miércoles, agosto 17, 2011

Liberalización del suelo

.
Se atribuye la crisis económica española, o mejor dicho, sus graves peculiaridades, a la burbuja inmobiliaria. Algo que sólo es cierto en parte.

En mi opinión, la crisis financiera internacional, que ha tenido el efecto de una tormenta muy potente sobre un barco mal preparado para afrontarla, ha dejado al descubierto cuatro debilidades específicas española.

- El modelo económico basado en el monocultivo del ladrillo sería la primera, pero no la única.

- La segunda no es exactamente específica nuestra, sino propia de los países desarrollados y es nuestro desarme comercial frente a los productos manufacturados de los países emergentes producidos en régimen de dumping social. El hecho de que hayamos centrado nuestros esfuerzos en un sector que no produce bienes exportables, como la construcción, descuidando la industria, nos ha hecho en este aspecto más vulnerables que el resto de los países desarrollados. No vincular las normas liberalizadoras del comercio internacional a un control de las normas laborales y a la protección social de los trabajadores es un suicidio. La OIT y la OMC deben trabajar en absoluta coordinación. Lo contrario supone un desarme estúpido y condenar a los trabajadores occidentales a renunciar a los derechos sociales alcanzados en los dos últimos siglos de lucha obrera. O eso o el paro masivo y de larga duración.

- La inmigración incontrolada tiene sobre el mercado de trabajo los mismos efectos que la importación en masa de productos manufacturados producidos a bajo precio, con el agravante de que en este caso asumimos mediante nuestras infraestructuras asistenciales, educativas o sanitarias la atención a una población muy superior a la prevista y que no ha cotizado para crearlas ni mantenerlas. Algo fuertemente comprometedor para la sostenibilidad del sistema.

- La hipertrofia administrativa de estos últimos años y las inversiones ruinosas pueden parecer, vistas desde fuera, un síntoma de irresponsabilidad casi patológica. Y posiblemente lo sean. No es extraño que los europeos se hayan escandalizado con ejemplos como el del aeropuerto de Ciudad Real, que no es ni mucho menos único.

Pero hoy quiero centrarme en la liberalización del suelo, aprovechando la publicación de uno de los artículos más claros y didácticos que he leído nunca sobre la cuestión. Es corto y sencillo de entender.


Una de las falacias más extendidas y arraigadas en los últimos ha sido la de atribuir al intento de liberalización del suelo del PP, durante el gobierno de Aznar, la creación de la burbuja inmobiliaria. Tanto es así que el propio Rodríguez Zapatero se lo echó en cara a Rajoy en el curso de un debate televisado. Éste replicó airado, pero no fue suficientemente didáctico. En realidad la Ley del Suelo del PP nunca llegó a aplicarse al ser declarada inconstitucional por invadir competencias autonómicas. El recurso que la dejó sin efecto fue presentado por el PSOE y CiU. Ciertamente, el modelo de regulación del suelo que se ha aplicado desde el franquismo hasta la fecha, fuertemente intervencionista, ha sido el modelo socialista.

Siempre he sostenido que las vigentes normas urbanísticas españolas y especialmente la que regula el suelo han conseguido el despropósito de convertir un bien abundante, el suelo, en un bien escaso, el suelo urbanizable.

Observen lo que señala Álvaro Nadal, del PP: "Liberalizar significa que la firma del concejal de urbanismo no valga dinero". Un incentivo menos para la corrupción. Conseguir algo tan elemental parece un sueño que nunca hemos visto hecho realidad en España. Pero es bonito soñar...

No obstante, la liberalización del suelo, es cierto, llega tarde. El sotck de viviendas es tal que su efecto revitalizador sobre la construcción hoy sería muy escaso.



En cualquier caso, es una de las medidas pendientes y necesarias en España.
.

9 comentarios:

Alejandro dijo...

Tu opinión sobre el "dumping social" me parece muy interesante, sobre todo vieniendo de alguien que se define de derechas. Aunque lo enfocas desde un enfoque pragmático veo en el fondo una cierta inquietud social que no es habitual en ciertos sectores.

Tus colegas liberales en cambio no ven bien esas propuestas de control. En un blog ultraliberal me han llegado a decir que el trabajo infantil no es necesariamente malo. Ante eso, ¿qué se puede responder?

Por otra parte, ese "dumping social" nos ha venido muy bien. Nuestras condiciones laborales y sociales han encarecido mucho el coste de la manos de obra, y el que haya paises donde eso no existe nos ha permitido disfrutar de un nivel de vida envidiable. Cambiar de móvil cada año o disfrutar de zapatillas de marca ha sido posible porque había unos pobres desgraciados en el tercer mundo trabajando en régimen de cuasi esclavitud. Y no sólo eso, sino que compramos muchas materias primas a dictaduras bananeras a precios ridículos. Si se compraran al precio que tendrían si se extrajeran en Europa sus precios serían altísimos y multitud de productos se encarecerían.

