Sería posible hacerlo aplicando la Ley de Bases de Régimen Local. Pero Zapatero no quiere. ¿Por qué?
Ahora parece que PNV y EA se han puesto de acuerdo para arrebatar a ANV la alcaldía de Azpeitia, donde se produjo hace apenas una semana el último atentado de ETA. Pero en ningún otro de los municipios gobernados por ANV (gracias a que la Fiscalía sólo recurrió la mitad de las candidaturas de esta formación). Como se pregunta Regina Otaola: “¿Es que hay que esperar a que se cometa un asesinato en Legazpia o Soraluze para que los nacionalistas sean consecuentes y procedan del mismo modo?
En cualquier caso, no deja de ser una sorprendente coincidencia la del PSOE y la de los nacionalistas en sus escrúpulos a la hora de expulsar a ANV de los ayuntamientos.
Esperanza Aguirre teme que Zapatero esté pensando retomar la negociación con ETA. Es posible, pero no lo creo. Estoy convencido de que Zapatero nunca ha abandonado esa baza, entre otras cosas porque su soberbia le impide reconocer que se equivocó. Pero no es esa la razón por la que no quiere expulsar a ANV.
Quizás incluso esté manteniendo contactos, aunque eso, conociendo a ETA, supone el riesgo de que éstos le vuelvan a dejar en evidencia el día menos pensado. No es por eso una hipótesis muy creíble ahora mismo.
¿Por qué, pues, no quiere expulsar a ANV de los ayuntamientos? La clave está en Cataluña, o, mejor dicho, en el modelo catalán. Allí el PSC ha abrazado la fe nacionalista con tanto fervor como los partidos catalanistas clásicos: CiU y ERC, si es que en algunos aspectos no les ha desbordado por ese flanco, y con notable rédito electoral. El Partido Socialista de Euskadi aspira, en mi opinión, a repetir estrategia en el País Vasco.
Las encuestas preelectorales están apuntando la posibilidad de que por primera vez en muchos años no llegara a gobernar el PNV, o de que el gobierno (aún con la hipótesis de una coalición con los nacionalistas) fuera presidido por Patxi López. Éste ya apuntó la posibilidad de una nueva reforma estatutaria en la línea de la reforma catalana. Pero hay que tener en cuenta que con el régimen fiscal privilegiado de que disfrutan, una reforma como la catalana les otorgaría ya la independencia de facto, con unos leves lazos, más testimoniales que reales, con España. Y esa reforma estatutaria que propugna López (y el PSOE de Zapatero, no lo olvidemos) tendría su colofón con un referéndum, éste sí, legal, y mucho más peligroso que el que propugnaba Ibarreche, pues éste refrendaría un texto legal independentista.
El PSE no puede arriesgarse ahora a parecer, con la disolución de los ayuntamientos gobernados por ANV, un partido españolista. En el País Vasco el PSE va a ser un partido al menos tan nacionalista como lo es el PSC en Cataluña.
La opción del diálogo con ETA, aun dentro de su gravedad no deja de ser una cuestión menor a estas alturas, con un gran alcance simbólico, por supuesto, pero infinitamente menos peligrosa que los planes que pueda preparar Zapatero para el País Vasco.
Y, o mucho me equivoco, o las cosas irán por ahí.
Ahora parece que PNV y EA se han puesto de acuerdo para arrebatar a ANV la alcaldía de Azpeitia, donde se produjo hace apenas una semana el último atentado de ETA. Pero en ningún otro de los municipios gobernados por ANV (gracias a que la Fiscalía sólo recurrió la mitad de las candidaturas de esta formación). Como se pregunta Regina Otaola: “¿Es que hay que esperar a que se cometa un asesinato en Legazpia o Soraluze para que los nacionalistas sean consecuentes y procedan del mismo modo?
En cualquier caso, no deja de ser una sorprendente coincidencia la del PSOE y la de los nacionalistas en sus escrúpulos a la hora de expulsar a ANV de los ayuntamientos.
Esperanza Aguirre teme que Zapatero esté pensando retomar la negociación con ETA. Es posible, pero no lo creo. Estoy convencido de que Zapatero nunca ha abandonado esa baza, entre otras cosas porque su soberbia le impide reconocer que se equivocó. Pero no es esa la razón por la que no quiere expulsar a ANV.
Quizás incluso esté manteniendo contactos, aunque eso, conociendo a ETA, supone el riesgo de que éstos le vuelvan a dejar en evidencia el día menos pensado. No es por eso una hipótesis muy creíble ahora mismo.
¿Por qué, pues, no quiere expulsar a ANV de los ayuntamientos? La clave está en Cataluña, o, mejor dicho, en el modelo catalán. Allí el PSC ha abrazado la fe nacionalista con tanto fervor como los partidos catalanistas clásicos: CiU y ERC, si es que en algunos aspectos no les ha desbordado por ese flanco, y con notable rédito electoral. El Partido Socialista de Euskadi aspira, en mi opinión, a repetir estrategia en el País Vasco.
Las encuestas preelectorales están apuntando la posibilidad de que por primera vez en muchos años no llegara a gobernar el PNV, o de que el gobierno (aún con la hipótesis de una coalición con los nacionalistas) fuera presidido por Patxi López. Éste ya apuntó la posibilidad de una nueva reforma estatutaria en la línea de la reforma catalana. Pero hay que tener en cuenta que con el régimen fiscal privilegiado de que disfrutan, una reforma como la catalana les otorgaría ya la independencia de facto, con unos leves lazos, más testimoniales que reales, con España. Y esa reforma estatutaria que propugna López (y el PSOE de Zapatero, no lo olvidemos) tendría su colofón con un referéndum, éste sí, legal, y mucho más peligroso que el que propugnaba Ibarreche, pues éste refrendaría un texto legal independentista.
El PSE no puede arriesgarse ahora a parecer, con la disolución de los ayuntamientos gobernados por ANV, un partido españolista. En el País Vasco el PSE va a ser un partido al menos tan nacionalista como lo es el PSC en Cataluña.
La opción del diálogo con ETA, aun dentro de su gravedad no deja de ser una cuestión menor a estas alturas, con un gran alcance simbólico, por supuesto, pero infinitamente menos peligrosa que los planes que pueda preparar Zapatero para el País Vasco.
Y, o mucho me equivoco, o las cosas irán por ahí.
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(Sólo la coincidencia con la crisis económica y la pérdida de popularidad que ello pudiera ocasionarle podría obligarle a posponer sus planes, pero nunca a reconsiderarlos. No entra en el talante de Zapatero reconsiderar nada. Sólo aplazarlo. Atención, pues.)
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