jueves, agosto 13, 2009

La vergüenza de ser vasco

“Llama la atención que todas las medidas que se propongan para luchar contra ETA levantan suspicacias en el nacionalismo”. Joseba Arregi

Siempre he creído que nacer en un sitio determinado, impregnarse por tanto de su lengua y de su cultura y asumirlas como propias, nunca debería ser motivo de orgullo ni de vergüenza para nadie, por más que objetivamente haya naciones y entornos culturales mucho más ricos y desarrollados que otros. Pero ese diferente grado de desarrollo es consecuencia de la Historia, y ninguna generación es responsable de la Historia que recibe, sino de la que escribe.

Brassens: Los imbéciles orgullosos de haber nacido en alguna parte

Un vasco, por el hecho de serlo, no es mejor ni peor que un aragonés, ni debiera tener más derechos, por más que esta estúpida Constitución de que nos hemos dotado (y que yo, también estúpidamente -o quizás sea más justo decir ingenuamente-, voté) así lo reconozca, indebidamente.

Los espacios públicos de ETA

Habla Joseba Arregi de los espacios de ETA, y de la necesidad de ir acotando y recortando esos espacios en los que sobrevive e incluso se desarrolla. ETA hoy es un anacronismo en Europa. Todos los terrorismos europeos han sido barridos del continente por la acción policial, aunque ello ha ocurrido con mayor dificultad en aquellos casos en que han contado con mayor respaldo social. El ejemplo del IRA sería el más parecido al de ETA, y aún en Irlanda el terrorismo ha sido vencido.

Que ETA tiene respaldo social en el País vasco es innegable. Los etarras son vistos como héroes por amplios sectores de la población, lo que impulsa a muchos jóvenes descerebrados -algo que no es infrecuente entre los jóvenes- a querer emularlos y a engrosar sus filas. “Nuestros padres mintieron”, dice Jon Juaristi, “eso es todo”. Y con esa frase, señala Juaristi una responsabilidad de los padres. Mintieron. Pero ya va siendo hora de que esta generación rectifique y desvele aquellas mentiras. Por dignidad, simplemente.

Si repasamos algunos de los crímenes de ETA, especialmente crueles -aunque todos sin excepción lo son, y mucho-, podríamos suponer que en cualquier persona de bien, con el esperable grado de civilización de un ciudadano europeo de nuestro siglo, suscitarían un absoluto rechazo, sin atenuantes ni coartadas políticas de ningún tipo: ciudadanos enterrados en un zulo poco mayor que una tumba durante meses o años, a los que se estaba dispuesto a dejar morir de hambre si el comando era descubierto, como en algún caso lo fue; jóvenes inocentes ejecutados con un disparo en la nuca y las manos atadas con alambres a la espalda, que durante días fueron conscientes de su inminente ejecución, sin clemencia posible… La lista de horrores y crueldad sin límites es interminable. Y esa sociedad, o esa parte de la sociedad que les da respaldo político y moral, que los aclama como héroes, se identifica con los verdugos, los comprende, aplaude y alienta, pero nunca se pone en la piel de las víctimas, es incapaz de asumir, o imaginar como propio su dolor, su miedo, el pánico absoluto de la inminencia de una muerte injusta y atroz, su desesperación o angustia…

Frente a una Historia gloriosa en la que muchos vascos fueron los adelantados de España, protagonistas de gestas que exigieron nobleza, heroísmo, inteligencia, determinación…, la historia que legará a la posteridad esta generación de vascos, en particular aquellos que han apoyado la violencia, o aquellos que condenándola siguen siendo suspicaces ante las medidas que se proponen para combatirla, o aquellos que se declaran hipócritamente equidistantes entre víctimas y verdugos, es una historia de cobardía, estupidez, crueldad, horror e ignominia. Una historia de la que avergonzarse. Y no es una historia heredada: es la que están escribiendo y legando para el futuro.

A mí me daría vergüenza estar integrado en una sociedad que todavía prestigia la violencia y a los violentos. Esa sociedad no parece haber alcanzado todavía los escalones previos de la civilización, en plena Europa y en pleno siglo XXI.

Sólo se vencerá a ETA el día en que todos los vascos, o una inmensa mayoría de ellos, no se enorgullezcan de ETA, sino que se avergüencen. El día en que los jóvenes interioricen que pertenecer a ETA no otorga prestigio, sino que es un estigma infamante.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya se te ve el plumero, otro no nacionalista español.

Oroel dijo...

Amable anónimo:

Efectivamente, no soy nacionalista.

Ser nacionalista es una de las cosas más estúpidas que se puede ser en la vida, y yo procuro huir de las estupideces, algo que, como sabes, no siempre es posible. Así que ya sabes: estupideces, las menos. Y mucho menos esas tan gordas.


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