Es evidente que en el PP de Aragón han de cambiar algunas personas de la cúpula directiva, no sé si muchas o pocas. Y han de cambiar por una razón fundamental: porque hay que hacer otra política. .
Porque las que hay han demostrado que no saben hacerla; no después de cinco derrotas seguidas y cada una con peores resultados que la anterior. Nuevos problemas o nuevas situaciones exigen nuevas soluciones.
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El PP ha fallado, resumidamente, en lo siguiente:
1) Está dejando de ser un partido político. Un partido es un instrumento para la participación política de los ciudadanos. Y si no es eso, será otra cosa (un lobby de intereses, un clan, una peña de amigos, una empresa de colocación...), pero no un partido. ¿Funciona algún tipo de comisión de estudio o sectorial? ¿Dirigen los diputados de las Cortes o los concejales de las ciudades más importantes alguna de ellas? ¿Tienen los diputados equipos de trabajo o, por el contrario, actúan como francotiradores?
2) El PP ha dejado de ser un referente válido del centro-derecha aragonés. Ha ido a remolque de los demás sin ofrecer una alternativa ni distinta ni diferenciada en temas claves: la reforma estatutaria (que de haberse votado hubiera sufrido un varapalo mayor que el de los estatutos catalán o andaluz, y que chocaba frontalmente con las sensatísimas consignas de Rajoy, que fueron simplemente olvidadas); la policía autonómica -¿qué falta hace?-; la televisión autonómica; las comarcas -una vergonzosa trama clientelar-; las empresas públicas -lo mismo-…
3) No ha ejercido la oposición que le correspondería. Conozco a algún diputado que aun conociendo casos flagrantes de irregularidades y corrupción no ha hecho uso de esa información ni los ha denunciado. Vaya mi desprecio hacia él. Porque si la oposición, un aliado objetivo de la ciudadanía frente a los abusos del poder, no ejerce como tal, los ciudadanos quedan inermes.
4) Se han presentado unas listas electorales penosísimas en algunos de los últimos comicios, aparcando a gente de indudable valía mientras se promocionaba a gente mediocre. Se ha patrimonializado el partido por parte de unos pocos, que han creado y premiado sus pequeñas cortes de aduladores.
5) Se ha concentrado la representación del partido en unas pocas personas, relegando incluso a gente más válida o preparada -a auténticos expertos- en temas sectoriales de suma trascendencia política, como pueda ser la política hidráulica. No es posible que el afán de protagonismo de unos pocos esterilice la solvencia que pueden aportar todos esos militantes preparados y documentados en múltiples aspectos de la vida pública, y a los que no se deja ni opinar. El partido se ha convertido en una pequeña oligarquía, sin apoyos, sin asesoría, inválida para dar una respuesta adecuada en todos los frentes abiertos.
En definitiva, no sé cuantas de las personas que hoy ocupan cargos del PP en las instituciones son conscientes o se han planteado alguna vez la dimensión ética y moral del compromiso que adquieren con los ciudadanos en general y especialmente con quienes les votan; la importancia de su papel, incluso en la oposición, como garantes de los derechos y libertades; su condición, como he señalado, de aliados objetivos de los ciudadanos frente a los abusos del poder. Porque quien, habiendo perdido unas elecciones, renuncia a ser oposición, renuncia a ser alternativa.
Y si hay algún cargo electo del partido -y me temo que hay más de uno- que no se ha planteado nunca esas cuestiones, o si se las ha planteado alguna vez hace tanto que ya lo ha olvidado, ni debiera estar en política, ni merece estarlo.
Hay tanto que cambiar y que hacer…