Se llama así a la adulación excesiva de un líder, que se supone carismático. Pero el problema es que carismáticos, lo que se dice carismáticos, ya vamos quedando muy pocos.
Y cuando se descubre la ausencia de carisma la situación suele cambiar de forma dramática. Antes, cualquier estupidez del líder era celebrada como si de un hallazgo filosófico se tratara, jamás imaginado por nadie antes. Ahora, incluso sus reflexiones más sensatas se desprecian. Antes se le creía todo, incluso lo más desquiciado o improbable. Ahora ni lo más obvio.
No hay en España un ejemplo más claro que el de nuestro presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, nuestro peculiar “Simplicissimus”. Basta comparar la iconografía de la campaña electoral de las elecciones generales del año 2008 y lo que se dice ahora de él. Y todavía no se han cumplido los tres años.
Pero la personalidad patológica y mendaz del personaje estaba ya diagnosticada desde hace años.
Nos tenía que haber alertado ya en tiempos su estúpido posado en una playa de Doñana.
Realmente, ¿qué podría esperarse de un tipo así?
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