La equidistancia no es inocente, ni quizás casual, sino posiblemente interesada, tal vez cobarde, autocomplaciente; o posiblemente sea una disculpa, una coartada moral... Tranquiliza la conciencia, nos permite no tomar partido...
Pero equidistar entre el bien y el mal; entre los pacíficos y los violentos; entre los justos y los injustos; entre la víctima sollozante, arrodillada en el suelo, con las manos atadas a la espalda con un alambre, que espera el disparo en la nuca y el canalla que se dispone a dárselo... ya es tomar partido; partido por la indignidad.
Un fantástico relato:
Muy bien empleada la palabra: el tufo.
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