martes, junio 24, 2008

Gustavo Alcalde

No conozco a nadie en el Partido Popular de Aragón que hable mal de Gustavo Alcalde. No digo que nos los haya. Digo que no los conozco.

Y es que Gustavo Alcalde es una persona que concita muchas simpatías, a pesar del aspecto fiero con que se le ha caricaturizado a menudo. Sin embargo, todo el mundo que le ha tratado de cerca tiene buena opinión de él. Un conocido, que es militante del Partido Popular, dice que Gustavo es un “gran tímido”. Y otra buena amiga dice de él que no le gusta hablar en público, que lo pasa mal cuando tiene que intervenir. Hay personas que disfrutan perorando en público, que se crecen ante un auditorio. Gustavo no. Gustavo tiene que violentarse para hablar en público. Y esa violencia interior que debe practicar consigo mismo es lo que hace que a veces exteriorice un carácter hosco y excesivamente duro. Y no es así, ni de lejos. Pero ello hace que a veces resulte sarcástico cuando quiere ser irónico.

Ahora Gustavo Alcalde acaba de anunciar su intención de no presentarse al próximo congreso regional.

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Ha cometido errores, sin duda. La prueba es que el Partido Popular de Aragón lleva cinco elecciones seguidas (autonómicas y generales) perdiendo apoyos. En cada nueva cita con las urnas unos cuantos miles de aragoneses han dejado de votar al PP. Y la sangría no tiene visos de cesar. En mi opinión, el principal error ha sido prolongar en exceso su presidencia. Hace años que debiera haberse planteado el relevo. Pero el segundo, y no menor, ha sido la elección de colaboradores. No ha habido un equipo solvente, ni ha facilitado -no él, sino la oligarquía que le ha rodeado- la aparición de nuevos valores ni la incorporación de una militancia ansiosa de participar. El núcleo duro del partido sigue siendo prácticamente el mismo desde hace veinte años.

De hecho los dos posibles candidatos, salvo improbables sorpresas de última hora, ofrecen una indudable -y para muchos descorazonadora- imagen de continuismo.

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Salvo que se sepa pactar una candidatura de consenso, el partido aparece de momento tremendamente desunido, irreconciliable.

Una de las cosas que cabría pedirle al futuro presidente es que si los resultados le fueran adversos, no esperara tanto como lo ha hecho Gustavo Alcalde. De hecho, si continuara la racha de pérdida de apoyos, el partido se adentraría ya en el peligroso terreno de la irrelevancia. Todavía conserva una fuerza estimable; pero está empezando a ser prescindible en el panorama político aragonés y en cualquier posible cálculo de pactos y alianzas.

Gustavo Alcalde, un caballero

En un partido debe haber mecanismos de sustitución mucho más ágiles que la espera paciente y resignada a la celebración de los congresos ordinarios, en sus plazos debidos. Un partido político debe tener reflejos y capacidad de reacción y respuesta ante las crisis de liderazgo.

El Partido Popular de Aragón debe cambiar mucho si quiere aspirar a significar algo en el panorama político aragonés. En un artículo reciente se hablaba de la gradación de los cambios: intercambio, recambio, renovación, refundación... En la prensa aragonesa estos días se ha empleado en abundancia el término “refundación”. Yo también he empleado ese término. Pero no parece que vayan por ahí las candidaturas propuestas.

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En cualquier caso, una cosa debe reconocerse en Gustavo Alcalde, además de su calidad humana y su caballerosidad, y es el valor y la responsabilidad de que hizo gala cuando se hizo cargo del partido tras el asesinato de su predecesor Manuel Giménez Abad.

El Partido Popular de Aragón, cualquiera que haya sido el resultado de su gestión, tiene muchos motivos de agradecimiento con Gustavo Alcalde.

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