Una proposición indecente

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No sé si Rubalcaba está esperando algún milagro procedente del norte. Más concretamente, el anuncio de la disolución de ETA. 

Un milagro que no se va a producir.

Porque, ¿alguien cree que se producirá un abandono definitivo y verificable de la violencia, con la entrega incluida de las armas, de aquí al 20-N? Yo no lo creo.

Sólo desde esa ingenua esperanza puede entenderse que frente a un comunicado insolente y en absoluto pacífico y arrepentido, como el del Colectivo de Presos y Presas Políticos Vascos, Rubalcaba se apresurara a decir que "estamos más cerca del final que ayer". Eso es lo que a él le gustaría. ¿Pero alguien que no esté cegado por la necesidad de un clavo al que agarrarse, aunque sea ardiendo, puede interpretar eso del comunicado? (Por cierto, ¿presos y presas “políticos”? ¡Qué empeño en seguir considerando actos políticos lo que no son sino actos delictivos! ¿A quién pretenden engañar?)

Este jueves pasado, el presidente del Gobierno vasco, el socialista Patxi López, ha desgranado un decálogo "para la unidad, la concordia y la convivencia" en su discurso en el debate de política general en el Parlamento vasco. 

Sin duda alguna, el punto que más controversia ha suscitado ha sido el que se refiere al acercamiento de los presos etarras: 

“Proponemos una orientación consensuada, dinámica y flexible de la política penitenciaria de la forma que mejor propicie la superación del ciclo terrorista. Dicho consenso, basado siempre en el objetivo de la reinserción, contemplará, entre otras cuestiones, el acercamiento progresivo de los penados, siempre y cuando favorezca esa reinserción”. 

La cuestión es si esas medidas han de tener un carácter general o, por el contrario, aplicarse de forma individual en atención a las conductas de cada uno de los presos; conductas que permitan concluir con cierta garantía que realmente están arrepentidos y alejados de forma indudable de la estrategia de la banda. Una cuestión espinosa y controvertida sobre la que yo mismo tengo abundantes dudas, porque quien ha matado y extorsionado por una causa, muy bien puede mentir -que es, por comparación, un pecado venial-.

El Gobierno ha consensuado, dice su ministro portavoz, la propuesta de Patxi López.

Lo que hace pensar que, quizás por otras vías -quiero decir, sin un diálogo expreso-, el Gobierno mantiene su estrategia de cesión al entorno abertzale para conseguir el cese definitivo de la violencia, o al menos su anuncio, y preferentemente antes de las próximas elecciones generales. Que sería, creen, el milagro que esperan. 

Que ha habido cesión es evidente. Están en las instituciones: gobiernan, manejan ingentes cantidades del presupuesto… Nunca, en toda la etapa democrática, el entorno terrorista, quienes, al menos, les apoyan y justifican política e ideológicamente, habían tenido tanto poder. Ha tenido que llegar Zapatero para que esto fuera posible. Otro “éxito” de su gestión. 

Y mientras tanto, la banda y su entorno se preparan su propio Comité Internacional de Verificación. 

Pero, ¿verificación de qué? ¿Del alto el fuego? Porque observen que ETA nunca ha hablado de una verificación de su entrega de las armas y de su desarme y disolución definitivas. ETA pretende -y creo que eso está fuera de toda duda- mantenerse como garante del proceso de “construcción nacional”.

Es posible que haya algún anuncio por parte de la banda de aquí a las elecciones del 20-N, aunque no creo que sea espectacular. Pero aunque lo fuera, ya está amortizado. Porque hay dos formas de lograr el cese de la violencia terrorista: o derrotándoles o rindiéndose. Y a estas alturas, pocas dudas hay de que el PSOE y su candidato han elegido la segunda opción. Un comunicado de la banda no hará sino certificar esa opinión que ya es, a día de hoy, generalizada. 

Y su consecuencia en las urnas no será la que espera Rubalcaba, sino la contraria.

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