Ese día, conjeturan, se celebrarán las elecciones generales. Muy tarde.
Si Zapatero hubiera sido un verdadero patriota, lo que evidentemente no es, que antepusiera los intereses generales a los de su partido y a los suyos propios, hubiera hecho coincidir las elecciones generales al Congreso de los diputados y al Senado con las autonómicas y municipales de este pasado 22 de mayo. Nos hubiéramos ahorrado estos meses agónicos y una pasta importante. Las elecciones no son baratas.
Parece ser que para entonces se publicará la Encuesta de Población Activa con los datos del empleo temporal veraniego, por lo que podrá presentarse -con eso sueñan- un escenario ligeramente más optimista que en el mes de marzo de 2012, que no esperan que sea mejor sino peor.
En esas circunstancias, cuanto más tarden en convocar las elecciones será peor para ellos, porque ni son capaces de abordar las reformas pendientes ni esperan que la situación mejore. Pero como señalaba Ignacio Camacho, están tratando de garantizar el cobro de miles de nóminas de militantes socialistas el mayor número de meses posibles, aún sabiendo que apurar los plazos juega en su contra. Si no hubiera esa urgencia crematística, esa angustia por un futuro laboral que se presenta negrísimo para miles de socialistas (el paro de larga duración al que han condenado a millones de españoles les está esperando también a ellos), la estrategia más ortodoxa aconsejaría dejar que la impopularidad de las reformas la sufriera íntegramente y lo antes posible el PP de Rajoy.
El PSOE se dirige al abismo electoral, pero por el camino ha dejado a España maltrecha y con una ingente tarea de reconstrucción pendiente, que habrán de abordar otros.
Como siempre que ha gobernado el PSOE.
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