Llevo ya unos veinte años diciendo que las autonomías son el error histórico de nuestra generación.
O sea, llevo diciéndolo incluso cuando no era políticamente correcto decirlo. Y aunque evidentemente no era el único que lo decía, éramos entonces pocos.
Lean estas proféticas palabras escritas por el colectivo Javier de Burgos ya en el año 1983:
“Por todo ello, aun no existiendo la crisis de conciencia nacional que se está produciendo, en la medida en que esté funcionando durante un cierto tiempo un Parlamento y Gobierno propio, con plenas competencias, una Administración cultural propia, una Administración educativa propia con personal propio y específico de cada Comunidad Autónoma, una Universidad autóctona y una Administración de fomento y de ordenación relativa a todos los medios de comunicación social propia, cuando no el ejercicio directo de esos medios de comunicación social propios, cuando no el ejercicio directo de esos medios en manos de cada Gobierno Autónomo, fácilmente puede colegirse que en poco tiempo es perfectamente posible el nacimiento de una conciencia nacional específica diferencial, de tal forma que ser andaluz, ser catalán, ser gallego, ser vasco, ser canario, sea para las nuevas generaciones algo tan determinante como ahora para nosotros el ser español. Lo que incrementará la tendencia autonomista hasta tal punto que se hará difícil la gestión de proyectos solidarios de carácter nacional y hasta la posibilidad de que en un futuro pueda ser operativo el principio de «fidelidad federal» característico de cualquier ente federativo; y aún más, lo que puede poner al borde de la quiebra al Estado democrático y el sistema de libertades. Nuestros nacionalistas moderados saben perfectamente dónde está el límite de los afanes independentistas, pues han vivido la reciente historia de nuestro país; pero no va a ser justo acusar a las próximas generaciones de apetencias independentistas desmesuradas cuando desde la escuela, la prensa, la radio, la televisión y hasta el púlpito se fomenta la idea de formar parte de una comunidad nacional. La idea de nación conduce, velis nolis, a la apetencia de un Estado. Y la idea de nación va creciendo”.
¿Es descabellado pensar que gente como Arzalluz o Pujol no hicieran en su momento, aunque con diferentes propósitos, las mismas reflexiones? ¿Alguien puede catalogar a Arzalluz entre los nacionalistas moderados? ¿O, a la vista de las declaraciones que prodiga últimamente el jubilado Pujol, no se puede pensar con cierta lógica que su anterior moderación era puramente táctica? Bien, el caso es que aquella profecía se ha cumplido con total exactitud.
Escribía yo en mi artículo anterior, refiriéndome a las embajadas autonómicas: “¿Tienen Ohio o Texas representaciones en el exterior? ¿Las tienen Gales o Escocia? ¿O alguno de los cantones suizos? ¿O Brandeburgo o Baviera? ¿Por qué sólo los españoles cometemos este tipo de estupideces?” Sólo eso, el ejemplo de las embajadas autonómicas, aunque hay muchos más ejemplos -la desleal competencia de los incentivos fiscales vascos y navarros en la implantación de empresas, las “guerras sanitarias” entre comunidades limítrofes…- ya demostraría que, efectivamente, el modelo autonómico ha derivado hacia el esperpento. Ya hemos superado el modelo federal y nos hallamos plenamente instalados en el confederal.
El modelo ha sido el propio PSOE y su curiosa evolución bajo la dirección de Zapatero. El PSOE era un partido federal. Había, por ejemplo, una federación socialista catalana. Hoy el PSC es el “partido hermano” de Cataluña, según palabras textuales del propio Zapatero. Hoy hay una confederación de partidos socialistas. Y el destino de las confederaciones es romperse. Ya que Carmen Chacón aspira a la secretaría general del PSOE, ¿pertenece ella a ese partido?
Una de las mayores frustraciones de mi vida, en este como en tantos otros temas -como imagino que les pasará a muchos-, es que se hace evidente que tenía razón cuando el mal ya está hecho, y es descomunalmente grave y posiblemente irreversible; es decir, tarde. Decir “ya lo decía yo” es algo que hace ya muchos años que ha dejado de producirme placer.
