Zapatero ha anunciado por fin que no se presentará a las próximas elecciones. Un suspiro de alivio ha recorrido España. Y donde más hondo y sentido ha sido el suspiro es en las propias filas de su partido. Pero no me creo las razones que ha dado.
Lo siento, pero yo a Zapatero no le preguntarían ni la hora, porque me dejaría con la duda de que me hubiera dicho la verdadera. Yo de Zapatero no me creo nada. Estoy convencido de que incluso se miente a sí mismo.
Lo he escrito en alguna otra ocasión: la mentira continuada implica dos cosas básicas, la evidente intención de engañar y la ausencia total de respeto hacia el interlocutor a quien se miente. Lo primero no me preocupa pues en la era de la información más temprano que tarde se conoce la verdad. Sólo hay que tener interés en informarse. Pero me indigna hasta la exasperación que un dirigente político, y aquí nada menos que el presidente del Gobierno, me falte al respeto. Y cuando nos miente, que ha sido siempre, nos ha faltado al respeto. Nunca nos lo ha tenido.
Ha dicho que siempre ha pensado que dos legislaturas eran el periodo idóneo de permanencia en la presidencia del Gobierno. Pero lo dice cuando anuncia su retirada y nunca antes hasta ahora. Que se va forzado es, para mí, una evidencia. Y que si pudiera seguiría. Era ostensible el hartazgo que produce entre los españoles, como acreditan las encuestas del CIS. Es el presidente español de esta etapa democrática que más rechazo ha suscitado. Y era más que obvio, incluso para un tonto como él, que sus barones territoriales no querían su compañía, por lo mucho que podría lastrar sus expectativas electorales. Él, a quien tanto han adulado, se ve de repente como un apestado.
Pero nos ha dicho también que su anuncio -su sacrificio- se produce por España, por su partido y por su familia. Pues no, tampoco me creo que haya sido por España. No entro a valorar sus compromisos con su partido o con su familia, pero que no invoque el nombre de España, porque lo ensucia. Una persona para quien la Nación es un concepto discutido y discutible, que ha roto todos los consensos, que ha negado la crisis y ha retrasado las medidas para luchar contra ella por su pura y simple conveniencia electoral, que ha dado a los nacionalistas catalanes un Estatut que rompe la igualdad de todos los españoles y deja herida de muerte nuestra unidad como Nación, que ha pactado con los terroristas y se ha mostrado dispuesto a hacerles cesiones políticas, no puede invocar ahora de forma creíble el interés de España. Es mentira.
Y si quieren más detalles de la naturaleza esencialmente falaz del personaje, lean lo que dice Pedro J. Ramírez en su Carta de hoy en el Mundo:
Si antes de 2007 hubo hasta 200 encuentros de líderes socialistas vascos con Batasuna y, según declaró Eguiguren al juez Ruz, «podría» haber habido 65 contactos de una u otra naturaleza con la propia rama «militar» de ETA, es porque ya durante esa segunda legislatura en que gobernaba Aznar el PSOE compatibilizó la adhesión formal al Pacto Antiterrorista -incluso su promoción de cara a la galería- con la aviesa traición a su espíritu y a su letra (...)
Es difícil saber en qué hubiera desembocado ese planteamiento si el PP hubiera vuelto a ganar las elecciones, tal y como Aznar sostiene que habría ocurrido de no mediar el 11-M. Cuesta imaginar una estrategia concertada entre una banda terrorista y un partido de oposición. Es evidente, en cambio, que el escenario para el que ETA sí estaba preparada era para el de un triunfo del PSOE pues, con celeridad impropia de la clandestinidad, implementó en cuestión de meses el proceso de Anoeta y el ofrecimiento epistolar a Zapatero.
“Cuesta imaginar una estrategia concertada entre una banda terrorista y un partido de oposición”. Pero eso es lo que hubiera ocurrido -lo que realmente ya estaba ocurriendo- si el PP hubiera vuelto a ganar. ¿Qué puede salir de esa estrategia concertada? ¿Un 11-M? Porque observen: “...ETA sí estaba preparada para un triunfo del PSOE...”
«¿Puede garantizar que nadie del PSOE o de las Fuerzas de Seguridad, por indicación política, intervino en el chivatazo del bar Faisán para favorecer el proceso de paz?», le pregunté a Zapatero en nuestra entrevista de enero de 2008. «Absolutamente», respondió.
¡Qué grandísimo hijo de p...!
De momento Zapatero nos anuncia un dato irrelevante para el futuro de España, pues en cualquier caso las urnas lo hubieran enviado al sumidero de la Historia en las próximas elecciones generales. La única consecuencia práctica es que va a evitar que las inmediatas elecciones autonómicas y municipales sean un plebiscito -una moción de censura ciudadana- hacia su persona. Y de paso libra a su partido de su lastre. Pero nada más.
No hay generosidad por su parte. No renuncia a nada que no supiera ya pedido. Siempre ha sido un jugador de ventaja. Simplemente se retira para no perder.
Y por supuesto no hay ni un atisbo de sinceridad. Que nadie crea ni en su sacrificio -pues no lo hay: ya estaba sacrificado- ni en la nobleza de sus propósitos. Si hay algo de lo que Zapatero carece total y absolutamente es de nobleza.
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2 comentarios:
Se va empujado por sus propios conmilitones que piensan - ingenuamente -, que sin él pueden remontar en las encuestas de mayo.
No se va , desde luego, por sentido de Estado; ni siquiera tiene la decencia y la dignidad de convocar elecciones anticipadas.
Nos espera un año trágico hasta 2012:las actas de ETA, el "caso Faisán", más paro, más incertidumbre económica, pendientes del "rescate" de Portugal...
Y todo trufado con la sucesión dentro del PSOE.
Hay otro asunto que no se debe dejar al margen y son las responsabilidades penales que emanan del 11-M y de la negociación con ETA.
Todo dependerá de la actitud que tome el PP tras desembarcar en la Moncloa.
Se deberá desclasificar todos los documentos del CNI y aportar a la Justicia tanto lo relacionado con el 11-M como lo acontecido con la claudicación ante ETA que desvelan las actas y que incurren en delitos de colaboración con banda armada y alta traición.
Esperemos que Rajoy haya aprendido la lección y no haga como Aznar con Mister X: pasar página.
Y falta, Natalia, volver a negociar con los nacionalistas los presupuestos del año que viene, algo que, por sentido de Estado, habría que evitar en esa situación de debilidad extrema en que él mismo se ha colocado. Pero Zapatero no tiene sentido de Estado, ni dignidad, ni nobleza, ni siquiera la mínima inteligencia que se requiere para evaluar esas cosas.
Como hoy dice Carrascal, sigue fiel a sí mismo: más vale una retirada a tiempo que una derrota clamorosa.
Que nadie piense que se sacrifica noblemente. Simplemente huye, pero sin la generosidad última de dimitir y convocar elecciones anticipadas. Sería mucho esperar de un tipo tan despreciable como ha demostrado ser.
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