lunes, julio 02, 2007

Para reflexión de los nacionalistas (I)

He tomado prestada esta canción de George Brassens del blog “Este país se va a la mierda”, que recomiendo vivamente. Es uno de los blogs con el debate más vivo e interesante que he visto.

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Es cierto que son bonitos todos esos pequeños pueblos,
todas esas villas, esas regiones, esos países, esas ciudades.
Con sus castillos, sus iglesias, sus playas...

Sólo tienen un punto flaco: Estar habitados.
Estar habitados por gentes que miran con desprecio a los demás,
desde lo alto de sus murallas.
La raza de los patriotas, de portadores de banderas.
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.

Malditos sean estos hijos de su madre patria,
empalados de una vez por todas en su propia estrechez,
que os enseñan sus torres, sus museos, su ayuntamiento,
os enseñan su país natal hasta dejaros bizcos.
Que salgan de París, o de Roma, o de Sète (*),
o del quinto pino, o hasta de Zanzíbar,
o incluso de mi culo, ellos se jactan... ¡caramba!
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.

La arena en la que cómodamente sus avestruces
hunden la cabeza, es siempre la más fina.
En cuanto al aire que emplean para llenar sus pulmones,
o sus pompas de jabón, es un soplo divino.
Y poco a poco se van convenciendo
de que hasta el estiércol que producen sus caballos,
aunque sean de madera, causa envidia a todo el mundo.
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.

No es un lugar común el de su nacimiento,
compadecen de todo corazón a los pobres desgraciados,
los desafortunados que no tuvieron la suerte,
la presencia de espíritu de nacer donde ellos.
Cuando suena la alarma sobre su felicidad precaria,
contra los otros, extranjeros (todos más o menos bárbaros),
salen de su agujero para morir en la guerra.
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.

¡Dios mío qué feliz sería la tierra
si en ella no habitase esta raza incongruente,
esta raza inoportuna y que abunda por todas partes!
La raza de la gente de su tierra y su tradición.
¡Qué hermosa sería la vida, Señor
si no hubieses creado de la nada a estos bobos!
Es la prueba, quizás definitiva, de tu inexistencia:
Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte.

(*) Sète, ciudad natal del propio Brassens

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