viernes, junio 26, 2009

El bebedero de patos


El conjunto de las empresas públicas aragonesas es un auténtico bebedero de patos -y no descarto que también lo sean los de otras comunidades-. Pero lo más grave no es que hayan acabado convirtiéndose en eso como consecuencia de la negligencia o la falta de control. Lo más grave es que han sido creadas expresamente para eso.

Familiares, militantes... todos nadan en la charca, cada vez más grande y corrompida.

A Marcelino Iglesias y a José Ángel Biel se les debería caer la cara de vergüenza. Alguna vez tendrían que rendir cuentas de todo esto. Aunque, tratándose de España, es dudoso que hayan de hacerlo nunca.

Una triste historia

Por José Luis de Arce, Heraldo de Aragón 21/6/2009

«Está por escribir la triste historia de los fiascos de las empresas públicas de Aragón en 30 años y la falta de controles»

No voy a dar detalles ahora, porque tengo la es­peranza -y ya hay algún indicio de ello- de que la penosa historia de la empresa pública arago­nesa promovida desde diferentes órganos de los poderes públicos en los últimos treinta años, sea recogida en una demoledora tesis doctoral que ponga de manifiesto la inepcia y las corrup­telas que han acompañado en estas décadas a la promoción de un sector público auspiciado por diferentes gobiernos y que, en general, han supuesto un dispendio disparatado de recur­sos, una dilapidación de oportunidades, y un ridículo tremendo de los equipos que han regi­do las áreas económico-industriales.

Los fiascos han sido innumerables y constan­tes, por más que desde el poder se haya trata­do de extender un tupido velo de desinforma­ción y ocultación de responsabilidades; los fra­casos empresariales son de traca, explotando, como en las tracas verdaderas, uno tras otro los petardos de aventuras pseudo-inversoras y pseudo-empresariales que han debido dejar "grogui" a más de un consejero sin que aquí na­die haya movido una pestaña y nadie, como es natural, haya sido capaz de reconocer su incom­petencia que nos ha costado a todos dinero, prestigio y credibilidad. Y no quiero entrar en si se las han llevado crudas, o no, o quien se las ha llevado; pero lo cierto es que las aventuras empresariales públicas han dejado más aguje­ros que un queso de gruyere.

Basta ver las hemerotecas para comprobar cuánto fallido, cuánto desastre, cuánta engañi­fa ha ido poblando la estela de nuestra historia económica pública, con la complicidad, la participación y el aplauso de nuestras más dignas organizaciones e instituciones, que han tenido que recoger velas tantas veces y cargar a su cuenta de resultados, los "marrones" en que se han visto embarcados por amiguismos, embus­tes, montajes o complacencias interesadas. Es­tá por escribir, sí, esta triste historia de los naufragios empresariales que han sido una constante; están por anotarse los nombres y apelli­dos de los responsables de tanta veleidad; está por explicarse por qué no se han instalado los mecanismos de control establecidos en cual­quier democracia que se precie, como los tri­bunales de cuentas, que aquí están durmiendo un inicuo y culpable sueño de los justos porque no interesa su presencia; están por hacerse transparentes la gestión y las cuentas de tanto insti­tuto, corporación, empresa, sociedad o instru­mento al servicio de la política partidista y hui­dizo de los controles parlamentarios y sociales al socaire de no sé qué interpretaciones sesga­das y para encubrir peligrosas connivencias que el público no debe conocer.

Ya sé que puede ser perder el tiempo; pero se­ñalar una de las lacras que hemos soportado en nuestra economía y en nuestras finanzas, administradas muchas veces por aficionados e in­competentes y pedir que alguien lo explique, aunque sean los historiadores del mañana -los de hoy no están por la labor, ni saben ni con­testan- me parece un derecho ciudadano al que no debemos renunciar. Vamos a ver qué dice esa tesis, si es que se hace pública.

En las páginas 65 a 67 del documento siguiente pueden encontrar la relación de los entes empresariales públicos y semipúblicos aragoneses.

Inventario de Entes dependientes de las Comunidades Autónomas

Tengo el convencimiento de que para fiscalizarlas -algo que nunca ocurrirá- haría falta entrar con máscara, tanta debe ser la podredumbre que acumulan.
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