martes, diciembre 08, 2009

Un término “deslizante”

Así definió Gabriel Cisneros (UCD) el término “nacionalidades”.

Es curioso comprobar su clarividencia y la de algunos ponentes de la Constitución y cómo sus previsiones, algunas en absoluto optimistas, se han cumplido.

Ya he dicho en ocasiones que si tuviera que volver a votar la Constitución, que yo entonces voté afirmativamente, hoy lo haría negativamente. Creo que nuestra Constitución es un texto débil, en equilibrio inestable, ambiguo, contradictorio y necesitado, posiblemente más que ninguna otra carta magna, de una lealtad constitucional que en España precisamente le ha faltado.

Pero todo eso ya se anticipó en su momento, aunque a los españoles de a pie no se advirtió entonces.

"Que no sea una bomba retardada"

Uno de los más clarividentes fue Hipólito Gómez de las Roces, entonces en la Candidatura Aragonesa independiente de Centro: "La ponencia se limita a dar un puntapié al problema, a trasladarlo a mañana. En vez de quitar el proyectil del cañón para que no se dispare, ha preferido ponerle un tapón [...] ¿Quién impedirá que crezca la semilla de la nacionalidad y que en una segunda fase se trate de ocupar una parte alícuota de la soberanía nacional?"

¿No es eso lo que ha pasado con el texto del Estatut catalán, claramente soberanista?

Y decía también D. Hipólito, sin duda refiriéndose a los derechos históricos: "Ningún territorio español carece de historia, pero la más relevante es la que hicieron en común".

También estuvo clarividente Licinio de la Fuente de Alianza Popular: "Habrá dos clases de territorios en España y, por tanto, dos clases de españoles [...] Las autonomías nacionalistas van más allá, no nos engañemos, y crearán de alguna manera la punta de lanza permanente".

¿Ha sido así?: sin duda.

Pero posiblemente el más artero y mentiroso fue Arzalluz: "No buscamos ni en la palabra nacionalidades ni en la autonomía un trampolín para la secesión". Despreciable, como siempre. La demostración palpable de esa deslealtad de la que hablaba yo antes.

Pero aquello fue entonces, hace treinta y un años.

Lean el reciente artículo de José Montilla, presidente de la Generalitat sobre el debate en torno a la constitucionalidad o no del Estatuto reformado de Cataluña. Si no supiéramos de qué habla, pensaríamos que el Estatut es otra cosa distinta. ¿Es eso lo que pretende hacer creer? ¿La misma deslealtad artera de Arzalluz, actualizada?

Defensa y elogio de la Constitución

"Precisamente el artículo 2 de la Constitución me trae a la memoria la negativa de muchos sectores de derecha y ultraderecha (de entonces, y al parecer de hoy mismo) a incorporar el término "nacionalidad" por considerarlo sinónimo de nación. ¿Habrá que recordar también que el adjetivo que corresponde al sustantivo nacionalidad es nacional?", dice. Hemos recordado aquellas reticencias y advertencias. ¿Se equivocaron entonces o, a la vista de lo que hoy escribe Montilla, acertaron?

Un grave error de nuestros constituyentes quizás fue ignorar, o hacer como que ignoraban, que sólo otras dos Constituciones en el mundo habían incorporado antes el término nacionalidad: la de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la de la antigua república de Yugoslavia.

Les cabe el descargo de que en aquel entonces no podían imaginar que ambas acabarían desguazadas, y en muy breve tiempo. Un inquietante antecedente.

Y es que, efectivamente, el término nacionalidad es deslizante... hacia el abismo de la fragmentación (algo que no a todos inquieta, sino todo lo contrario).

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