En el breve lapso de tiempo transcurrido (menos de veinticuatro horas) desde que se produjo la explosión de Barajas ya se ha dicho todo lo que cabía decir, lo suficiente como para poner sobre el tapete todas las claves del asunto.
Pero hay dos frases que para mí resumen perfectamente la situación:
La primera es esa de Otegui que encabeza este comentario: “El proceso no está roto”. Y lo lamentable es que Zapatero, a pesar de su impostado gesto de firmeza en la última comparecencia, ha coincidido con él. Lo aclara Luis del Pino en su blog de Libertad Digital: cuando se le preguntó al Presidente, varias veces, si suspender quería decir romper, Zapatero eludió la respuesta. Y cuando se le preguntó si iba a reconsiderar su vuelta al Pacto Antiterrorista también se perdió en divagaciones.
Es por eso, porque el proceso no está roto, por lo que ETA no anunció previamente el fin de la tregua. Y por lo que sí anunció, hasta tres veces, como nos señala Victoria Prego, la colocación de la bomba, porque su intención era que no hubiera víctimas; una expresión de fuerza imponente, pero sin víctimas. A pesar de ello, las ha habido. Y es por eso, porque no es intención de ETA que el proceso se rompa, por lo que ha mandado a su recadero, Otegui, a decirlo explícitamente: “El proceso no está roto”.
¿Por qué, entonces, la bomba? Porque Zapatero no se daba por enterado, porque ha seguido considerando insuficientes todas las señales anteriores, el robo de pistolas en Francia la noche anterior al debate en el Parlamento Europeo, las cartas de extorsión, el hallazgo del zulo, la violencia callejera... Zapatero contrajo, al decir de la banda, algunos compromisos... que el Gobierno niega. ¿Quién dice la verdad?
Recuerdo haber leído a Mayor Oreja anticipar que si Zapatero creía poder manejar a ETA como lo hizo con Esquerra Republicana, se equivocaba. No puedo dudar de la sagacidad de D. Jaime, quien de nuevo acertó en su pronóstico, como tantas veces antes.
En cualquier caso, el acuerdo del Congreso de los Diputados, aprobado con el único voto en contra del PP, que autorizaba a Zapatero a iniciar los contactos con ETA en ausencia de violencia ha sido flagrantemente incumplido, porque sí ha habido violencia. La misma amenaza de emplearla si no se cedía a sus pretensiones ya es violencia. Zapatero ha incumplido el acuerdo del Congreso, ha incumplido -de nuevo, al decir de los terroristas- lo acordado con ellos, ha roto el consenso antiterrorista..., pero no ha roto el proceso.
Y la segunda frase la escribe Martín Ferrand, quien brevemente resume la única conclusión posible: “El final de ETA será consecuencia de la acción judicial y policial o no será”. Una conclusión que, por cierto, no necesitaba de la bomba de Barajas y a la que, si el proceso no está roto, todavía no ha llegado Zapatero; una conclusión a la que se podía llegar con la sola experiencia de gobiernos anteriores, y que Zapatero ha desdeñado. Que sólo sea posible acabar con ETA desde el acoso, legítimo, ineludible e implacable, judicial y policial, no significa otra cosa que el retorno al Pacto Antiterrorista. Y eso, de momento, queda descartado.
Y un corolario, al margen del “proceso”. La triunfal y, con esta nueva perspectiva, patética comparecencia de Zapatero el día anterior demuestra la inmensa, absoluta ineptitud de Rubalcaba, más inteligente para la maquinación que para la gestión. La frase de D. Alfredo, que también reproduce la prensa: “Nadie podía imaginar que se fuera a producir un atentado en este momento”, no sólo contradice la percepción de los ciudadanos, las amenazas nada veladas de ETA y los propios testimonios de responsables de la lucha antiterrorista que sí lo imaginaban y esperaban precisamente para antes de fin de año, sino que debiera haber sido el prólogo de su inmediata dimisión. Tal declaración de impotencia e imprevisión no es entendible sin el cese fulminante, de oficio o por propia iniciativa.
