sábado, mayo 01, 2010

¿Autonomías o pensiones?

Hay muchos defensores de las autonomías, aunque el número de detractores sigue subiendo. Quizás hoy ya sean más los ciudadanos que las rechazan que quienes las aceptan o aprueban.

Yo soy un detractor ya antiguo, como sin duda mis lectores ya saben. Pero no sé cuántos de los que hasta ahora las defienden se han planteado esa misma pregunta o en esos mismos términos. Porque es exactamente en esos términos en los que hay que formularla. Y todavía hay ingenuos que no se han percatado, todavía hay ingenuos a los que cuando les dicen que el crecimiento económico de España en las últimas décadas se debe al estado autonómico, lo creen. Son las pensiones, y no sólo ellas sino muchas más cosas -el futuro de nuestros hijos, por ejemplo-, lo que nos jugamos.

Hoy he descubierto la existencia de una nueva plataforma ciudadana a la que inmediatamente me he adherido: Esto sólo lo arreglamos sin autonomías.org

He aquí el Manifiesto de esta plataforma, con el que no puedo estar más de acuerdo. Yo mismo he dicho a menudo que las autonomías son el error histórico de nuestra generación:

Por la reforma del Estado de las Autonomías

Queremos una reforma constitucional que redefina el actual modelo de descentralización política y administrativa, modifique la ley electoral, y asegure la igualdad entre todos los españoles. Ha llegado la hora de afirmar sin titubeos que el Estado de las Autonomías es el inmenso error que nos está conduciendo a la ruina, a la división entre los españoles y a la desintegración de la unidad patria. El Estado de las Autonomías, en su concepción actual, impide la recuperación y el desarrollo económico de nuestra nación y contribuye de forma probablemente irreversible a la destrucción de la igualdad, la cohesión y la solidaridad que son fundamentales para el sostenimiento de la integridad de la nación española.

El Estado de las Autonomías y su altísimo e injustificado coste es el problema nuclear de la actual crisis. La atomización de leyes dispares, la existencia de políticas económicas, sociales, sanitarias, fiscales y sobre todo en materia de educación diferentes, resta fuerzas al Estado y por lo tanto lastra nuestras posibilidades de salir rápidamente de la actual crisis, a diferencia de otros Estados europeos. El Estado autonómico, justificado tanto por los partidos nacionales (PSOE y PP) como por los nacionalistas, constituye el gasto más importante, con diferencia, de nuestro presupuesto y la razón fundamental de nuestro déficit público; es por lo tanto la partida que precisa de un ajuste inmediato, cuando no de su eliminación.

El goteo permanente de cesión de competencias, junto con una ley electoral que termina por favorecer a las minorías independentistas -siempre desleales con el resto de España- nos hace preguntarnos: ¿Cuál es el final del Estado de las Autonomías? ¿La desmembración misma de la Nación? El Estado de las Autonomías, por su propia naturaleza, aspira a incrementar constantemente sus techos competenciales en una espiral perversa y sin fin que nos lleva, desde hace décadas, a la ruptura de la unidad de mercado y lo que es peor a la ruptura del modelo de Estado basado en la indisoluble unidad de España, tal y como se recoge en el artículo 2 de la Constitución Española.

Por todo ello llamamos, por encima de partidos, plataformas o foros a la hermosa tarea de soñar de nuevo en España, de refundar España bajo premisas generosas que nos devuelvan el orgullo y la alegría de trabajar en un proyecto común, lo que necesariamente pasa por una reforma constitucional que redefina el actual modelo de descentralización política y administrativa, modifique la ley electoral, blinde la unidad de España y asegure la igualdad entre todos los españoles, con independencia de su lugar de nacimiento o residencia.

Abril de 2010

Sorprendentemente, todavía hay quien cree que este tipo de planteamientos son reaccionarios, y que, por el contrario, la descentralización política y administrativa es progresista. Sin demostración, por supuesto. Se invoca, sin más análisis ni reflexión, el principio de subsidiariedad, como si eso justificara incluso los abusos y el despilfarro en que ha incurrido el sistema. O como si de él hubiera derivado una automática y evidente profundización de la democracia, que yo, qué quieren que les diga, no percibo por ninguna parte. Sí he percibido, por el contrario, que la tentación y ocasiones para el caciquismo y la corrupción se han multiplicado. Y el gasto sin sentido, las estupideces identitarias y el tribalismo más absurdo, en la época de Internet y los vuelos supersónicos.

No conocía hasta hoy (será porque hay veredas que no frecuento) la existencia de este periódico digital: elplural.com. De hecho ha sido en él donde he tenido conocimiento de esta plataforma. Hay que leerlo tapándose la nariz, advierto.

Pero invito a los lectores a que hagan una incursión en los comentarios de la noticia. Observen la altura ideológica y la elegancia de lenguaje de los progres, pretendidamente demócratas. Con ese nivel, y siendo ellos quienes gobiernan, no es extraño que vayamos directamente a la quiebra. Espero que al menos no a la guerra civil, con cuya memoria han estado entretenidos el último mes. Fachas (por supuesto), facinerosos, perros, cavernarios… Esos son los comentarios con que nuestros progres se refieren a quienes somos de derechas. Y esos son los argumentos que oponen a los nuestros. No quiero pensar, sinceramente no lo creo, que sea posible cualquier tipo de acuerdo con gente así.

Sólo espero y deseo que la gente normal y educada sea una mayoría social en este país, porque sólo con su concurso será posible salir del hoyo al que nos ha conducido Zapatero. Y una vez libres de Zapatero, que es lo más urgente, habremos de plantearnos qué hacemos con las autonomías. Es también urgente.

PD.: El título de este artículo no es mío, sino de un compañero de trabajo especialmente inteligente.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno esto el Conde Aznar lo dejó claro.
Los caballeros elegían rey en los montes de Pano. Un conde de Echeto una parrafada hay Jaca Jaca
Darío


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