El Partido Popular siempre ha tenido, creo, las cosas claras allí donde se enfrenta en solitario al PSOE, incluso donde éste es o ha sido hegemónico durante décadas. Si le ha tocado ejercer la oposición, la ha ejercido sin complejos.
Posiblemente haya incurrido en el error que yo le he atribuido siempre, de pensar que se enfrentaba a un genuino partido de izquierdas, otorgándole más credibilidad de la que merece, cuando realmente se ha estado enfrentando a un partido peronista. Pero, en definitiva, se ha enfrentado.
Pero donde el Partido Popular se enreda con sus planteamientos estratégicos es allí donde comparte el escenario con partidos nacionalistas o regionalistas de derechas. Allí se pierde, se diluye, se desorienta… Con los partidos de corte localista el PSOE siempre lo ha tenido claro: teniendo en cuenta que “la nación es un concepto discutido y discutible” (ZP dixit), no tiene empacho en ceder lo que sea preciso, aunque la Nación se rompa, y si hay que transigir con la corrupción y el clientelismo se transige.
Pero el PP se desnorta cuando tiene que compartir escenario y espacio electoral. Las posibilidades de pacto, a las que obviamente no renuncia, le obligan a otras renuncias ideológicas o estratégicas y a sustituir la representación cabal de sus votantes por la representación forzada de los votantes regionalistas, aunque sean minoría y aunque traicionen sus principios y a sus propios votantes.
Y la exigencia máxima de un partido es la de representar fielmente a sus votantes. No traicionarles jamás. Y lamentablemente eso no siempre ocurre.
Pienso que el programa electoral del Partido Popular para las próximas elecciones podría, como los mandamientos de la Ley de Dios, resumirse en dos:
1.- Tolerancia cero frente a la estupidez. Es decir, tonterías las justas.
2.- Tolerancia cero frente a la corrupción.
Los enuncio por ese orden porque, aunque ambos son igualmente importantes, siempre se ha dicho, y no sin razón, que es más peligrosa la estupidez que la maldad.
Y en el caso de las comarcas aragonesas, una repugnante trama clientelar, coinciden ambas circunstancias: son estúpidas (inútiles, caras, redundantes…) y corruptas.
UPyD lleva en su programa aragonés la propuesta de disolver las comarcas. Una propuesta que aplaudo sin reservas.
Luisa Fernanda Rudi, la presidenta del PP aragonés, propone racionalizarlas, privarlas de su contenido político, tal vez redimensionarlas… En definitiva, está atemperando su discurso ante la posibilidad de tener que pactar con el PAR, enredándose, diluyendo su discurso, dejando de representar todo lo fielmente que debiera a su electorado y anteponiendo los planteamientos programáticos de un partidillo minoritario y residual, al que solo amalgama su aprovechamiento clientelar del poder, a los de un gran partido nacional como es el PP, mucho más grande y solvente.
Y atemperar el discurso, en según qué asuntos, no es en absoluto positivo, ni lo convierte en centrista o moderado. Frente a estructuras estúpidas y esencialmente corruptas -pues se diseñaron expresamente con un propósito corrupto- hay que ser radical. Las comarcas, y lo saben quienes las conocen de cerca, hieden. Las comarcas sobran. Es lo que desea el noventa por ciento o más del electorado popular, y una buena parte también del electorado socialista: que desaparezcan.
Pero de nuevo el PP se desconcierta con la sola presencia de un partidillo regionalista y sus exigencias. Un partidillo que no está -y aún lo estará menos- en condiciones de exigir nada.
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2 comentarios:
Dices que el PSOE "no tiene empacho en ceder lo que sea preciso, aunque la Nación se rompa, y si hay que transigir con la corrupción y el clientelismo se transige."
Yo creo que esto también se puede aplicar al PP allí donde se ve ante la posibilidad de pactos. O sea, de tocar el poder.
Veremos
Yo aun diria más, incluso donde lleva varias legislaturas en el poder.
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