Ante el mantenimiento del “proceso” y la permanencia de Rubalcaba en su puesto, quien posiblemente sepa más que nadie de lo sucedido el 11-M, vuelve a cobrar sentido la vieja pregunta: “¿Qué le debe Zapatero a ETA?”
3 comentarios:
Si admitiéramos que ZP le debe a ETA su silencio por lo que esta sepa sobre el 11M.
Si admitiéramos que las conversaciones o, cuando menos, los contactos, con ETA fueron previos al 11M.
Si admitiéramos que las conversaciones han seguido durante estos meses... durante estas últimas semanas.
Si admitiéramos que el fondo de estas conversaciones entraña la cesión de la soberanía nacional a una pandilla organizada de delincuentes.
Si admitiéramos que el proceso no está roto y no existe voluntad por las partes concernidas en romperlo …
¿Por qué, entonces, la bomba?
Explicación 1ª: ETA considera que el ritmo no es el adecuado. Las elecciones están próximas y no es seguro que se pueda evitar un gobierno del PP. Se buscaría acelerar el proceso, introduciendo la culpabilización de las víctimas (“Esto no debería haber pasado si las negociaciones hubiesen sido mas fructíferas”)
Explicación 2º: ETA ya tiene las concesiones fundamentales. Ahora quiere dejar claro que la victoria ha sido suya… por goleada. Quiere dejar claro que la victoria ha sido “militar” y no política… quiere la humillación del vencido y el reconocimiento de su posición hegemónica en el futuro de las Vascongadas. Esa posición de fuerza la necesita para su siguiente paso: la revolución proletaria y la derrota del capitalismo.
Un cordial saludo de Carlos56.
Estimado Carlos56:
Las explicaciones 1 y 2 no requieren de esas hipótesis previas, aunque son perfectamente posibles e incluso explican algunos comportamientos del Presidente, que sin ellas no se entienden, salvo que los atribuyamos a una estupidez y a un sectarismo políticos más propios de un adolescente ferozmente adoctrinado en un izquierdismo utópico y cuasi revolucionario.
Si por el contrario persistimos en atribuirle al Presidente alguna inteligencia, en suponer que sus comportamientos obedecen a alguna lógica, ésta sólo se explica por la existencia de alguna de esas hipótesis o todas ellas.
De las dos explicaciones que aportas creo que las más válida es la primera. Y como digo, se explica mejor si admitimos que Zapatero ha hecho concesiones previas al entorno abertzale (ETA-Batasuna) o promesas de hacerlas (por propia convicción extremo-izquierdista o porque ETA calle lo que sabe del 11-M). Esos compromisos de los que habla Otegui. ETA no ha parado de hacer “señales” de impaciencia (la violencia de baja intensidad perfectamente administrada: el robo de las pistolas justo antes del debate europeo, la “kale borroka” cada vez más frecuente) que Zapatero se ha empeñado en ignorar, y ante las que cabían dos alternativas: romper toda esperanza de negociaciones y volver al consenso antiterrorista (que fue él quien abandonó) o acelerar las concesiones (que es lo que esperaba ETA). Zapatero ha optado por una tercera: dar largas y soltar sedal pensando que podía manejar a ETA como hizo con Esquerra con la negociación del Estatut y que la banda se contentara con concesiones menores. Y si no ha hecho todas las concesiones que reclama ETA no es porque no estuviera dispuesto a hacerlas, sino porque no puede. Porque le ha sorprendido la masiva respuesta que han tenido las manifestaciones convocadas por la AVT, por la percepción de un descontento larvado (muy minoritario: apenas la punta del iceberg) en su propio partido, porque no tiene autoridad sobre los territorios franceses, porque no puede entregar Navarra al margen de la voluntad de los navarros, y por el coste inmenso que le supondría en el resto de España. Pero, claro, ETA no es Esquerra. ETA tiene el recurso a la violencia y la emplea. Ello le otorga un poder, y lo ejerce.
La comparecencia del día anterior sólo demuestra una cosa, como dijo Victoria Prego: que el Presidente no se entera de lo que pasa, que, en contra lo que él creía, no controla el “proceso”.
Un afectuoso saludo de Oroel.
Esto es una Prueba
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