Entre los muchos males causados, el romper vínculos y lazos afectivos (y económicos, y comerciales…) entre españoles es posiblemente el mayor. Pero lo que posiblemente nos obligue a reconducir la situación es el deterioro económico que han contribuido como nadie a crear. Y empleo deliberadamente el verbo “obligar”, porque sólo por obligación -y nunca por simple aplicación del sentido común- enmendamos los españoles los errores. Y aún en este caso, nos ha de obligar Europa.
El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha anunciado que el Gobierno aprobará en marzo una nueva Ley que establecerá "estrictos instrumentos de control" sobre los presupuestos de las comunidades autónomas: “Tendremos controles a priori, de modo que antes de aprobar los presupuestos, los gobiernos regionales necesitarán la 'luz verde' del Ejecutivo central". Algo que ya ha levantado las inevitables críticas de los nacionalistas. Sorprende que el PSOE no se haya pronunciado en contra, salvo en las dos comunidades que gobiernan todavía: País Vasco y Andalucía.
Pero quienes han criticado la medida ignoran -o silencian- el hecho de que ha sido la Unión Europea la que ha establecido normas que exigen el control presupuestario de los entes autónomos en los países fuertemente descentralizados como es el nuestro.
Lean este párrafo del preámbulo:
Un buen número de Estados miembros ha llevado a cabo una descentralización considerable en el ámbito presupuestario, con la transferencia de poderes presupuestarios a las administraciones subnacionales. El papel que han desempeñado estas últimas a la hora de garantizar el cumplimiento del Pacto de estabilidad y crecimiento, PEC, se ha incrementado significativamente, por lo que resulta necesario velar por que el alcance de las obligaciones y procedimientos establecidos en los marcos presupuestarios nacionales se extienda debidamente a todos los subsectores de las administraciones públicas, sobre todo -aunque no solo- en dichos Estados miembros.
Las directivas comunitarias son de obligado cumplimiento a los Estados Miembros, aunque normalmente deben ser traspuestas a la legislación nacional, excepto en aquellos casos en que su literalidad y concreción permita aplicarlas directamente, como si de un reglamento comunitario se tratara.
Lean ahora el artículo 13:
1. Los Estados miembros establecerán mecanismos adecuados de coordinación entre todos los subsectores de sus administraciones públicas a fin de asegurar la cobertura exhaustiva y coherente de todos los subsectores en la planificación presupuestaria de las administraciones públicas, en las reglas presupuestarias numéricas especificas por país, y en la elaboración de las previsiones presupuestarias y el establecimiento de la planificación plurianual según lo establecido, en particular, en el marco presupuestario plurianual.
2. A fin de fomentar la rendición de cuentas fiscal, se determinarán con claridad las responsabilidades presupuestarias de las autoridades de los distintos subsectores de las administraciones públicas.
Ahora bien, ¿cómo se garantizan esos mecanismos adecuados de coordinación entre todos los subsectores de las administraciones públicas españolas si, por ejemplo, el gobierno catalán ‑aunque, con seguridad, no los catalanes- prefiere hacer recortes en sanidad y educación antes que cerrar sus inútiles embajaditas en el extranjero?
Si se rompe, como dicen, con la autonomía financiera, ¿cómo podremos cumplir con las exigencias presupuestarias europeas sin incurrir en ese pecado nefando (que yo estoy deseando cometer)? ¿Recurrirán las Comunidades Autónomas a los tribunales europeos pidiendo amparo para que el Estado español les permita incumplir los compromisos presupuestarios a los que obliga la propia Unión Europea? ¿Deberemos abandonar la Unión Europea para que las Comunidades Autónomas sigan disfrutando de autonomía financiera?
Al final, vapuleados por la crisis, mandando al extranjero a nuestros jóvenes mejor preparados, con pérdidas notables de nuestro poder adquisitivo y de nuestra calidad de vida, quien nos va a librar de la plaga de las Comunidades Autónomas va a ser Europa.
Sólo espero que nuestra generación pueda ver corregido el error que permitimos que se cometiera.
Post scríptum:
La Unión Europea ha complementado la Directiva citada con una batería de reglamentos de disciplina presupuestaria. Para quien desee ampliar información, aquí está el enlace a todos ellos. .