ¿Debe aceptar que el concepto de nación pueda ser discutido y discutible? ¿O debe quedarse en ese camino intermedio de aceptar que no todos los españoles somos iguales ante la Ley? ¿Aceptamos y apoyamos la creación, al margen de los procedimientos establecidos en la Constitución -o aunque fuera por los procedimientos previstos- de un Estado asimétrico y confederal? ¿No tendremos la obligación de oponernos democráticamente si hemos de ser fieles a nuestro ideario y a nuestros principios? ¿Qué le queda al hombre, o a los partidos políticos, sino sus principios?
En resumen, el PP, por su propia esencia, por su propia definición ha de resultar antipático a los nacionalistas. No puede ser de otra manera. Su razón de ser es radicalmente opuesta y contradictoria con la de los partidos nacionalistas y sólo será simpático si abdica de ella.
Prácticamente la totalidad de su electorado está más que harto de los nacionalistas y otro tanto ocurre con buena parte del electorado socialista. ¿Ha pensado, por tanto, Núñez Feijoo en la conveniencia de resultar simpático a esa enorme masa de votantes y en su posible rentabilidad electoral?
Ya sé que debería haber escrito antes sobre estas palabras, cierto, pero no me sentía con ganas. Las estupideces de aquellos que considero -o consideraba- cercanos me deprimen.
Creo que a estas alturas el ideario y objetivos de los partidos nacionalistas están más que claros: o quieren directamente la independencia, o una relación extraordinariamente privilegiada dentro de una confederación asimétrica. Nada con lo que yo esté de acuerdo, precisamente.
¿Qué debería hacer el PP para resultar simpático a los nacionalistas? ¿Son compatibles el ideario de los nacionalistas con el del Partido Popular?
Pienso que los propios principios que dan sentido y razón de ser al Partido Popular son radicalmente opuestos a los que defienden o pretenden los nacionalistas. Precisamente la defensa de la Nación española es una de las razones de la existencia del PP, y la renuncia, aunque fuera parcial, para resultar “simpáticos”, a esa seña de identidad, a ese principio, más que programático, esencial, supone privar de la principal justificación de la existencia del PP como formación política.
Así pues, Feijoo: ¿qué debe hacer el PP para resultar simpático a los nacionalistas? ¿Debe renunciar a la defensa de la Nación española? ¿Debe aceptar que el concepto de nación pueda ser discutido y discutible? ¿O debe quedarse en ese camino intermedio de aceptar que no todos los españoles somos iguales ante la Ley? ¿Aceptamos y apoyamos la creación, al margen de los procedimientos establecidos en la Constitución -o aunque fuera por los procedimientos previstos- de un Estado asimétrico y confederal? ¿No tendremos la obligación de oponernos democráticamente si hemos de ser fieles a nuestro ideario y a nuestros principios? ¿Qué le queda al hombre, o a los partidos políticos, sino sus principios?
En resumen, el PP, por su propia esencia, por su propia definición ha de resultar antipático a los nacionalistas. No puede ser de otra manera. Su razón de ser es radicalmente opuesta y contradictoria con la de los partidos nacionalistas y sólo será simpático si abdica de ella.
Prácticamente la totalidad de su electorado está más que harto de los nacionalistas y otro tanto ocurre con buena parte del electorado socialista. ¿Ha pensado, por tanto, Núñez Feijoo en la conveniencia de resultar simpático a esa enorme masa de votantes y en su posible rentabilidad electoral?
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