Gracias a esos costes superbaratos, varios paises como China han ido emergiendo y comiéndosenos por los pies. Ahora a ver quien le dice a China que sólo le vamos a comprar productos fabricados en condiciones dignas. ¡Si les debemos hasta la camisa!

Aparte de que eso supondría encarecer a lo bestia un montón de productos ¿Estamos dispuestos a perder tanto poder adquisitivo?¿a renunciar a nuestro fantástico tren de vida?

Como tantas vecs "la avaricia rompe el saco". Y las políticas cortoplacistas y miopes nos acaban hundiendo.

Oroel dijo...

Estimado Alejandro:

En mi blog hablé hace tiempo del dumping social.

http://oroel.blogspot.com/2011/03/dumping-social.html

Hay unas interesantes fotografías.

El contraste entre los artículos de lujo, tal como se nos muestran en las tiendas occidentales, y las condiciones en que se producen no puede ser más dramático.

La cuestión es simple. Cuando estamos importando esos artículos, estamos importando inadvertidamente aunque a más largo plazo las condiciones sociales y laborales en que se producen. Y quizás no nosotros, pero nuestros hijos acabarán trabajando en esas mismas condiciones si no ponemos freno a ese suicida y estúpido desarme comercial.

Quien dijo que el trabajo infantil quizás no era tan malo o no tenía hijos o no estaba pensando en que los suyos pudieran ser objeto de esa explotación laboral. O estupidez o falta de empatía. O quizás ambas cosas.

Un cordial saludo.

Alejandro dijo...

Bueno, yo no diría que los ultraliberales son estúpidos pero que carecen totalmente de empatía, es indudable.

El desarme comercial ya está hecho, ahora no tenemos ninguna fuerza para imponer ninguna condicón comercial a terceros paises.

La única esperanza es que esos paises emerjan lo suficiente como para empezar a exigir sus propios derechos. Pero creo que antes de eso se habrán acabado los recursos naturales.

Demasiada gente queriendo vivir demasiado bien.

Oroel dijo...

Nosotros, España, no tenemos ninguna fuerza en los foros de interlocución mundial, pero Europa, Estados Unidos, Japón... entre todos ellos ya lo creo que sí. Otra cosa es que ello, restringir esa liberalización del comercio mundial y sujetarlo a unas reglas sociales y éticas de producción, pudiera hacerse sin resistencia y sin represalias. Pero la alternativa es brutal, no para los dirigentes, que siempre flotarán a otro nivel, sino sobre los trabajadores occidentales.

Yo estoy a favor de la globalización, pero es que esto que tenemos dista mucho de serlo. Esto es otra cosa. No hay una globalización de derechos, y si la hay de mercancías, acabaremos igualando nuestros niveles de protección social a la cota más baja.

El tema que sugieres en tu último párrafo -overpopulation- tiene un abundantísimo tratamiento en Internet. Efectivamente, si pudiéramos limitar mediante un sabio control de la natalidad la población mundial a tres mil o cuatro mil habitantes, con los niveles tecnológicos actuales no habría ni siquiera peligro de desabastecimiento energético, que será la primera escasez global a la que nos enfrentaremos (salvo que antes se desarrolle la energía nuclear de fusión de forma viable). El día en que eso ocurra, la escasez global, digo, no llegará de golpe sino con un encarecimiento paulatino de los precios y la población mundial habrá de reducirse a la fuerza, a base de hambre y miseria.

Oroel dijo...

Tres mil o cuatro mil millones de habitantes quería decir...

winston dijo...

