El vino ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta del
bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto
astringente, con demasiada presencia de roble.
Se acabó. Volvemos al vino
gaseosero, ese que al que después de un sorbito cauteloso le añadimos una
generosa ración de La Casera. Cómo, si no…
PD.: soy un sibarita pobre, que
siempre he tenido un paladar más sensible a la cantidad que a la calidad. O por
decirlo de otra manera: sólo se distinguir lo bueno de lo malo, pero nunca he
podido distinguir lo bueno de lo mejor. Sólo reconozco dos matices: me gusta o
no me gusta; está bueno o está malo.
O sea, soy simple.
O sea, soy simple.
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1 comentario:
Bueno, tranquilo, eso del paladar le pasa al 95% de la población. El otro 5% ni siquiera distingue lo bueno de lo malo.
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