domingo, julio 31, 2011

Quiebra

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El mundo está amenazado de quiebra. Estados Unidos se encuentra al borde de la suspensión de pagos. Y al parecer algunos de nuestros presidentes autonómicos están pensando devolver competencias al Estado.

A visualization of United States debt

Pero yo mañana me voy a disfrutar la segunda parte de mis vacaciones, al campo de trabajo en que se ha convertido la vieja casa solariega de la familia, a sudar... con prudencia, mimando la espalda, que ya no tengo ni años ni costumbre... Y quizás, si la quiebra mundial se confirma, haya de quedarme y poner en cultivo el huerto (aunque tal como tengo la espalda...)


Estados Unidos

Lo que pase en Estados Unidos puede afectar a todo el mundo. Si ellos quiebran, quebramos todos.

Parece ser que la Administración americana ha alcanzado su techo de gasto, 14,3 billones de dólares (billones americanos: mil millones), y necesita la autorización de la Cámaras de Representantes y del Senado. De momento no hay acuerdo. Y si de aquí al martes sigue sin haberlo, Estados Unidos declararía la suspensión de pagos. Eso significará una catástrofe económica mundial.

Sorprendentemente, no se aprecia la sensación de pánico que yo esperaría ver. Incluso mantiene la máxima calificación de las agencias de rating. Al parecer, el presidente americano puede acogerse a la 14ª Enmienda que nunca ha sido usada y que le permitiría autorizar nuevas emisiones de deuda, aún sin acuerdo de las cámaras legislativas.

Contengamos la respiración.


Las autonomías españolas

La semana pasada se reunió el Consejo de Política Fiscal y Financiera de las Comunidades Autónomas que se saldó sin acuerdo. El Estado reclama a las comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos los anticipos que generosamente repartió Zapatero a finales del 2008, a cuenta de unos ingresos por recaudación de impuestos que luego no se han producido como consecuencia de la crisis.

Esta devolución que ahora se reclama no es sino la consecuencia de una enorme irresponsabilidad compartida, y trae causa de aquel reparto de fondos, cuando la crisis ya era una realidad inocultable. El Gobierno la negaba y distribuía fondos como si no la hubiera. Y las autonomías los aceptaron, también como si no la hubiera. Aquí en Aragón el PP no tiene responsabilidad alguna, pues en aquel entonces gobernaba Marcelino. Pero sí gobernaba en otras comunidades, que aceptaron el dinero, y lo gastaron, como si no hubiera crisis. Todo ello evidencia que ninguno de los dos partidos nacionales ha sabido hacer una política coherente entre los intereses generales, que aconsejaban ya entonces una responsable contención del gasto, y los intereses particulares de cada autonomía, que les aconsejaba coger el dinero y callar. Las autonomías son el problema, y lo son por falta de sentido de Estado. Este era un defecto sólo achacable antes a los partidos nacionalistas. Ahora todos se han contagiado. Pueden blasonar de él, pero en cuanto gobiernan un ente territorial (autonomía, diputación, comarca o municipio) demuestran no tenerlo.

Como consecuencia han sido varias las comunidades autónomas, cuyos presidentes han hablado de devolver competencias. Entre ellos, Esperanza Aguirre (Madrid), quien quiere devolver Justicia, mientras Valcárcel (Murcia) que no asumió Justicia hablaba de devolver Educación y Sanidad. También el PP asturiano se ha sumado a ese debate.


Recordemos que hasta hace poco, sólo UPyD hablaba de la devolución de competencias al Estado y Felipe González se planteaba la supresión de las diputaciones provinciales.


Como comprenderán, me encanta ese debate. Siempre se acaban produciendo los debates que yo he anunciado, aunque siempre con años de retraso, con desesperante lentitud.

Nunca he creído en las autonomías, y desde muy temprano me di cuenta de que eran un auténtico disparate que pondría en cuestión la viabilidad política y económica de España. Al final vamos a tener que reconducirlas -aunque yo las suprimiría- pero no porque se haya impuesto el sentido común, sino por la fuerza de los hechos y por la imposibilidad material de mantenerlas.

PD.: Cuando vuelva de vacaciones hablaremos de Gómez Bermúdez. Creo que ha llegado el momento de contar su conversación con Inma Castilla de Cortázar.


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