Estimado Oroel, en esta ocasión no estoy del todo de acuerdo con su diagnóstico. Yo creo que las bases de toda economía son tres: dinero o financiación, formación o educación y Estado de Derecho, especialmente justicia independiente. Sobre la primera, el poco dinero que hay lo absorbe el Estado con sus continuas emisiones de deuda. Sobre las dos últimas, decir que son de bajísima calidad es creo una crítica bastante suave. La educación y el Estado de Derecho, sobre todo esto último, son además requisitos muy complicados de cumplir y marcan definitivamente el grado de desarrollo de una sociedad.
En cuanto a lo que Vd señala, evidentemente que el ladrillo ha sido un grave error y la responsabilidad de nuestra clase política -al completo- es gravísima, propiciando un sistema de demanda cautiva, un alza de precios brutal en un bien básico y provocando que el ahorro se haya concentrado en una actividad sin otro valor añadido que su propia realimentación. Con el agravante además del descontrol crediticio de las Cajas de Ahorros, controladas y manipuladas a su antojo por nuestra abyecta clase política.
En el tema del "dumping social", excepción hecha de la explotación infantil en la que estamos de acuerdo en que debe ser denunciada, perseguida y castigada (si bien con matices: no es lo mismo hacer trabajar a un niño de 10 años que a otro de 14, so pena de pensar que la mayor parte de nuestros padres y abuelos fueron explotados en su momento dado que esa era la edad normal de empezar a trabajar), me parece querer poner puertas al campo. Desde el punto de vista práctico, poco se puede decir al derecho de cualquier país a salir del subdesarrollo al ritmo que marquen sus propias normas. Desde un punto de vista moral, supongo que los trabajadores de GM de Detroit o de Alemania pensarían algo parecido cuando en 1982 la multinacional decidió fabricar coches en Figueruelas buscando bajos salarios (en comparación con los estadounidenses o alemanes).
En el tema de la inmigración, efectivamente peor no se ha podido hacer y la responsabilidad política aquí también es abrumadora. Finalmente, la hipertrofía de la Administración no es más que una consecuencia de la baja calidad de nuestro Estado de Derecho antes apuntada.

Alejandro dijo...

"Desde el punto de vista práctico, poco se puede decir al derecho de cualquier país a salir del subdesarrollo al ritmo que marquen sus propias normas"

Pero nosotros con una normativa y unos principios morales claros (incluso escritos en la declaración de los Derechos Humanos)también deberíamos poder decirles a las empresas extranjeras que no va a entrar en la UE ni una sola mercancía que no certifique que ha sido producida en unas mínimas condiciones "humanas".

Todo lo demás es volver la mirada hacia otro lado y hacer gala de un relativismo moral como ese del que se quejan tanto los conservadores.

Oroel dijo...

Estimado Winston:

Coincido con usted en su diagnóstico de las cosas, que yo creo que resume una frase que recuerdo haber leído y repetido en alguna otra ocasión: “la ruina moral antecede siempre a la ruina económica”. Algo que se viene repitiendo desde la caída del Imperio Romano, o quizás antes. Tengo al respecto pocas dudas de que la ausencia de Derecho y de Educación, o su grave deterioro, como estamos viviendo en España, son los dos signos más evidentes de la ruina moral en que nos hallamos. Las manifestaciones de protesta por la visita del Papa son hoy el ejemplo más claro y reciente de fanatismo (ese sí que es fanatismo y no el de los que hacen simple profesión de su fe religiosa), intolerancia y falta de educación, democrática y de la otra. Ruina moral, en definitiva.

Sobre el derecho de los países a buscar sus propias vías de salida del subdesarrollo habría mucho que matizar, a pesar de que parezca una verdad incontestable. Parece obvio -a mí me lo parece- que su industrialización está siguiendo los mismos pasos que la primitiva industrialización europea del siglo dieciocho (circunscrita entonces básicamente a Inglaterra), con graves problemas de explotación laboral y ausencia de derechos sociales. La importación por nuestra parte de mercancías -tanto materias primas como manufacturas- obtenidas en esas condiciones supone la importación de sus condiciones laborales de producción. Ya lo he dicho antes: o esas condiciones o el paro masivo en nuestros países. Porque no podemos competir con esos costes laborales, salvo asumiéndolos también aquí. Y esos costes laborales implican salarios de miseria y ausencia de derechos sociales.

Los niveles de vida y de protección de derechos de que hoy disfrutamos en Occidente no han sido gratis, sino que fruto de siglos de lucha sindical y social, desde las reducciones de jornada, al seguro obrero, la jubilación remunerada e incluso el sufragio universal. El desarme arancelario y contingentario que aceptamos de forma unilateral -porque entre otras cosas, no lo olvidemos, conviene a las multinacionales y éstas ofrecen dividendos a sus accionistas- supone de facto la renuncia a todas esas conquistas. Pero no creo que esos dividendos compensen los costes globales a nuestras poblaciones. Es lo mismo que aceptar, pero esta vez a gran escala, la producción de los esquiroles en las huelgas sindicales que trataban de arrancar derechos laborales; el trabajo de quienes están dispuestos a producir aquello que necesitamos, pero con menores sueldos y en muchas peores condiciones que las que nosotros aceptaríamos o desearíamos para nuestros hijos.

winston dijo...

Estimado Oroel, respecto a esto último que comenta, sólo un breve apunte: Las sociedades rara vez se estancan, siempre van hacia arriba o hacia abajo. El simple hecho de proponer una elevación de los aranceles aduaneros para "defendernos" de los bajos salarios de los países emergentes da una idea bastante precisa (y dramática) del valor de nuestra economía y de la confianza en nosotros mismos.


Número de visitas