Lo que caracteriza a los aprendices de brujo es que las consecuencias de sus sortilegios se les escapan de las manos. Pocas veces son las deseadas.
Estas han sido las prioridades de este Gobierno: las bodas homosexuales, la Memoria Histórica, la retirada de la estatua de Franco, la regularización de inmigrantes, la prohibición del tabaco, la identidad sexual, las reformas de los estatutos... y poco más. Pero nada que se dirija a las preocupaciones de la gente. Observen qué ha dicho el líder de Ciutadans: “Hablar de la Guerra Civil no me paga la hipoteca”. Pocas críticas habrá recibido Zapatero que condensen mejor y en menos palabras la inutilidad de la mayor parte de sus acciones de gobierno; y la percepción que tiene la gente de ellas.
Pero agotadas todas esas iniciativas pseudoprogres más propias de un adolescente, los grandes problemas del país permanecen intocados e incluso agravados. ¿No era Aznar el que había exacerbado los nacionalismos, y él con su talante iba a reconducirlos? Pues allí los tiene. ¿Pretendía vertebrar España abriendo esta insensata carrera de reformas estatutarias? Porque está más desvertebrada de lo que lo ha estado nunca desde que concluyó la Guerra Civil. Zapatero se encuentra a estas alturas desbordado y sobre todo paralizado. Se acabó su iniciativa, y la que ha mostrado hasta ahora no ha servido de nada positivo para el bienestar de la gente o su confianza ante el futuro. La economía sigue su marcha, al margen de sus decisiones o quizás a pesar de ellas.
Pero pienso que un fenómeno como el de Zapatero no puede ser muy prolongado, ni volver a repetirse en mucho tiempo. Una serie de circunstancias desgraciadas le elevaron a una responsabilidad para la que no estaba preparado. Fue un accidente. Si grave fue el 11 M, sus secuelas políticas, a otro nivel por supuesto, también lo están siendo. Su mandato va a dejar profundas cicatrices en el cuerpo social, en nuestro marco institucional y en la convivencia nacional. Va a dejar España mucho más desvertebrada de como la encontró.
Pero el paréntesis Zapatero tiene que servir para algo. No puede pasar en vano, ni saldarse sólo con las graves lesiones que le está produciendo a España y sus posteriores cicatrices. Tendremos que sacar consecuencias. Y el PP habrá de asumir la responsabilidad de gobernar y tener el valor cuando gobierne de corregir los errores producidos, Estatutos incluidos. Habrá que asumir la receta de Rajoy, sentarse a reflexionar sobre las imprescindibles medidas para fortalecer el Estado, blindar sus competencias, restituirle algunas, quizás muchas, reequilibrar las asimetrías que ha introducido Zapatero y quizás algunas que derivan directamente de la Constitución, modificar la Ley Electoral, retomar el Pacto contra el Terrorismo con un PSOE recompuesto tras la debacle a la que se dirige, establecer unos pactos de Estado en materias básicas como la inmigración, la educación, la política energética o la política hidráulica. Habremos de extraer alguna enseñanza. Que sirva para algo el paso desgraciado, y esperemos que fugaz, de Rodríguez Zapatero por la Historia de España.
Estas han sido las prioridades de este Gobierno: las bodas homosexuales, la Memoria Histórica, la retirada de la estatua de Franco, la regularización de inmigrantes, la prohibición del tabaco, la identidad sexual, las reformas de los estatutos... y poco más. Pero nada que se dirija a las preocupaciones de la gente. Observen qué ha dicho el líder de Ciutadans: “Hablar de la Guerra Civil no me paga la hipoteca”. Pocas críticas habrá recibido Zapatero que condensen mejor y en menos palabras la inutilidad de la mayor parte de sus acciones de gobierno; y la percepción que tiene la gente de ellas.
Pero agotadas todas esas iniciativas pseudoprogres más propias de un adolescente, los grandes problemas del país permanecen intocados e incluso agravados. ¿No era Aznar el que había exacerbado los nacionalismos, y él con su talante iba a reconducirlos? Pues allí los tiene. ¿Pretendía vertebrar España abriendo esta insensata carrera de reformas estatutarias? Porque está más desvertebrada de lo que lo ha estado nunca desde que concluyó la Guerra Civil. Zapatero se encuentra a estas alturas desbordado y sobre todo paralizado. Se acabó su iniciativa, y la que ha mostrado hasta ahora no ha servido de nada positivo para el bienestar de la gente o su confianza ante el futuro. La economía sigue su marcha, al margen de sus decisiones o quizás a pesar de ellas.
Pero pienso que un fenómeno como el de Zapatero no puede ser muy prolongado, ni volver a repetirse en mucho tiempo. Una serie de circunstancias desgraciadas le elevaron a una responsabilidad para la que no estaba preparado. Fue un accidente. Si grave fue el 11 M, sus secuelas políticas, a otro nivel por supuesto, también lo están siendo. Su mandato va a dejar profundas cicatrices en el cuerpo social, en nuestro marco institucional y en la convivencia nacional. Va a dejar España mucho más desvertebrada de como la encontró.
Pero el paréntesis Zapatero tiene que servir para algo. No puede pasar en vano, ni saldarse sólo con las graves lesiones que le está produciendo a España y sus posteriores cicatrices. Tendremos que sacar consecuencias. Y el PP habrá de asumir la responsabilidad de gobernar y tener el valor cuando gobierne de corregir los errores producidos, Estatutos incluidos. Habrá que asumir la receta de Rajoy, sentarse a reflexionar sobre las imprescindibles medidas para fortalecer el Estado, blindar sus competencias, restituirle algunas, quizás muchas, reequilibrar las asimetrías que ha introducido Zapatero y quizás algunas que derivan directamente de la Constitución, modificar la Ley Electoral, retomar el Pacto contra el Terrorismo con un PSOE recompuesto tras la debacle a la que se dirige, establecer unos pactos de Estado en materias básicas como la inmigración, la educación, la política energética o la política hidráulica. Habremos de extraer alguna enseñanza. Que sirva para algo el paso desgraciado, y esperemos que fugaz, de Rodríguez Zapatero por la Historia de España.
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