Siempre he dicho que si es cierto que todas las generaciones cometen su propio error histórico, el de la nuestra es, sin ningún género de dudas, las Autonomías. No creo que sean irreversibles. No debieran serlo. No debiéramos traspasar a la generación de nuestros hijos este monumental error sin haber tratado, al menos, de corregirlo. Lo malo es que si no se impone el sentido común, habrá de forzarnos a ello la economía. Y será peor.
Hablando estos días con unos familiares, unos primos que por razones de edad no alcanzaron a votar la Constitución -yo mismo era muy joven cuando la voté, recién alcanzado mi derecho al sufragio-, les decía que a la vista de lo que llevamos visto y vivido, y a pesar de ser y sentirme intachablemente demócrata, yo hoy votaría no a la Constitución. Me gusta la carta de derechos y libertades que consagra la Constitución, pero abomino total y absolutamente de su Título VIII, germen de la mayor parte de los males económicos y de convivencia política que hoy nos afligen.
Alegato contra las Autonomías
Fábricas de funcionarios. Chollo máximo para la casta política
Tres millones de funcionarios. De ellos 1,3 millones son autonómicos. O sea, que del conjunto de la población activa el 15 % son funcionarios. Un poco excesivo, la verdad. Máxime si se hace la radiografía de ese funcionariado. Es ¿función pública? O es ¿función de partido? ¿Como han sido colocados y a que se dedican? Tenemos, cada uno, y muy cerca muchos y variados ejemplos para responder esa pregunta.
Hace unos días se publicaba una encuesta sobre las autonomías .Es el asunto que más reservas y más opiniones adversas despierta en los españoles de todas las aportaciones llegadas con la democracia. Es por algo. Pero nadie se atreverá, de ningún partido, a plantear nada esencial en contra. En realidad las autonomías es el gran chollo, el refugio, la tierra de promisión de la casta política.
Por ello refresco este post. Quizás exagerado pero que entiendo útil para el debate. Es una posición descarnada y tal vez excesiva. Pero me parece que en sus pilares básicos no está exenta de algunas verdades como puños.
ALEGATO CONTRA LAS AUTONOMIAS
Las autonomías, el celebrado Estado de las autonomías es el cáncer de la democracia española, la carcoma de su economía, la hemorragia por la que se desangra la Constitución y el pozo negro por el que día tras día se precipitan los elementos de cohesión, el concepto de ciudadanía , los principios de solidaridad y hasta el sentimiento de formar parte de una misma Nación. El Estado de las Autonomías ha supuesto el más absoluto fracaso y lejos de resolver el problema para el que fue “inventado”lo ha exacerbado hasta límites que nadie de sus “fundadores” hubiera ni siquiera sospechado.
El Estado de las Autonomías es el peor desastre en que se ha podido meter España pero nadie se atreve a decirlo. Al contrario no hay discurso en que no se pregone su excelencia y todos asistimos complacidos al espectáculo clamando enfervorecidos lo maravillosamente bien que funciona sin querer ni siquiera ver la evidencia de su auténtico fiasco y de la bomba de relojería en la tripas de la Nación en que se ha convertido. Descuiden, no habrá un solo político que ose decir tal cosa ni que deje de cantar loas al sistema. La razón de mayor peso es que a ellos les va muy bien como clase y como casta. En todo suelen estar muy enfrentados. Los Estatutos es lo que mas pactan. La Constitución puede reformarse. El Estado de las Autonomías es intocable. Aún más: irrefutable.
Pero no es la cuestión ahora las peculiaridades del caso catalán o las sangrientas del asunto vasco, la reflexión es en conjunto , es al dislate general y viene a cuento siempre pero hoy tiene la percha de que ayer, por lo visto, hubo un referéndum en AndalucíaPara aprobar un nuevo estatuto que lo mismo que todos los otros nadie desde la sociedad ha pedido(el catalán cuando empezaron con el lío no interesaba ni a un 5 por 100), ni nadie siente como necesidad, ni en realidad necesita nadie excepto los políticos. Dos de cada tres andaluces no fueron a votar. No hace mucho en el catalán tampoco acudió a las urnas, a pesar del enorme revuelo, el 52 por ciento y al final fue aprobado con un exiguo 33 por 100 del censo electoral. Pero hoy, aprovechando aquel evento, se pretende y de nuevo lo hacen bajo el paraguas de las siglas socialistas romper la unidad fiscal de España.
Los Estatutos, las apetencias de poder autónomo de los políticos, las proclamas de identidad nacionalista, los blindajes de competencias y el largo etcétera de deseos de la clase política, no tienen nada que ver y así lo percibe la mayoría de la ciudadanía con las verdaderas necesidades de la población, ni con sus problemas reales.
Pero las autonomías son el gran, inmenso, total, indescriptible, maravilloso e inagotable pesebre de la clase política.
Las autonomías no han vertebrado la Nación española. La están desvertebrando cada día más, y no lo digo solo por casos de evidente síntoma de separación y ruptura que pretenden los nacionalistas radicales y no tan radicales, sino por el disparate que alcanza a todos y da igual que se trate de agua, de fuego, de sanidad o hasta de geografía. Ya no digamos si es de historia lo que se habla o de lengua lo que se discute.
Las autonomías, amen de romper y hacer añicos los conceptos de ciudadanía compartida, de bien publico común de todos los españoles, de volvernos al territorio, a la tribu y enaltecer como señas identitarias en muchas ocasiones al patetismo mas atroz, pero eso si tremendamente subvencionado , han convertido el Estado en 17 taifas, con boato de reyezuelos (este es el país de las dos decenas de presidentes), con pléyades de visires (hay más ministrillos que hormigas) , miríadas de funcionarios y constelaciones de “clientes” fijados a las ubres. Y todo con un estado que, encima, sonríe bobaliconamente , cada vez mas raquítico, solo gestiona ya el 19 por 100 mientras que las insaciables criaturas exigen “más, más y más” y cuando llega el problema , sea fuego, agua, luz, chapapote o la última carretera no dudan en quitarse el muerto de encima y echárselo encima al que han dejado sin resortes ni recursos.
Diecisiete sistemas sanitarios diferentes, diecisiete sistemas educativos contradictorios y todo casi por igual de malos, peleas entre territorios por que el “agua es mía”, disputas por ver quien no acude a apagar los incendios y , a un paso estamos, diecisiete fiscalidades, diecisiete justicias. Pero eso si, algo unificador: ¿cuántos centenares de miles de cargos públicos? ¿Cuántos? ¿Se atreve alguien a contarlos y a contárnoslo?
El Estado de las Autonomías, dicen los políticos, no tiene marcha atrás. Ese parece ser nuestro sino y nuestra sima. Pero ¿por qué no ha de tenerla?. Será solo si al pueblo soberano no le da un día la real gana de cambiarlo. ¿Y por qué no puede el pueblo español un día parar y corregir ese camino que por mucho que nos digan que nos lleva a no se sabe qué paraíso donde nos está acercando cada vez más es a un callejón de muy malas salidas?
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