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Sin ese exilio provocado por la violencia, los nacionalistas nunca
hubieran gobernado el País Vasco y hoy las cosas serían muy diferentes.
Pero al igual que los emigrantes gallegos, y sus hijos e
incluso nietos, de los que muchos de estos últimos ni conocen Galicia ni van a
ir a vivir jamás a ella, pueden votar sin sufrir las consecuencias de sus votos, de
la misma forma los exiliados vascos en razón de la violencia que han sufrido deberían
poder votar en su tierra.
Y por fin, parece que eso va a ser realidad.
Observen que los vascos exiliados a Latinoamérica, normalmente
vinculados al mundo etarra, pueden votar, pero los exiliados a otras provincias
españolas, no. Y es de justicia que puedan hacerlo.
Poco a poco las cosas pueden empezar a cambiar a mejor. Esperemos.
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